Anales de la RANM

179 A N A L E S R A N M R E V I S T A F U N D A D A E N 1 8 7 9 LAS MUJERES EN LA CIENCIA Y EN LAS ACADEMIAS María del Carmen Maroto Vela An RANM · Año 2018 · número 135 (02) · páginas 178 a 183 sidera), la única mujer, Hipatia, como una figura ex- quisitamente femenina, con túnica blanca y largo pelo rubio. Creemos que es un gran reconocimiento, quizá el primero, a una mujer entre un grupo numeroso de intelectuales varones. Y llegamos a la oscura y lóbrega Edad Media. En ella destacó una niña (1098-1179), Hildegard von Bingen que, con muy pocos años, fue donada a la Iglesia por unos padres con once hijos, y encerrada en un con- vento, donde permaneció toda la vida. Fue abadesa de un Monasterio creado por ella, pintora, compositora, poeta y filósofa. Invento un idioma, “la lengua igno- ta”, con un alfabeto propio, varios siglos antes de que el oftalmólogo polaco Luis Lázaro Zamenhof creara el esperanto. Sus incursiones en el campo médico se vie- ron plasmadas en dos libros: “Sobre la Medicina sim- ple” y la “Medicina compuesta”. En este momento es considerada como la primera sexóloga de la Historia, ya que afirmaba que el placer era cosa de dos, y que la mujer también era capaz de sentirlo. Sus descripcio- nes del orgasmo femenino son magníficas, pero resul- tan, como poco, curiosas en una mujer de su época, y además, monja. Quizá por ello, es un mito del ac- tual grupo de los LGTBI (lesbianas, gays, transexuales y bisexuales), posiblemente por su supuesta homose- xualidad. Fue considerada Santa, y en 2012, Benedic- to XVI, la nombró Doctora de la Iglesia. En el siglo de las luces predominaron la razón y la ciencia, y hubo un resurgimiento y mayor desarro- llo de todos los aspectos intelectuales. En ellos des- tacó Emily Breuteil (1706-1749), típica mujer de la época. Hermosa, resplandeciente, luminosa, hablaba varios idiomas ya desde muy pequeña (primer hecho necesario si se quería leer a los clásicos) y perteneció a la nobleza, ya que fue marquesa de Châtelet. Ello le permitió abrir sus salones a las mentes más precla- ras de la época (Voltaire, Montesquieu, Rousseau) y colaborar ella misma mediante libros como la Gra- mática razonada, o el pronunciamiento de diversos discursos, como el dedicado a la Felicidad. Fue una gran traductora de Leibnitz e introdujo en Francia las ideas de Newton sobre los principios matemáti- cos de la filosofía natural. Como pincelada femeni- na, diremos que fue amante de Voltaire, lo que de- muestra que, además de su belleza física, debía de tener poca glía y varias neuronas perfectamente co- nectadas. Laura Bassi (1711-1778) se casó con un médico (en ese momento la mayoría de las mujeres que destaca- ron intelectualmente lo hicieron al lado de un hom- bre, padre, marido, hermano, maestro, etc, que la ayudó y estimuló en su formación). Es quizá la más similar a alguna de las mujeres de nuestra época. Pri- mera Catedrática de Física, perteneció a la Academia de Ciencias, y escribió un libro sobre la “Compresión del aire”. A pesar de todo esto, y su claro reconoci- miento social, cada vez que quería llevar a cabo algún tipo de conferencia pública, fuera del ámbito pura- mente académico, debía de pedir permiso a un orga- nismo que pudiéramos considerar similar a nuestro Senado. Tuvo doce hijos, hecho más o menos normal en la época, pero es evidente que llevó a la práctica el concepto que parece que acabamos de descubrir de conciliación familiar y laboral. Ada Byron (1815-1852). Mujer típica también de su entorno social y cronológico, fue la única hija legíti- ma del gran poeta inglés. Colaboró con Babbage en la creación de dos máquinas, la diferencial y la analí- tica, que podemos considerar como los ancestros de nuestros ordenadores, Así mismo, idearon varios len- guajes de programación, no sólo de tipo teórico, sino con claras aplicaciones militares, industriales y civiles. Pero que no pudo publicar con su nombre, necesitan- do hacerlo a través de un pseudónimo: AAL. En este momento, se considera a ambos pioneros de la moder- na informática. Marie Curie , cuyas fotografías demuestran su perso- nalidad seria, severa, austera, vestida de oscuro, de mirada triste, posiblemente debido a su enfermedad, pero, eso sí, casi siempre en su laboratorio. Tengo mu- chos datos sobre Marie, pero debido a la magnífica idea de esta Academia de realizar una sesión única y exclusivamente dedicada a ella, voy a omitir la mayo- ría. Simplemente reseñaré el aspecto científico, plas- mado en dos Premios Nobel: uno de Física en 1903 con su marido Pierre, y otro, sola, cuando éste ya ha- bía fallecido, de Química. Sus relaciones con la Aca- demia de Francia no fueron las que ella se merecía, ya que fue rechazada, posiblemente de forma injusta, por unas relaciones afectivas con Pierre Langevin. Poste- riormente fue aceptada, como debería de haberse he- cho desde el principio, debido a sus grandes descu- brimientos científicos y su repercusión internacional. Desde el punto de vista femenino, me gustaría des- tacar un hecho que siempre me inspiró una inmen- sa ternura, quizá porque me trae grandes recuerdos: Cuando estaba escribiendo su Tesis, con su pié dere- cho movía la cuna donde dormía su hija Irene. Tam- poco debemos olvidar que, pasados varios años, esa niña también recibió el Nobel de Química, junto con su marido, Joliot. Lisa Meitner (1878-1968). Fue, junto con Rosalind Franklin, una de las mujeres que he llamado “relega- das” u “olvidadas”, a pesar de su ingente labor cientí- fica. De origen judío, tuvo serios problemas, tenien- do que exiliarse. Fue una gran intelectual (siempre pienso que no basta con ser buenas profesionales, sino que, además, debemos ser buenos intelectuales), par- ticipando, por ejemplo, en las veladas sociales orga- nizadas por Max Planck, en las que Joachim y Eins- tein tocaban el violín. Pero además, fue una magnífica científica. Trabajó con Otto Hann en la fisión del áto- mo y descubrió el protoactinio. Pero el Premio Nobel sólo se le concedió a Otto, coincidiendo con uno de sus exilios. Sin embargo, Einstein habló de ella como “nuestra Marie Curie”, y reconoció que había sido la segunda mujer más importante en Física. De hecho en 1994, la UIQA dio su nombre, “meitnerio”, a un nuevo elemento, el 109. Rosalind Franklin (1920-1958), Magnífica cristaló- grafa, fotografió por primera vez el ADN, con su cruz central, arcos, etc., abriendo una gran puerta a los posteriores descubrimientos de Watson y Crick, que recibieron el Premio Nobel en 1962. Por supuesto, ella ya había fallecido, pero siempre echo de menos una referencia, una nota, algo, que recordara el trabajo de Rosalind. Fotografió igualmente, la estructura del vi- rus del mosaico del tabaco.

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