Anales de la RANM

48 A N A L E S R A N M R E V I S T A F U N D A D A E N 1 8 7 9 EL PACIENTE EN LA MEDICINA ACTUAL Manuel Díaz-Rubio García Año 2018 · número 135 (01) · páginas 45 a 49 experto como ha sido llamado por algunos, que sería aquél que sabe tanto de su enfermedad que llega in- cluso a crearse que sabe más de ella que el propio mé- dico. Esto es sin duda un gran problema para él pues puede llevarle con su buena voluntad a errores que le ocasionan un gran perjuicio. Existe también 3) el pa- ciente sensible o emocional , aquél que no puede des- prenderse del impacto negativo que le ha producido la enfermedad y que le condiciona en su aceptación y de alguna manera se niega de forma inconsciente a colaborar con él mismo. Es un paciente difícil de ma- nejar por parte del médico y a veces necesita el apo- yo de otros profesionales. Más frecuentemente de lo que se cree, nos encontramos con 4) el paciente rebelde o descontento , un paciente peculiar existente en nues- tro sistema. Nada le parece bien relativo a su atención, ni la organización, ni el trato que recibe ni cuanto el médico consensua con él. Todo le parece mal, aunque suele cumplir el tratamiento acordado a regañadien- tes. El último es 5) el paciente conectado o informati- zado , una modalidad de paciente competente o exper- to que incorpora todos los avances tecnológicos para el control de su salud y en su caso de su enfermedad. En su manejo suele ser responsable, pero en ocasiones desmesurado. En cualquier caso, estamos en general ante un nuevo tipo de paciente, que conoce perfectamente su en- fermedad, que colabora activamente con su médi- co, que demanda cuantas innovaciones se produ- cen y que pide atención inmediata. El paciente, ante todo el crónico, deja de ser víctima para convertirse en protagonista. Llamémosle como le llamemos la realidad es que el paciente actual es un paciente diferente que está lla- mado a jugar un importante papel en todo aquello re- ferente a su enfermedad. El movimiento surgido en los años 60 del siglo pasado, a partir de las propuestas del experto en educación el brasileño Pablo Freire (7), que se ha venido en llamar empoderamiento , ha alcan- zado también a los pacientes. Este pedagogo, vincula- do a movimientos sociales de izquierda, denunció la opresión a que están sometidas aquellas personas sin formación que dependen de la voluntad de los demás. En el campo de la salud el término empoderamiento fue ya utilizado en 1997 en la 4ª Conferencia Inter- nacional de Promoción de la Salud en Yakarta, y en 1998 la OMS lo define como un “ proceso a través del cual las personas se benefician de un mayor control so- bre decisiones y acciones que afectan a su salud” . Otra definición, siempre partiendo de su origen social y político, que ha alcanzado fortuna y repetida en mul- titud de reflexiones es: “Las personas y/o grupos orga- nizados cobran autonomía en la toma de decisiones y logran ejercer control sobre sus vidas basados en el li- bre acceso a la información, la participación inclusiva, la responsabilidad y el desarrollo de capacidades ”. Llevado este concepto a la práctica médica se trata de ver qué beneficios obtienen los pacientes con la prác- tica del empoderamiento en salud. Muchas son las per- sonas que han ido realizado aportaciones sobre el tema y de ellas se colige que dentro de estos beneficios des- tacan, entre otros muchos, que mejora la comprensión de la enfermedad, incentiva la formación del paciente, reivindica una mayor atención social, los pacientes son más cultos, demandan una mayor información, cono- cen las nuevas tecnologías y su importancia en la en- fermedad que padecen, exigen atención especializada, así como las nuevas incorporaciones a la práctica de las técnicas diagnósticas y oportunidades terapéuticas, e insta a una mayor investigación sobre su enfermedad. El resultado de todo ello es una mayor involucración del paciente en su enfermedad, lo que conlleva que sabe más de ella y es capaz de autogestionarla con efi- cacia siguiendo las indicaciones médicas. Pero si el empoderamiento está lleno de beneficios para el paciente, no es menos verdad que también tie- ne sus peligros . Algunos de ellos son a nuestro juicio: la reclamación continua de más derechos y servicios sin saber hasta dónde se puede llegar en un futuro, un paciente estresado, interpretaciones erróneas de sus síntomas o datos que obtiene, un retraso en las revi- siones médicas, asunción de responsabilidades inne- cesarias, un exceso de conocimiento sobre su enfer- medad que puede originar desánimo, o la posibilidad de conflicto con su médico. Esta nueva situación, imparable en todo caso y con claro beneficio para el paciente cuando es bien mane- jada, da lugar a que el médico deba asumir esta nueva realidad y colaborar activamente con el paciente para su mejor formación y conocimiento de la enferme- dad, así como poder establecer de forma compartida lo límites de su actuación en solitario. El Comité de Ética Asistencial de Madrid dejó manifiestamente cla- ro en 2015 que: “… Así pues el profesional se encuentra obligado no solo a ofrecer tratamientos basados en la evidencia, sino también a ofrecer cuidados de alto nivel que humanicen a estas personas. Y la manera de cuidar a estas personas pasa necesariamente por el concepto de empoderar “. En cualquier caso, el aceptar esta realidad, no inva- lida en absoluto todo lo que envuelve a la relación médico-paciente actual, aunque adaptado a los cam- bios que nos toca vivir en cada momento histórico de nuestra ciencia. Recientemente, en 2017, el Foro Espa- ñol de la Profesión Médica , con respaldo de la Alianza General de Pacientes , el Foro Español de Pacientes y la Plataforma de Organización de Pacientes , han solicita- do a la UNESCO que la relación médico-paciente sea reconocida como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad con el objetivo de “ Proteger y potenciar dicha relación y sus valores, y defenderla de las amena- zas a las que se encuentra sometida en la actualidad, derivadas de presiones administrativas, tecnológicas, económicas y políticas, entre otras ”. La relación médico-paciente, nunca se perderá, aun- que puede cambiar en algunos aspectos. La vigencia de concepto amistad ( amistad médica ) de Pedro Laín en esta relación sigue en vigor, pues el paciente en de- finitiva siempre necesitará del médico. Pedro Laín en su libro El médico y el enfermo (2), lo termina citan- do al biólogo Jean Rostand quién escribió en 1960 lo que diría de sí mismo un futuro y posible homo bio- logicus : “ He nacido de una semilla bien seleccionada e irradiada con neutrones; se eligió mi sexo, y he sido in- cubado por una madre que no era la mía; en el curso de mi desarrollo, he recibido inyecciones de hormonas

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