Anales de la RANM

74 A N A L E S R A N M R E V I S T A F U N D A D A E N 1 8 7 9 MARAÑÓN, INVESTIGADOR DE DON JUAN TENORIO Y PIONERO DE LA PSICOHISTORIA Francisco Alonso-Fernández Año 2018 · número 135 (01) · páginas 72 a 76 El maltrato machista de la mujer por la burla y el des- honor tipo don Juan deja paso al maltrato por la vio- lencia tipo Otelo. El vaticinio sociocultural de Mara- ñón sobre la extinción de don Juan se cumple en toda su extensión, pero sin que él hiciera alusión a la apa- rición de la pandemia de lo que hoy se llama violencia de género, comportamiento mejor definido como sín- drome de Otelo. (7) El perfil biopsicosexual del Tenorio lo presenta Marañón en forma de un adulto inmaduro, o sea un desarrollo bio- sexual débil, reflejado en una conducta de escasa virili- dad. En esta línea, el Tenorio abandona a la mujer seduci- da y se complace en mortificarla espoleado por una alea- ción de resentimiento y debilidad. Una actitud que refle- ja el poeta y dramaturgo José Zorrilla como nadie en su popular drama romántico (8), escenificado en 1844, obra muy influida por el drama de Tirso. La inmadurez de don Juan se remonta según el psiquiatra antropólogo alemán Gebsattel (9) a la fijación a la madre. Marañón va más allá y atribuye lo que el llama “biología donjuanesca”, o mejor expresado el tipo genuino de don Juan, a una marca congénita. Según Marañón, el don Juan genuino o clásico nace “marcado enérgicamente con este signo y lo será por encima de todos los obstáculos”. Esta tendencia congénita marcaría a don Juan como un fatal predestinado. La presentación marañoniana del don Juan genuino como un fatal predestinado incurre sin duda en un pun- to de exageración, exceso que se justifica porque en aquél tiempo todavía no había nacido la epigenética. El pro- pio Marañón, sin embargo, postula: “En gran número de otros hombres su porvenir amatorio dependerá de las cir- cunstancias ambientales”. La descripción del Tenorio genuino o prototípico por Marañón como un ser de flaca virilidad le acarreó un di- luvio de críticas, en las que se combinaba la indignación popular con los malos entendidos. A menudo se tomó la interpretación de Marañón como si estuviera presentan- do a don Juan como un ser afeminado. En este punto so- bresale el retrato al óleo del don Juan visto por Marañon, obra del pintor Elías Salaverría (figura adjunta), en forma de una figura en actitud afeminada (“mírame y no me to- ques”) envuelta en tules o tafetanes. El propio Marañón se sintió molesto entendiendo que esta no era su imagen de don Juan, y con arreglo a su estilo prudente se limitó a comentar, al contemplar el retrato, “parece salpicado de un polvillo impalpable de feminidad”. Por aquel tiempo un dramaturgo hace una obra teatral en la que aparece resucitado don Juan, quien con una espa- da en mano busca por doquier al doctor que le ha iden- tificado como un inmaduro sexual, con objeto de reivin- dicar su honor. Estalló entonces una aspera polémica entre Marañon y Rodríguez Lafora (10). Lafora se sintió indignado porque admiraba la conducta de don Juan interpretándola como una manifestación de hipervirilidad abocada a la búsque- da perpetua de emociones sexuales nuevas, movido por su hipererotismo. Fue Lafora quien se mostró irritado a causa de la imagen del Tenorio mantenida por Marañón y le hizo una violenta escena en el mismo Hospital Pro- vincial, incidente recogido por el neurólogo Moya. (11) El Tenorio anciano adopta, según Marañón, uno de es- tos tres caminos: el matrimonio, la religión o la perseve- ración en su conducta al estilo de “un viejo verde”: “Ma- rido, viejo verde o fraile, he aquí su final”. Tendríamos que agregar hoy a las salidas del don Juan decadente mencionadas por Marañón la caída frecuente en un trastorno mental de carácter depresivo o paranoide. Marañón se comprometió personalmente tanto en el es- tudio de don Juan que en varias partes de sus comenta- rios, no dudó en presentarse como la contrafigura per- sonal de don Juan, o sea como un ferviente Antitenorio, entregado a la monogamia y a la discriminación sexual. Marañón no dejó de expresar su rechazo a la conducta recidivante de don Juan Tenorio, sintiéndose un monó- gamo nato. No sólo practicaba con rigor, que se sepa, la monogamia, sino que era un acendrado defensor psi- cobiológico de esta conducta, encumbrándola como la expresión del ideal de virilidad masculino. En distin- tas ocasiones concluía: “Los grandes hombres suelen ser hombres monógamos”. (Algunos hechos biológicos parecen darle la razón a Marañón: así tenemos que mientras hasta una fecha re- ciente los pingüinos eran la única especie animal con ejercicio monógamo reconocido, se han descubierto en los últimos años nuevas especies monógamas de aves o mamíferos). Fig 1. Óleo por el pintor Elías Salaverría, que representa a don Juan Tenorio

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