Anales de la RANM

129 A N A L E S R A N M R E V I S T A F U N D A D A E N 1 8 7 9 NICOLÁS ACHÚCARRO Antonio Campos An RANM · Año 2018 · número 135 (02) · páginas 125 a 131 les y no identificados por entonces en la corteza cerebral, Achúcarro confirma y demuestra, entre otras con su téc- nica, que son células que no poseen gliofibrillas, ni pies chupadores, pero que acumulan grasa (Fig.5). No solo re- laciona dichas células con las células granulo-adiposas, descritas también en las mismas situaciones patológicas y experimentales que las células en bastoncito, sino que postula un carácter fagocítico para las mismas afirmando que eliminan los productos de degradación de las célu- las nerviosas durante los procesos inflamatorios. Sobre el origen de las células en”bastoncito” existía un amplio de- bate. Achúcarro advirtió que el problema era insoluble en tanto no se dispusiese de una técnica capaz de diferenciar las distintas células intersticiales del tejido nervioso (2) (4) (13) (21) (22) (23). El descubrimiento de dicha técni- ca y la resolución definitiva del debate corresponderá a D. Pio del Rio Hortega, el más importante discípulo de Ac- húcarro ( 24) (25) (26) (27).(26) (27) Una segunda contribución significativa de Achúca- rro a la histología del sistema nervioso fue el estu- dio de lo que denominó gliotectónica o glioarquitec- tónica, esto es la especial disposición arquitectónica de la glía en los centros nerviosos. Con tal fin estu- dio especialmente la gliotectónica de la corteza ce- rebral y especialmente del asta de Amón y la fascia dentata (28) (29). La conexión de la glía con los vasos a través de las denominadas “trompas de Achúcarro” fueron también objeto de su investigación histológi- ca (30) (31). A todo esto hay que añadir aportaciones a la histopatología de algunas lesiones nerviosas vin- culadas por ejemplo a la rabia o a algunas demencias (32) (33) y la hipótesis de que la glía tenia entre otras funciones un papel metabólico y secretor en una épo- ca en la que se desconocían los neurotransmisores o metabolitos cerebrales (13). Nicolás Achúcarro nos legó, además de su obra histo- lógica, un magisterio y una conducta. En relación con el primero basta leer el artículo que Don Santiago Ra- món y Cajal, a propósito de su muerte, publicó en el Semanario España en Mayo de 1918 (34). En él puede leerse “ Lo único que puede consolarnos de su prematu- ra desaparición es que, para honra de la patria y espe- ranza de la renaciente ciencia española, nos dejó hijos espirituales capaces de proseguir su obra y de rendirle perenne justicia”. Sin duda las figuras de Rio Hortega y González Lafora constituyen un claro y brillante ejem- plo del magisterio ejercido por Achúcarro. Un estilo de conducta personal y un modo de conducta social constituyen también parte importante del legado de Achúcarrro. La determinación es el rasgo que mar- ca, a mi juicio, su conducta personal. Una determina- ción para formarse, en el laboratorio personal de Luis Simarro o en la clínica de Juan Madinaveitia, en Fran- cia, en Alemania, en Italia, etc. o donde sea necesario (2) (3) (4). Y además su pasión por la música y su voluntad de acercamiento a la vida intelectual y artística. “No es todo hacer carrera y nombre y ganar dinero” cuenta Mi- guel de Unamuno que le decía un joven Nicolás Achúca- rro, determinado a buscar más amplios horizontes (16). La misma determinación muestra igualmente al erigir- se en protagonista activo de su vida y tomar por tanto todas las decisiones que considera más oportunas para ello con independencia de cualquier tipo de influencia. En una carta dirigida a su madre, desde Whashington, en 1909 escribe “El director (del hospital donde trabaja) asegura que hará de mi un americano. Yo le digo que no” (14). Igual determinación demuestra cuando se casa en 1911, con la oposición de su familia, con su prima Do- lores Artajo que padece una grave artritis deformante (14). Los secretos de esa voluntad y determinación que- daron quizá ocultos para siempre en las cartas que escri- bió a Dolores Artajo desde Washington y que esta pidió que enterraran con ella para que no fueran nunca desve- ladas (35). Los progresivos resultados que va alcanzando en su investigación histológica demuestran igualmente su determinación para lograr sus objetivos profesionales. La conducta social de Achúcarro hay que insertarla en el marco del regeneracionismo, el institucionismo y el positivismo antes reseñado. En este contexto Ac- húcarro simboliza, en palabras de Marañón, al mé- dico que “ aúna por vez primera al hombre de ciencia con el clínico” , un modelo de médico investigador que es necesario seguir impulsando en nuestros días para que la investigación logre definitivamente impregnar la práctica clínica (14) (36). Pero en Achúcarro se au- naba también “ el humanismo de Giner y el entusiasmo científico de Cajal ” según dejó escrito Alberto Jimé- nez Fraud, el director de la Residencia de Estudiantes con el que Achúcarro colaboró en la etapa fundacio- nal de la misma. A sus saberes científicos Achúcarro, modelo de médico culto, incorporó el bagaje cultural y educativo de su época, posiblemente el único modo, entonces y ahora, para potenciar la empatía entre el médico y el enfermo (36). Un rasgo fundamental de la conducta social de Achúca- rro lo constituye su actitud alegre, constructiva y entu- siasta con el presente y el futuro, especialmente en su re- lación con los jóvenes científicos y estudiantes de la Resi- dencia a los que tanto contribuyó a formar. “La Aurora”, Fig 4. Dibujo de Achúcarro. A y B células en bastoncito. C Astrocitos

RkJQdWJsaXNoZXIy ODI4MTE=