Anales de la RANM

73 A N A L E S R A N M R E V I S T A F U N D A D A E N 1 8 7 9 MARAÑÓN, INVESTIGADOR DE DON JUAN TENORIO Y PIONERO DE LA PSICOHISTORIA Francisco Alonso-Fernández Año 2018 · número 135 (01) · páginas 72 a 76 y músicos inclinados a considerar a don Juan como una figura simbólica. En el seno de las opiniones emitidas sobre la fuente uti- lizada por el fraile mercedario para redactar la obra, se establece una pugna entre los criterios mantenidos por el maestro de la psiquiatría española Gonzalo Rodríguez Lafora y nuestro homenajeado Gregorio Marañón. En tanto Lafora se inclinaba por localizar la fuente de la vida de don Juan descrita por el fraile mercedario en las confidencias autobiográficas emitidas durante la confe- sión por uno o varios penitentes anónimos, Marañón identificaba la descripción del fraile como la biografía, tal vez novelada, de don Juan de Tassis, el famoso con- de de Villamediana, insigne poeta, admirado por sus sonetos. (2) Con todo, el Conde de Villamediana se dio a conocer más por sus aventuras eróticas y sus destierros que por sus sonetos. Su fama se acrecentó al haber despertado con su conducta los celos eróticos del Austria español menor Felipe IV con relación a su primera esposa, Isa- bel de Borbón, tal como se refiere con detalle en mi monografía sobre los Austrias españoles. (3) El Conde de Villamediana arrastraba una vida muy azarosa y aventurera, salpicada de destierros, entre- gada sin medida al juego (como su amigo Góngora) y a los lances amorosos de diverso troquel. Su impulso erótico, por lo visto, no pudo contenerse ante el cora- zón de la reina, lo que pudo costarle la vida en 1622. Se viene interpretando el detonante de su misterioso ase- sinato como el impacto de los celos eróticos que ator- mentaban al monarca, a su vez afectado por la adicción sexual promiscua. El asesinato del conde se envuelve en un velo de misterio que se aproxima al del crimen que segó la vida del general Prim: ambos asaltados por un individuo desconocido esgrimiendo un arma mor- tal cuando la víctima se encontraba aposentada tran- quilamente en su carruaje. Sendas muertes impregna- das de enigma histórico y oscurecidas con el eco de la leyenda popular. Desde México, Pérez-Rincón atribuye en parte la au- reola romántica del Conde a la falta de documentos iconográficos sobre el personaje. (4) Apuntaba Marañon en 1942 que Villamediana, lo mis- mo que el Burlador de Tirso, sufrió destierros dicta- dos por el rey, vivió algún tiempo en Andalucía, era un apasionado por el juego y para colmo también se llamaba Juan. Coincidencia plena que parece avalar el criterio de Marañón. Sin embargo, otros autores españoles y extranjeros vinculan la leyenda de don Juan a la vida del marqués sevillano don Miguel de Mañara. Por mi parte comentaba cómo este gentilhombre, a pesar de que doblaba en edad a la reina, la asediaba con homenajes de estimación amorosa nada recatados, cuando ella tenía diecinueve años recién cumplidos. El mentidero de Madrid acusó del crimen al rey valién- dose de una afortunada décima escrita por el famoso poeta Luís de Góngora, gran amigo del Conde. La dé- cima comenzaba así:“Mentidero de Madrid, Decidnos quién mató al Conde”, Y concluía con estos dos versos: “El matador fue Bellido y el impulso soberano”. El último verso era como una puñalada asestada al rey, cuya letra tuvo que modificar con presteza el propio Góngora. El epitafio de don Juan de Tassis nos lo proporciona Lope de vega en un cuarteto: “Aquí con hado fatal yace un poeta gentil, murió casi juvenil por ser tanto juvenal” Es de justicia subrayar cómo Marañon, coronaba su enfoque de la vertiente historicocultural del Tenorio con cuatro notables aciertos: (5) • Primer acierto: considerar a la conducta donjuanes- ca como un “tema esencialmente hispánico”, al es- tilo de Maeztu y otros, por varias razones (surgi- miento literario español, figura de don Juan acogida en España con división apasionada entre opiniones extremas entre encumbrarlo como un héroe o con- denarle como un pecador irredento, o tal vez como decía Stendhal por ser España la tierra del amor), razones que aquí no analizamos, al tiempo le niega el carácter de fenómeno específico hispánico. • Segundo acierto: conceptuar la presentación del Te- norio como una realidad social en contra de la opi- nión de una pleyade de escritores que lo enfocaban como una figura simbólica o imaginaria. • Tercer acierto: definir la figura de don Juan como un arquetipo real de extensión universal. • Cuarto acierto (una predicción sorprendente): pro- nosticar el porvenir de don Juan afirmando “Yo creo en la muerte próxima de don Juan”. Predice Marañón de esta suerte así el traslado próximo de don Juan de la sociología al panteón de la arqueología (6).Este pre- sagio lo basaba Marañón en que tal ocurrirá al “pro- gresar el alma femenina”. Pues bien: en toda su mag- nitud se cumple el vaticinio de Marañón a partir de los años 60 del pasado siglo. Hasta entonces se había proporcionado a toda niña una educación patriarcal severa con el propósito inconfesable de hacerla inca- paz para llevar una vida independiente. El resultado era una mujer encorsetada por dentro y enjaulada por fuera, una persona mojigata, que requería por sistema para moverse en la vida una tutela masculina. A partir de los años 60, en que se establece el control de la natalidad gracias al advenimiento de la píldora con- traceptiva, sobreviene la entrega masiva de la mujer a los estudios universitarios y al trabajo extradomésti- co, con lo que hace irrupción un tipo de mujer total- mente distinto: una mujer emprendedora, emancipa- da, desencorsetada y desenjaulada, nada que ver con la mujer inhibida y mojigata propia de épocas anteriores. Se produce así el ocaso definitivo de don Juan al no encontrar su comportamiento una respuesta femenina adecuada en forma de entrega y complicidad; desapa- recida doña Inés, desaparece don Juan.

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