Anales de la RANM

53 A N A L E S R A N M R E V I S T A F U N D A D A E N 1 8 7 9 UNGÜENTOS DE BRUJA EN LA LITERATURA ÁUREA Francisco López-Muñoz Año 2018 · número 135 (01) · páginas 50 a 55 tas pomadas, se añadían los extractos de ciertas plan- tas (generalmente solanáceas, como la mandrágora, el solano y el beleño, junto a otras, como el opio y la cicu- ta), obtenidos por cocimiento, junto a otros ingredien- tes de procedencia animal, como sustancias obtenidas de ciertos anfibios (sapos o escuerzos), muy presentes en la simbología asociada a la brujería, a un caldero de bronce donde se había calentado grasa de gato o de lobo (o de niño recién nacido y no bautizado, en el sen- tir popular), se reservaba la parte más espesa del hervi- do, que permanecía en el fondo de la olla, y se guarda- ba hasta que se tenía la ocasión de usarlo. La grasa ac- tuaba como espesante y favorecía la absorción del unto tras su administración tópica. Estas unturas se aplicaban, entre otras partes, en la re- gión genital y sus efectos eran casi inmediatos, al ab- sorberse rápidamente los principios activos alucinóge- nos a través de la mucosa vaginal (28). Los ingredien- tes de estos ungüentos producían alucinaciones en es- tado de vigilia (sensación de transporte por el aire, fan- tasías sexuales, visiones de seres extraños, etc.). A con- tinuación, sobrevenía un profundo sueño, en el cual lo soñado, al despertar, se confundía con la realidad. A título de ejemplo, entre los efectos del beleño, deno- minado en las islas Baleares como “caramel de bruixa”, se encuentra el de inducir una extraña sensación de ligereza y de ingravidez, que puede explicar la vívida certeza de estar volando, como en el caso de los vue- los de las brujas sobre sus escobas (29). Hoy también se sabe que de la piel de determinados sapos del géne- ro Bufo, como el Bufo marinu , se obtiene la bufotenina (N-dimetil-5-hidroxitriptamina), un alcaloide de efec- tos alucinógenos derivado de la serotonina, mediante dimetilación de su grupo amina. Sin embargo, algunos de estos efectos eran considerados, en la época que nos ocupa, como reales, ciertos y demostrados, por lo que la obtención de muestras de los potajes de brujas era una de las pruebas incriminatorias más demandada y buscada por los inquisidores para demostrar la cele- bración del aquelarre. A título de ejemplo, en el más famoso de los procesos inquisitoriales por brujería en España, el de Logroño (1609-1614), donde 2000 per- sonas fueron investigadas y procesadas por brujería, incluidas las brujas de Zugarramurdi, una rea confe- só que preparaban unos ungüentos elaborados “con el agua que vomitan los sapos”, con los que se untaban en el aquelarre de Ezcabita (30). El ejemplo más ilustrativo de la literatura áurea sobre los ungüentos de brujas lo encontramos en la novela ejemplar cervantina El coloquio de los perros . La ac- ción de esta novela transcurre en la puerta del Hospi- tal de la Resurrección de Valladolid y narra la conver- sación que mantienen dos perros, Cipión y Bergan- za. Este último comenta las actividades de uno de sus amos, una anciana bruja conocida como la Cañizares, una experta en la elaboración de ungüentos y unturas con hierbas psicotrópicas. Esta comunidad de brujas (las Camachas) presenta unos orígenes reales, en la localidad cordobesa de Montilla. Acusadas del delito de brujería y hechicería, fueron procesadas por el Tri- bunal de la Inquisición de Córdoba, saliendo en Auto de Fe público el 8 de diciembre de 1572. La líder de la comunidad, Leonor Rodríguez, apodada la Camacha, fue condenada a salir al auto público en forma de pe- nitente con coroza en la cabeza y las insignias de he- chicera, abjurar de leví, recibir cien latigazos en Cór- doba y otros cien en Montilla, sufrir destierro de su localidad durante diez años, servir los dos primeros en un hospital de Córdoba, y pagar una multa de 150 ducados al receptor (31). Amezúa y Mayo (32) apun- ta que Cervantes posiblemente conoció a alguna de las integrantes de esta comunidad a su paso por Montilla, como recaudador de la Real Hacienda, en 1592. En la novela ejemplar, la Cañizares, ya una anciana de 76 años, confiesa la práctica de actos propios de bru- jería y el empleo de ungüentos específicos para estas prácticas: “Este ungüento con que las brujas nos un- tamos es compuesto de jugos de yerbas en todo extremo fríos, y no es, como dice el vulgo, hecho con la sangre de los niños que ahogamos... volvamos a lo de las unturas, y digo que son tan frías, que nos privan de todos los senti- dos en untándonos con ellas, y quedamos tendidas y des- nudas en el suelo, y entonces dicen que en la fantasía pa- samos todo aquello que nos parece pasar verdaderamente. Otras veces, acabadas de untar, a nuestro parecer, muda- mos forma, y convertidas en gallos, lechuzas o cuervos, vamos al lugar donde nuestro dueño nos espera, y allí co- bramos nuestra primera forma y gozamos de los deleites que te dejo de decir... buenos ratos me dan mis unturas... y el deleite mucho mayor es imaginado que gozado...” (12). Cervantes describe magistralmente en este pasaje los efectos psicotrópicos de las mezclas de agentes aluci- nógenos administrados por vía tópica (viajes extracor- póreos, alucinaciones visuales, sensaciones placenteras, etc.), de una forma muy similar a la efectuada por el pro- fesor de Teología tomista de la Universidad de Alcalá, Pedro Ciruelo, del que pudo haberse inspirado, en su conocida obra Reprobación de las supersticiones y hechi- cerías , publicada inicialmente en Alcalá de Henares en 1530 y reimpresa hasta en 9 ocasiones antes de la pri- mera edición de las Novelas Ejemplares . En relación con los ungüentos de brujas comenta Ciruelo: “... Otras des- tas en acabándose de untar y decir aquellas palabras se caen en tierra como muertas, frías y sin sentido alguno, aunque las quemen o asierren no lo sienten. Y dende las dos o tres horas se levantan muy ligeramente y di- cen muchas cosas de otras tierras y lugares adonde di- cen que han ido... Esta ilusión acontece de dos maneras principales: que ora hay que ellas salen realmente de sus casas y el diablo las lleva por los aires a otras casas y lu- gares; otras veces ellas no salen de sus casas, y el diablo las priva de todos sus sentidos, y caen en tierra como muertas y frías, y les representa en sus fantasías que van a las otras casas y lugares. Y nada de aquello es verdad, aunque ellas piensen que todo es así como ellas lo han soñado...” (27). Sin embargo, Laguna también realiza en su Dioscóri- des una detallada descripción de los efectos de las un- turas de brujas. En el capítulo correspondiente al sola- no que engendra locura o hierba mora, una planta sola- nácea muy habitual en toda la Península, que crece en todo tipo de campos, labrados o baldíos, especialmente en viñedos y al pie de los muros, y que está dotada de importantes efectos alucinógenos (29), comenta Laguna en relación a su consumo: “representa ciertas imágenes vanas, pero muy agradables, lo cual se ha de entender entre sueños. Esta pues debe ser (según pienso) la vir- tud de aquellos ungüentos, con que se suelen untar las brujas: la grandísima frialdad de los cuales, de tal suerte

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