Anales de la RANM
322 A N A L E S R A N M R E V I S T A F U N D A D A E N 1 8 7 9 CONTESTACIÓN AL HOMENAJE A LA ANTIGÜEDAD ACADÉMICA Francisco Alonso Fernández An RANM · Año 2018 · número 135 (03) · páginas 321 a 323 esta Medicina (“la adaptación del tratamiento mé- dico a las características individuales del paciente”) deja muy claramente especificado la implicación de los elementos psicosociales del paciente. La revisión terminológica de la ciencia médica se presenta como una exigencia mayúscula. Ponga- mos un ejemplo: la designación de un curso clí- nico favorable se ajusta al término “restableci- miento”, ya que su precisión semántica permi- te corregir los dos términos al uso: por un lado, “curación”, término demasiado definitivo y con- cluyente y, por otro, “remisión”, vocablo demasia- do humilde o efímero. La propia Psiquiatría afronta hoy nuevos horizon- tes. La medicina psiquiátrica pragmática, sin aban- donar su actitud de ciencia humanística empírica y comprensiva, a la vez ciencia mixta, como ciencia natural y ciencia cultural, amplía su horizonte tera- péutico con la llamada Psiquiatría Participativa. En el programa asistencial de la prometedora Psiquia- tría Participativa se incluye como novedad la par- ticipación activa del enfermo en el proceso asisten- cial, tramitado a través de un nuevo método cono- cido como “terapia pedagógica”. El programa de la Psiquiatría Participativa, distin- guida por el logro de una adhesión fiel del paciente al tratamiento, ofrece la singular ventaja de mejorar la respuesta terapéutica, al tiempo que reduce el ín- dice de abandonos del tratamiento, precoces o tar- díos, excluye el cumplimiento irregular o inadecua- do de las normas asistenciales. La prevención primaria de los trastornos mentales permanece como la meta última o suprema de la psi- quiatría empírica actual. Este logro preventivo se ha alcanzado en una amplia medida en el capítulo de los trastornos depresivos, donde cada quien puede protegerse a sí mismo en una proporción superior al 50% del riesgo, mediante una estrategia de vida ade- cuada, estrategia que yo mismo entre otros he des- crito con puntualidad en varias monografías sobre el enfermo depresivo. En el curso de la entrevista con el enfermo sigue im- perando en la actitud del psiquiatra el método com- prensivo, o sea la senda o camino adecuado para captar los nexos de sentido y el haz de motivacio- nes presentes en la vida y las vivencias del enfermo. El ejercicio de la comprensión clínica abarca la rea- lidad del enfermo, una realidad sistematizada, en términos orteguianos, en lo patente y lo latente , sin omitir nunca el establecimiento del diagnóstico de su trastorno psicopatológico. La limitación empírica de la comprensión del enfer- mo como Hombre Total viene dada por su dimen- sión inconmensurable, según pone de relieve el pio- nero del método comprensivo, Karl Jaspers, en su obra póstuma Philosophische Autobiographie. La comprensión del enfermo por parte del médico pro- porciona a éste la enorme satisfacción de sentirse comprendido. En verdad, para la vida emocional del enfermo es casi tan importante sentirse comprendi- do como encontrarse recuperado. El laberinto de la psicopatología se encuentra sis- tematizado en los libros clásicos en forma de una nosografía, una especie de sistema clasificatorio de los trastornos mentales vistos desde el empirismo comprensivo clínico, conexionado con sus factores determinantes, distribuidos en motivos y causas. Se está incurriendo en el grave error de hacer pasar por una nosografía válida para la evaluación psi- copatológica el catálogo respaldado por el marke- ting, conocido como DSM (las siglas en inglés del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastor- nos Mentales). Es preciso remarcar que la validez o utilidad del DSM (que es una taxonomía de origen extra-clínico y no una nosografía clínica) se limi- ta a los informes destinados a la consideración por personas ajenas a la Medicina, como ocurre con los informes forenses. La moderna inserción de las neurociencias en la psi- quiatría me lleva a recordar los viejos tiempos ca- racterizados por la integración unitaria de la neuro- logía y la psiquiatría formando una especialidad co- nocida como neuropsiquiatría. Yo mismo ejercí en mi primer lustro profesional como un neuropsiquia- tra. El rápido desglose de este ciclo unitario permi- tió tanto a la psiquiatría como a la neurología una expansión científica prodigiosa. Y aproximándonos al final, no voy a escatimar una vibrante alocución en defensa del enfermo mental. Estos enfermos son con frecuencia objeto de estig- matización, o sea víctimas marcadas con una esti- mación social negativa. Esta especie de repulsa o re- chazo social que carga contra el paciente psiquiá- trico se funda en dos suposiciones erróneas: su in- sensibilidad emocional y su irrecuperabilidad (antes decíamos incurabilidad). Por el contrario, en primer lugar, el enfermo mental suele poseer una profunda riqueza de sentimientos positivos y, en segundo lu- gar, hoy por hoy, con excepción de los procesos de- menciales, su recuperación alcanza casi el 90% de los casos. Resulta apremiante alcanzar en la población gene- ral un cambio de actitud comunitaria ante el enfer- mo mental. Muchas veces el escollo que mantiene resistente el trastorno mental a la gestión terapéu- tica se localiza en la marca de rechazo afectivo que encuentra el paciente en su gente. Hasta enfermos mentales geniales como Beethoven, Kafka o Pessoa sufrieron un trato adverso o el abandono afectivo por parte de sus allegados. En conclusión, es de jus- ticia señalar en letras de oro que el enfermo psi- quiátrico precisa en cualquier caso anudar el vín- culo de una relación afectuosa con sus familiares o personas próximas. Y ya para finalizar mi intervención breve, demasia- do breve por imperativo del protocolo, para apaci- guar mi consternación, contenida hasta este mo- mento, preciso dedicar un recuerdo de dolor y año- ranza en memoria de las muchas personas queridas fallecidas. Debo confesar que esta pérdida irrepa- rable de amigos y familiares aflige muchos momen- tos de mi vida y llega en ocasiones a hacer que me sienta como un náufrago superviviente en un país extraño.
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