Anales de la RANM

99 A N A L E S R A N M R E V I S T A F U N D A D A E N 1 8 7 9 EL SER HUMANO DESDE LA NEUROCIENCIA Y LA TRASCENDENCIA Fernando Reinoso Suárez Año 2018 · número 135 (01) · páginas 96 a 100 “El significado del mundo y de la vida humana, así como los asuntos relativos a los valores morales o re- ligiosos trascienden la ciencia. Son cuestiones impor- tantes; son al menos tan importantes como el conoci- miento científico per se .” El tercer caso es el Prof. Alister McGrath combatiente del cientifismo antirreligioso desde las ciencias posi- tivas y la teología. Biofísico y teólogo, es profesor de Ciencia y Religión en la Universidad de Oxford. Me voy a limitar aquí a citar algunas frases de su libro “La Ciencia desde la Fe”: Empieza por señalar que hay preguntas que trascien- den la capacidad de respuesta de la propia ciencia, son las “preguntas fundamentales” de Karl Popper, como, la del sentido de la vida. McGrath escribe: “La ‘verdad científica’ es una verdad exacta, pero incom- pleta y penúltima”. “La ciencia al igual que la fe religiosa trata de hallar y explorar un modo coherente y satisfactorio de enten- der el mundo en que vivimos. Deben hacerlo juntas aprendiendo cada una de la otra.” “Desde una perspectiva cristiana el orden creado constituye un testimonio elegante y elocuente de su Creador: la naturaleza apunta a Dios. La belleza de la naturaleza insinúa una belleza mayor, que es la de Dios” “Einstein creía que las ‘descripciones científicas no pueden satisfacer nuestras necesidades humanas’. Einstein era consciente de que, como seres humanos que pensamos y reflexionamos, necesitamos algo más que esas explicaciones científicas.” Ahora, después de haber analizado a estos tres auto- res, podemos decir, que el tema de los científicos re- duccionistas es en muchos casos el de activistas de un fundamentalismo cientificista, para mí el tema ideo- lógico del “anticristianismo” o “antiteismo” de Mc- Grath. Un ejemplo evidente, de esa ideologización, es la defensa en bloque que hizo “ese mundo científico”, contradiciendo todas las evidencias científicas, de la curación de enfermedades tan limitantes como las de Alzheimer y Parkinson con la implantación en el ce- rebro de células madre embrionarias humanas. No voy a entrar en detalles en la lucha con la opinión de científicos distinguidos, instituciones científicas, el gobierno del país en aquel momento, la prensa re- presentativa nacional y revistas autorizadas como Nature y sobre todo familiares y enfermos de Par- kinson y Alzheimer. Extensamente está descrito en el texto. En resumen, la ideología del fundamentalismo cien- tificista y la propaganda del gobierno triunfaron y se aprobaron las leyes propuestas. Después nadie tuvo noticias de avances fundamentales con este tipo de células en la investigación española sobre la curación de las enfermedades de Parkinson y Alzheimer. Apa- rentemente, todos nos habíamos olvidado de aquellas prometedoras promesas, con una excepción: ¡los fa- miliares y enfermos de Parkinson y Alzheimer! A los que todos habían engañado. Ahora sí, ahora voy a razonar lo que yo pienso sobre el ser humano. Este hombre que, según decía en la in- troducción, se diferencia de los animales en que posee lenguaje organizado, subjetividad, capacidad de re- flexionar sobre deseos, intenciones y creencias, y, so- bre todo, libertad. Ningún hallazgo de las ciencias positivas ha podido explicar esta diferencia de for- ma convincente. Por ello si somos honrados tene- mos que acudir a otras ciencias, como la filosofía, o a otras fuentes de saber como la Revelación, para poder explicar con más profundidad el por qué y el cómo del hombre. Cuando tuve un conocimiento suficiente del sistema nervioso, apoyado en mi pequeña cultura filosófica, razoné que un espíritu no era espacial y por tanto no podía estar localizado en ningún sitio del cerebro ni del individuo. Supuse que el alma “impregnaría”, o mejor, transformaría modificando, de una forma para mi misteriosa, el cerebro de tal manera que este ac- tuaría de forma humana. Cuando más tarde, llegué a la conclusión de que todo el hombre actuaba como una unidad, y que tan hombre era el lóbulo frontal como el dedo pequeño del pie izquierdo, teoricé que esa transformación trascendente modificativa de la naturaleza humana provocada por el alma ocurría en todo el individuo. Mi concepto actual del hombre sigue siendo el que es- cribí en el epílogo de mi discurso de ingreso en la Real Academia Nacional de Medicina en 1995. De- cía entonces: “Debo afirmar que todos los hallazgos aquí descritos relativos a la memoria humana, fundamentados en el método científico, son coherentes con mi visión per- sonal del hombre. Para mí, el hombre puede explicar- se porque en él hay un componente espiritual, que está tan estrechamente unido a su cuerpo, que su unión constituye una única naturaleza, la humana. Por tan- to, en el caso del hombre esas estructuras cerebrales concretas de cuyo correcto funcionamiento depen- de la integridad de su memoria, pertenecen al cere- bro de un ‘cuerpo espiritualizado’ o un ‘espíritu cor- poreizado’, como ha definido al hombre uno de los pensadores de mayor relieve de los últimos tiempos (Juan Pablo II, “Carta a las familias”, Ediciones Pala- bra, Madrid, 1994). “Y termino, es este hombre el que aprende y recuerda. Para ello necesita de las cortezas cerebrales asociati- vas, de la formación del hipocampo, del tálamo y de la corteza prefrontal. Aún más, para un perfecto y nor- mal funcionamiento, necesita de todo el cerebro, de todo el sistema nervioso central y, más acertadamente, de todo el hombre como unidad indivisible.” Una vez más, es todo el hombre, todo el organismo (sistema nervioso - soma y vísceras) ‘espiritualizado’, y por eso humano, el que realiza todas las funciones sencillas o intelectualmente complejas, del individuo. Esta visión del hombre está de acuerdo con lo que dice la Revelación sobre el ser humano. Su fiel intérprete, EL SER HUMANO, HOMBRE Y MUJER

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