Anales de la RANM

189 A N A L E S R A N M R E V I S T A F U N D A D A E N 1 8 7 9 SESIÓN NECROLÓGICA EN MEMORIA DEL EXCMO. SR. D. HIPÓLITO DURÁN SACRISTÁN Manuel Díaz-Rubio García An RANM · Año 2018 · número 135 (02) · páginas 184 a 190 va, donde permanecí primero como Contador, más tar- de como Vicepresidente y finalmente como Presidente. Puedo decir que este recorrido fue posible por su conti- nuo apoyo y creer en mí. Mi gratitud a él, por lo que sig- nificó en esta etapa de mi vida, es imperecedera. De él aprendí todo lo bueno que pude hacer en la Academia, siendo lo malo únicamente debido a mí. Diferenciaba muy bien la Academia de la Escuela y la Universidad siguiendo el pensamiento de Pedro Laín. En la Escuela se enseña, pero no se investiga, en la Uni- versidad se enseña y se investiga, y en la Academia se exponen los resultados de las investigaciones y se discu- ten ideas y reflexiones con otros colegas al máximo ni- vel. Para él, los discursos de pensamiento, basados en la experiencia y el criterio razonado, tan frecuentes en las Academias, son la expresión del máximo nivel de ellas. Reconocimiento de la comunidad científica y de la sociedad civil Los reconocimientos a su labor fueron numerosos. En- tre otros muchos fue Académico de Honor de la Real Academia de Medicina y Cirugía de Valladolid, de la de Ciencias Médicas de Bilbao, de la Academia de Ciencias Médicas de Cantabria, Académico correspondiente de las Academias de México, Río de Janeiro, Colombia y Bélgica, y Medalla de Plata de la Real Academia Nacio- nal de Medicina de Francia. Doctor Honoris Causa por la Universidad del País Vas- co, fue Premio Nacional de Cirugía Pedro Virgili, y Miembro de Honor de: Sociedad Argentina de Ciruja- nos; Sociedad de Ciencias Ortopédicas y Traumatología; Galicia y Santa Cruz de Tenerife; de la Sociedad de Ciru- janos de Chile, de la Academia Ecuatoriana de Medicina y de la Interamerican Medical and Health Association. Socio de número de la Societé Internationale de Chiru- gie de Bruxelas (Bélgica) Socio de Honor de la Asocia- ción Española de Cirujanos. Premio Virgili 1994 de la Sociedad Catalana de Cirugía. Distinciones importantes fueron las Grandes Cruces de la Orden del Mérito Civil y de la Orden Civil de Sani- dad, la Medalla de Oro de Mérito en el Trabajo, la Me- dalla de Oro 2008 de Fisalud, Médico del Año en 1997 y miembro del Colegio Libre de Eméritos el año 1991. El Hombre No es posible acabar sin hablar sobre cómo era don Hi- pólito como persona. Aparentemente serio y distante, era sin embargo cercano, de gran simpatía y un exquisi- to sentido del humor. En una entrevista en el año 2009 reconocía que de joven era muy serio, severo e incluso reprendía a sus discípulos, y como decía, seguramente por no tener la autoridad para ello. Reconocía que lo ha- cía por emular al maestro y por creer que la superiori- dad la encontraba en ello. En cierta forma eso le marcó como un hombre serio y distante, lo cual no se corres- pondía con la realidad. Su relación con sus discípulos, compañeros, etc. fue magnífica, de gran confianza y en muchos casos amistad, por lo que tal confesión en su momento tan sólo queda en el recuerdo y como expre- sión de su humanidad y humildad. Su figura producía una enorme atracción. Profunda- mente inteligente y educado, fue un hombre austero, in- agotable, perfeccionista y apasionado. Destacaba en él su sentido de la responsabilidad, así como su seguridad y capacidad resolutiva ante los problemas de toda índo- le a los que se enfrentaba. Igualmente, reseñable es la enorme firmeza que mostraba en la administración de sus valores. De enorme seriedad en todos los órdenes de ésta, des- tacaba en él una enorme capacidad pedagógica que se iniciaba tan sólo con escucharle. Su oratoria fácil, en un perfecto castellano, cautivaba al oyente inmediata- mente. Sebastián Herrador, catedrático de Patología y Clínica Médicas de Valladolid le calificó en este senti- do, aun siendo muy joven, como una “ Boca de oro ”. Era pues, un gran orador, llegando con suma facilidad a los que le escuchaban. No explotaba esta facultad para de- formar la realidad, sino para consolidarla, para interesar al oyente, para despertar pasiones médicas o humanas, si era el caso. Además de su oratoria, hablaba un perfecto castellano, utilizando construcciones no frecuentes. Por ejemplo, cuando admiraba a alguien por sus comportamientos decía que era un “ hombre cabal ”, queriendo referirse a “ alguien perfecto de virtudes y en guardar especialmente justicia ”, como dice Bernardo Aldrete en su libro sobre el origen y principio de la lengua castellana publicado en 1674. Su relación con aquellas personas que se encon- tró a lo largo de su vida fue magnífica, siendo frecuente oír calificativos tan definitorios de su carácter, como que era una persona encantadora. Su discípulo Luis García- Sancho Martín en su discurso de ingreso en esta Real Academia lo calificó como “ Un auténtico señor de la me- dicina y la vida ”. Era además un hombre eminentemente resolutivo. No dudaba si tenía que tomar decisiones y las asumía como un hombre entero en el sentido de Wilhelm Dilthey: una unidad indisoluble de sus dimensiones cognitivas, afec- tivas y volitivas. No perdía el tiempo. Decidía rápida- mente porque tenía muy meditada las cosas por su gran experiencia y capacidad de hacer. Alguien de su catego- ría no podía entretenerse y posponer las decisiones. Otra de sus virtudes manifiestas era su lealtad. No trai- cionaba a nadie. Si no estaba de acuerdo con algo o al- guien lo decía, pero a nadie engañaba. Me decía más de una vez que engañar a alguien era engañarse a sí mismo, y que eso era deleznable. Era un hombre de una integri- dad absoluta, valor muy bien señalado por Vicente Cala- tayud en el “in memoriam” que publicó en el Heraldo de Aragón tras su fallecimiento. Sabía valorar y reconocer el mérito de los demás, algo desgraciadamente no muy frecuente. Manuel Escudero me recordaba no hace mu- cho una frase que con frecuencia repetía cuando se refe- ría a alguien a quien reconocía en su valor: “… es de esos hombres que no se andan por la superficie, sino que ahon- dan en lo más profundo ”. Este valor de reconocimiento a los demás era parte de su grandeza como ser humano. Era un enamorado de la vida y de España. Le gustaba conversar, el cine, la música y los deportes en general y el Real Madrid en particular. Nada le hacía más feliz en los últimos años que ver un partido de futbol junto a sus hijos y ni etos.

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