Anales de la RANM

307 A N A L E S R A N M R E V I S T A F U N D A D A E N 1 8 7 9 SESIÓN NECROLÓGICA EN MEMORIA DEL EXCMO. SR. D. MANUEL DOMÍNGUEZ CARMONA María del Carmen Maroto Vela An RANM · Año 2018 · número 135 (03) · páginas 304 a 308 Académico Si han sido importantes en la vida del profesor Domín- guez Carmona las actividades docentes, sanitarias y militares, quizá la que culminó toda su trayectoria in- telectual, fue la Académica. En 1973, fue nombrado Académico correspondiente de esta Real Academia Nacional. A partir de ese mo- mento, y desde su estancia en la Universidad de Santia- go, fue nombrado en 1981, Académico Numerario de la Academia de Medicina y Cirugía de Galicia, con un discurso de ingreso sobre “La antropología de la salud”. E igualmente Académico Honorario de las Academias de Medicina de Lugo y Pontevedra. En 1990 ingresó como Académico correspondiente de la Academia de Medicina y Cirugía de Andalucía Oriental con sede en Granada. Académico de Número de la Real Academia Nacional de Farmacia, ocupó el sillón número 4, siendo Secreta- rio de la Sección de Higiene y Sanidad, así como, pos- teriormente, Presidente de la misma. Leyó su discurso de ingreso sobre la “Patología del aluminio”, y fue con- testado por nuestro querido amigo y Académico, ya fa- llecido, pero siempre recordado, el profesor Espinós. El día 16 de diciembre de 1997, ingresó en nuestra Cor- poración ocupando el sillón número 26, vacante tras el fallecimiento del profesor Piédrola Gil, con un discur- so sobre “La causalidad en Medicina”, siendo contesta- do por el profesor Piédrola Angulo. Quizá sea el momento de agradecer a éste último dos cosas: Primero, que haya tenido la generosidad de ce- derme, con el beneplácito de la Junta Directiva, el poder estar hoy aquí, en esta tribuna, para hacer la necrológica del profesor Domínguez Carmona, ya que, lógicamente, le correspondería a él, pues, como hemos citado, contes- tó en nombre de la Academia a su discurso de ingreso. La segunda es la cesión de muchos de los datos que estoy citando, sobre la vida de nuestro fallecido compañero. En su discurso, Manuel incidió sobre la importancia del conocimiento primero de todas las cosas, el origen de todo fenómeno, la causalidad en Epistemología, su aplicación en Medicina, así como los modelos causa- les en Epidemiología. Es decir, una descripción, pero también una síntesis de todos los aspectos básicos de la Medicina Preventiva y Salud Pública. En la Academia encontró un nuevo hogar intelectual, en el que no sólo aprendió, sino que, además, enseñó. Y nos puso al día, con sus conferencias, en aspectos clásicos tales como el estudio de los adipocitos o el interferón, los graves problemas más actuales sobre las drogas, el acoso sexual, el estrés térmico, etc. Sin olvidar la descripción de la nueva Medicina Preventi- va, con una exaltación de la Salud, los nuevos concep- tos de la misma que, según dijo Andrija Stampar, “no es sólo la ausencia de enfermedad, sino el completo estado de bienestar físico, mental y social”, e incluso una aproximación más moderna sobre los síntomas prepatogénicos, que permiten una hipotética clasifi- cación de las enfermedades, o, por supuesto, los nue- vos conocimientos genéticos. Lagrange, brillante Académico, exclamó en la época de “La terreur” en Francia, cuando Lavoisier fue decapita- do en la guillotina: “Ha bastado un instante para cor- tarle la cabeza, pero Francia necesitará un siglo para que aparezca otra que se le pueda comparar”. Y yo pre- gunto, ¿Podríamos asimilarlo no sólo al cerebro sino a la sensibilidad, la bondad, o incluso el buen hacer humano del profesor Domínguez Carmona? ¿Cuánto tiempo necesitaremos para encontrar en nuestra Aca- demia alguien de sus cualidades intelectuales, cívicas y por supuesto, humanas? Humano Y llegamos al punto más importante: la vida de toda persona, de todo hombre de bien. El profesor Domínguez Carmona fue el clásico Vir bonus , tantas veces mencionado en esta Academia. Fue el Vir bo- nus medendi peritus plenus misericordia et humanitas , de Scribonio Largo, médico del emperador Claudio, del que hablaba también Quintiliano en su Educación Retorica. Siempre tuvo como fin la consecución del bien, tanto en el concepto de bien per se (el agathon ), como de algo propio a su naturaleza. Según Aristóteles “hacemos el bien practicando la virtud, de la misma manera que nos convertimos en intérpretes de la lira, tocando la lira”. O el bien como moral kantiana, el deber (deber hacia la Medicina, hacia su familia o hacia sus amigos). Por úl- timo, hombre de profundas ideas religiosas, asimilando la bondad con el Ser Supremo. El mismo Kant, que an- tes citábamos, decía: “El cielo estrellado encima de mí y la ley moral dentro de mí, son la prueba de que hay un Dios encima de mí y un Dios dentro de mí”. Todas estas cosas las pensaba cuando escribía esta semblanza sobre Manolo Domínguez Carmona. Hablábamos antes de las características que debía tener una Academia. Él, como Académico (posiblemente me lo habrán oído decir muchas veces), tenía la Enkrateria de los griegos (¡siempre volvemos los ojos a Grecia!), el señorío, la clase, la nobleza que engrandece, Y tenía una gran humildad, porque realmente hay que dejar la vanidad para todos aquellos que no tienen nada que exhibir. Y él tenía mucho que exhibir. Tenía humanidad, espiritualidad y trascendencia, en- tendiendo ésta última como una disminución del sen- tido del yo, y una capacidad de identificarse con los de- más. Siempre convencer, no vencer. Entendió como nadie que la sonrisa es la distancia más corta entre dos personas, y por ello, sus actuacio- nes siempre fueron ejemplo de amistad, compañeris- mo y buen hacer. Fue un hombre prudente, siempre con disciplina y obediencia a quien consideraba superior. Siguiendo nuevamente a Aristóteles, según el capítulo X de su “En torno a la política”, el profesor Domínguez Carmo- na creía que él había de ser el prudente, “el obrero que fabricaba un instrumento de música, pero siempre res- petando al gobernante como verdadero artista, del cual sacaba los sonidos”.

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