Anales de la RANM

225 A N A L E S R A N M R E V I S T A F U N D A D A E N 1 8 7 9 RÍO HORTEGA (I) Antonio Campos An RANM · Año 2018 · número 135 (03) · páginas 222 a 229 El primero fue al igual que Río-Hortega, ayudante de la cátedra de Histología en Valladolid. Tras doctora- se en Madrid en 1907 se traslada a Méjico, país en el que va a desarrollar un fructífera labor como inves- tigador y docente y como maestro de una prestigiosa escuela de histólogos y anatomopatólogos. El segun- do fue también, como Río-Hortega, alumno interno de Anatomía y con posterioridad catedrático de di- cha materia en la facultad vallisoletana (10). En la formación de Don Pío en esta etapa existe tam- bién un componente autodidacta, una continua bús- queda del saber en aquellos lugares donde este pu- diera ubicarse en una ciudad provinciana como era entonces la Valladolid de principios del siglo XX. En tal sentido Río-Hortega frecuenta la biblioteca del Ateneo y la biblioteca personal del oftalmólogo va- llisoletano Don Emilio Álvarado, una biblioteca que fue considerada en su momento muy superior a las que poseían muchas universidades y centros de in- vestigación de la época. En lo que a la formación his- tológica propiamente dicha se refiere el propio Río- Hortega nos señala que era consultor asiduo de la biblioteca de la Cátedra de Histología formada por algunos libros en francés, por traducciones al espa- ñol de algunos libros de autores extranjeros y por la revista de Cajal “Trabajos del Laboratorio de Inves- tigaciones Biológicas” (11). 3. Génesis de una decisión Tras finalizar sus estudios en Valladolid Don Pío pa- rece intentar una primera aproximación a Cajal en Madrid que concluye sin éxito. No se dispone en la actualidad de una documentación solvente que pue- da sin embargo probarlo (10). En cualquier caso muy pronto retorna a Valladolid y concretamente a su villa natal de Portillo donde ejerce como médico titular durante tres años, entre 1907 y 1910, al pare- cer por influencia de su padre y para no dar moti- vo a pensar en su inutilidad para ganarse el sustento (12). Pedro Cano sostiene que quizá retornó por la desilusión que le produjo no haber logrado la apro- ximación a Cajal que tanto ansiaba y a la que antes se hizo referencia (10). El regreso de su antiguo maestro Don Leonardo de la Peña a Valladolid, como catedrá- tico de anatomía y urólogo, y el ofrecimiento que hace a Río-Hortega para que se ocupe de las biopsias de su consulta privada, constituyen una excelente excusa para que Don Pío deje su actividad clínica en Porti- llo. A los pocos meses, en 1911, se incorpora también como profesor auxiliar de la cátedra de Histología de Don Leopoldo López García con la que siempre había permanecido en contacto (8). Durante el largo periodo de tiempo, de inconfor- mismo y dudas, que se extiende entre 1906 y 1913, año en el que finalmente se instala en Madrid, Río-Hortega continua impulsando su vocación por la histología y alentando su ambición de futuro por cultivar dicha ciencia y triunfar en ella (Fig. 5). Y lo hace en el mis- mo Portillo observando preparaciones, con el mo- desto microscopio Zulauf que le había regalado su padre, acudiendo a Madrid para cursar el doctora- do mientras el médico co-titular de Portillo, Don Manuel Sanz Martín, tiene que suplir sus ausencias y lo hace, finalmente, elaborando una tesis doctoral sobre tumores del encéfalo con material procedente de las clínicas de la Facultad de Medicina y el Mani- comio provincial de Valladolid (Fig. 2) (11). El inconformismo y la insatisfacción profesional por un lado y la ambición vocacional hacia la histología por otro son los dos grandes factores que influyen en la importante decisión que Don Pío del Río-Hortega va a tomar al final de su etapa en Valladolid: se irá a Madrid y se dedicará a la investigación histológica. Ni la clínica ni la docencia le satisface. Su condis- cípulo Adolfo Vila escribe que Río-Hortega no ha- bía nacido para ejercer como médico rural (12) y el propio Don Pío, años más tarde, al escribir sobre esa etapa de su vida, manifiesta que aunque “el laborato- rio le encantaba le era odioso que tuviese que arras- trar de la enseñanza teórica ”. La histología se con- vierte para él, en sus propias palabras, en “una ven- tana luminosa que podía ser mi redención” (7). “ Se- guro ya de que no servía para opositor y catedráti- co quise hacer una nueva exploración en busca de un laboratorio sin cátedra”,“Necesitaba un laboratorio y un maestro y me decidí a buscarlo”, éstas palabras re- flejan muy bien el resultado último de su decisión y el motivo fundamental de su traslado a Madrid. Una voluntad y una firmeza de propósito que Don Pío va a mantener, a pesar de las dificultades, durante toda su vida (13). Figura 5. Pío del Río-Hortega en su última etapa en Valla- dolid. (Archivo SEN).

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