Anales de la RANM

308 A N A L E S R A N M R E V I S T A F U N D A D A E N 1 8 7 9 SESIÓN NECROLÓGICA EN MEMORIA DEL EXCMO. SR. D. MANUEL DOMÍNGUEZ CARMONA María del Carmen Maroto Vela An RANM · Año 2018 · número 135 (03) · páginas 304 a 308 El autor de El gatopardo, Lampedusa, decía que no son los latifundios ni los derechos feudales los que hacen al hombre noble, sino las diferencias. Esto, en el más amplio sentido de la palabra. Sobre todo, en los mo- mentos en que vivió el profesor Domínguez Carmona, y en los actuales, en los que hemos abandonado estos conceptos. Obrar es fácil, pensar difícil, y obrar en concordancia, incómodo. Si ese pensamiento no se ajusta al del en- torno que nos rodea, a veces resulta imposible. Pero él lo consiguió, no sólo desde el punto de vista ambien- tal (ya vimos su participación en la ecología), sino hu- mano. Porque no es lo mismo ser que sentir. Él era y se sentía humano. Se sentía parte del mundo en que vivía. Muchas veces la vida hay que vivirla en soledad y en nuestra propia intimidad, porque es tan limitada, que no podemos vivir siempre la de otros. Sin embargo, su vida fue una intimidad compartida con su querida fa- milia y sus amigos. ¡Cuantas veces compartió con no- sotros esa intimidad, por otra parte bulliciosa, porque se juntaban sus siete hijos (por cierto, todos unos mag- níficos profesionales, médicos, farmacéuticos, aboga- dos, y licenciados en empresariales), los tres nuestros, más toda una serie de chiquillos que siempre aparecían por allí! Fue hace muchos años, en el mes de julio en la Costa del Silencio tinerfeña, a la cual acudimos hu- yendo de los problemas granadinos, para encontrarnos con esa familia siempre dispuesta a proporcionar ale- gría y paz, con una generosidad sin límites. Y con él, estaba Mercedes, su esposa. Siempre que se habla de una mujer se dice que es extraordinariamen- te bella por fuera y adornada de todas las virtudes por dentro. En este caso, era verdad. Y con una gran en- tereza digna de admiración frente a las adversidades y, sobre todo, la enfermedad. Tenía todo aquello de lo que carecemos hoy en día, ternura, dulzura, pudor, pa- labras que incluso no nos atrevemos muchas veces a decir, por miedo a que nos tachen de clásicos. ¡Como si lo clásico fuera algo vergonzante! Era la mujer bíblica: “Tu mujer como parra fecunda. Tus hijos como renuevos de olivo en torno a tu mesa” ¡Como si la maternidad apartara a la mujer de for- ma definitiva, de todas sus infinitas potencialidades! Mesa, por cierto, en la cual se sentaban no sólo sus hi- jos o cuantos familiares pudieran acercarse, sino todos los demás. Y soy testigo de ello. De cómo recibieron en Canarias a toda mi, a su lado, exigua familia. No nos invitaban a estar con ellos. Estábamos siempre con ellos. Nos acogieron, pero ellos no acogían, asimilaban e integraban. Creo que la primera infancia de mis hijos se encuentra unida a la de esa bendita familia en Cana- rias, así como la redacción del discurso de ingreso de su padre en la Real Academia de Medicina de Andalu- cía Oriental, que también se escribió allí. Por cierto, el profesor Domínguez Carmona siguió un dicho que todos los discípulos oíamos siempre a nues- tro maestro, el profesor Matilla. Él, que era de Zamora, decía que como su mujer era gallega, él era gallega. No gallego, sino gallega. El profesor Domínguez Carmona, era canaria, y así lo practicaba volviendo, siempre que podía, con toda la familia a esas bellas islas, como Moi- sés buscaba la tierra prometida. Realmente, Mercedes y Manolo eran como dos cuerdas de un laúd, que están solas y aisladas, aunque vibran todas con la misma música. ¡Así vibraban ellos! A sus hijos, sus queridos siete hijos, que hoy se encuentran aquí, emocionados, me gustaría recordarles que tuvie- ron un padre ejemplar, aunque ya lo sepan. Que no se ha ido del todo. Que quizá sólo se ha ido a la habita- ción de al lado, a un lugar próximo, a la vuelta de la es- quina, a esperarnos. Y, como él decía siempre, que no os preocupéis, que todo está bien. Hoy damos gracias a Dios por haber contado con él desde el punto de vista profesional y haber sido sus amigos. Hoy sentimos el privilegio de haber compar- tido la Academia con él. Hoy nos sentimos familia con su familia. Hoy, una vez más, la Real Academia de Me- dicina es su familia. Conclusión Por eso, porque lo importante para todos nosotros es que cuando nos marchemos dejemos una senda de amor y trabajo, y porque el profesor Domínguez Car- mona lo hizo, os pido que le recordéis. Os invoco para que le recordéis, como lo hacemos hoy todos nosotros, como yo lo hago en nombre de la Academia. Sé que la persona que tanto había viajado, a sus 92 años se encontraba, a veces, parte del día, perdido en las re- giones habitadas por el recuerdo y quizá el temor del más allá, como muchos de nosotros. Que quizá había dejado de pertenecer, en algunos momentos, como muchos de nosotros, a su tiempo. Que su verdadero ser había mutado, y que la lengua tendía con frecuen- cia a regresar al silencio. Y yo pensaba entonces que la vida, el mundo y quizá el cielo son injustos. Porque él no podía desaparecer. Creo que cada sonido que se emite navega por los ai- res, y siempre vuelve de regreso. Y que si queremos que en nuestro oído resuenen palabras justas, no hay más que pronunciarlas con anterioridad, para que siempre resuene su eco. Como ha resonado su vida entre no- sotros. Será difícil mantener su ejemplo. Si pensamos en él, será más fácil mantener los valores éticos de nuestra vida. Más cerca de la espiritualidad que el ser humano ha buscado siempre. Más cerca, como decía San Juan de la Cruz, de mantener, en una noche oscura, nues- tra casa sosegada. En nosotros, nuestra Academia so- segada. El nos ayudó a ello. Descansa en paz, querido amigo. Si desea citar nuestro artículo: Maroto-Vela M. SesiónNecrológica enmemoria del Excmo. Sr. D. Manuel Domínguez Carmona ANALES RANM [Internet]. Real Academia Nacional de Medicina de España; An RANM · Año 2018 · número 135 (03) · páginas 304– 308 DOI: http://dx.doi.org/10.32440/ar.2018.135.03.dle01

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