Anales de la RANM

123 A N A L E S R A N M R E V I S T A F U N D A D A E N 1 8 7 9 CARLOS JIMÉNEZ DÍAZ Y LA REAL ACADEMIA NACIONAL DE MEDICINA Manuel Díaz-Rubio García An RANM · Año 2018 · número 135 (02) · páginas 119 a 124 Plantea finalmente que no basta ser constitucional- mente disreactivo para tener enfermedades alérgi- cas, sino que la tendencia se actualice. Su pensa- miento final se concreta en que la disreacción for- ma parte del núcleo constitucional, que, sumadas a agresiones físicas, psíquicas, o choque antígeno anticuerpo dan lugar a la realización , interfiriendo en ello inhibidores y facilitantes. Y finaliza con dos esquemas: 1) La disreacción origina sensibilización que sumada a las agresiones dan lugar a la enferme- dad alérgica en sentido estricto , y 2) La disreacción sumada a agresiones físicas o psíquicas origina en- fermedad disreactiva . Un discurso excelente, lleno preguntas, sugerencias y reflexiones, y un modelo para generar ilusión. Gil y Gil en su contestación hace una loa del importante discurso, de lo que significa su trabajo para el avan- ce de estas enfermedades y coincide con él en la im- portancia que debe darse a las reflexiones de Jiménez Díaz sobre la Academia y los cambios que deberían producirse en ella para recuperar el prestigio tenido antaño. Don Carlos, tras su ingreso acudió regularmente a la Academia, aunque su vida en ella fue corta de- bido primero a un extenso infarto de miocardio en 1962, al tremendo accidente de tráfico a principios de enero de 1965 y a su prematuro fallecimiento el 18 de mayo de 1967. A pesar del infarto y del acci- dente que mermaron profundamente su salud, que- dan para el recuerdo sus conferencias en la Acade- mia en 1962 sobre Enfermedades con paraproteine- mia (13) y en 1967, tres meses antes de su falleci- miento, sobre Fenómenos funcionales y enfermedad (14)No deja de ser llamativo que, en ésta que fue última conferencia, llamara la atención sobre algo que había sido muy importante en su vida. Resaltó que, aunque en toda ella había puesto especial inte- rés en la objetivación de lo orgánico, había presta- do también una gran atención, y su obra lo demues- tra, a lo funcional. La jaqueca, el asma bronquial y la hipertensión arterial, como fenómenos funcio- nales, fueron objeto de estudio en esta su última intervención. Los años 60 fueron para él por tanto una mezcla de alegrías y sin sabores. Los segundos relacionados con su salud y la de Conchita, su mujer, y los primeros de consolidación de sus éxitos y reconocimientos. En 1960 recibió el Premio March de Ciencias Médicas. Ese mismo año fue nombrado presidente de la Socie- dad Internacional de Medicina Interna, en 1961 de la Sociedad Internacional de Alergia y en 1963 se creó la Fundación Jiménez Díaz. En 1964 realizó el concier- to con el Instituto Nacional de Previsión que suponía para él la continuidad de su obra y en 1966 recibió la Medalla de Oro del Trabajo, máximo reconocimiento oficial en esos años. El 17 de octubre de 1967 la Academia celebró la se- sión necrológica en su memoria con el discurso de Manuel Bermejillo Martínez, entrañable por su vieja amistad y honorable por el reconocimiento que rea- liza de su figura y obra. En el turno de palabra in- tervinieron Valentín Matilla, José Botella Llusiá, Juan Bosch Marín y José Alberto Palanca. Jiménez Díaz fue una personalidad indiscutible y su gran proyecto vital, un Centro total , una realidad. Ocupó puestos de gran relevancia, su aportación científica fue incuestionable, la obra escrita inmensa, creó una escuela de gran altura, y tuvo el reconoci- miento de la sociedad científica y de la sociedad civil. Como he señalado en otro lugar (3), Don Carlos, es- taba dotado de una gran personalidad que produjo en su entorno una fuerte atracción que generó un gru- po de colaboradores llenos de ilusión. Su visión de la medicina y la investigación, apartada de lo imperante en España, causó un tremendo entusiasmo en los que le rodeaban y los más lejanos. Trasladó al médico que sin investigación no había esperanzas, hablando de otra medicina y de otra forma de hacerla. Preconizó una medicina científica, pero a la cama del enfermo y aportó a la medicina española un claro rigor inte- lectual en la exploración y el diagnóstico. Además de todo ello abogó por la necesidad absoluta del trabajo en equipo y de la formación continuada del médico, a la vez que puso de manifiesto una voluntad decidi- da para conseguir ayuda moral y material de una so- ciedad con pocas inquietudes científicas. A pesar de todo ello lo más importante de su obra fue sin duda el diseño, creación, organización y desarrollo de la Clí- nica Nuestra Señora de la Concepción , sin apartarse de la medicina científica con la que soñó. El profe- sor Serrano Ríos, formado en la Fundación Jiménez Díaz, nos hablará a continuación de las aportaciones de Don Carlos a nuestra medicina. Quiero acabar este recuerdo al maestro de tantos con unas palabras suyas recogidas en su discurso de ingreso en esta Academia (5): “… Y también hu- biera sido deseable, y sin duda fecundo, el análisis de por qué en nuestro país, cuando una escuela ha brotado por el esfuerzo y el estímulo del maestro, su estela ha sido efímera como la de la nave en un océano agitado. Es éste el aspecto de la tradición que no es incompatible, antes bien ayuda indispensable, de una fértil evolución: el recuerdo de los hombres ejemplares y la conservación cuidadosa de sus hue- llas espirituales facilitando que en sus discípulos no solamente persista su obra, sino que se les depare ocasión de mejorarla ”. Hoy la Real Academia Nacional de Medicina de Espa- ña le recuerda como una figura excepcional de la me- dicina española. Los avatares de Carlos Jiménez Díaz para ingresar en la Real Academia de Medicina fueron complicados debido a su posición con algunos científicos espa- ñoles que habían sido excluidos de la Real Acade- mia, más por razones políticas que académicas. Su carácter eminentemente científico le hizo alejarse de ella y posteriormente cuestiones políticas le ale- jaron de la Institución. Finalmente ingresó ponien- do de manifiesto un gran espíritu crítico y preco- nizando una medicina cerca de la investigación que no era lo predominante en su tiempo. CONCLUSIONES

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