Anales de la RANM

227 A N A L E S R A N M R E V I S T A F U N D A D A E N 1 8 7 9 RÍO HORTEGA (I) Antonio Campos An RANM · Año 2018 · número 135 (03) · páginas 222 a 229 de Tello, lo acoge con gran cordialidad y le facilita su trabajo en el laboratorio. Don Pío siempre consi- deró a Achúcarro su maestro (Fig. 7). De Don Nico- lás valoraba, sobre todo, “su entusiasmo por la inves- tigación, su ingenio para construir hipótesis nuevas, su pasión para el análisis y su ecuanimidad para el juicio” . Cuando Don Pío regresa del extranjero se incorpora de nuevo al laboratorio de Achúcarro instalado enton- ces junto al de Cajal, como antes hemos comentado, en el edificio del Museo Antropológico localizado en el paseo de Atocha (Fig. 6). Es a partir de entonces, en 1915, cuando Río-Hortega va a entrar en contacto di- recto con Cajal y a recibir también su magisterio (Fig. 7). “ Aunque yo estaba adscrito a Achúcarro”, escribe , “cada vez era más frecuente mi trato con Cajal” “Si du- rante una observación me sorprendía, por su belleza o dudoso significado, algún detalle histológico, me dirigía con el microscopio al cuarto de Don Santiago”. En la for- mación vertical de Río-Hortega, esto es en el magiste- rio recibido de maestros procedentes de generaciones anteriores cabe destacar a algunos de los que tuvo en su periplo formativo europeo entre 1913 y 1915. Destacan especialmente los profesores Louis Auguste Prenant y Maurice Letulle en Paris y, en menor medida, los pro- fesores Joseph Koch y Friedrich Loeffer en Berlín y La- zarous Barlow en Londres (7, 8, 10, 14). En esta etapa madrileña que estamos considerando Río-Hortega recibe también, con mayor o menor in- tensidad, el magisterio transversal que le proporcio- nan sus coetáneos en el laboratorio de Achúcarro y en algunos casos en el laboratorio de Cajal. Se trata de jóvenes como Luis Calandre o Gonzalo Rodríguez Lafora muy bien formados con los que comparte ma- gisterio y aprendizaje. Río-Hortega, sin embargo, no se integra fácilmente en el laboratorio quizá porque, a diferencia del resto de sus compañeros, su dedicación exclusiva al mismo lo hace diferente a los ojos de los demás con todas las connotaciones que ello implica. En sus propias palabras, en el laboratorio “seguía sien- do tan extraño como el primer día” (10). Lo que resulta evidente en este periodo de formación y aprendizaje es que Río-Hortega trabaja arduamente en formarse también por sí mismo, esto es por desarrollar todo un programa de autoformación tanto en las téc- nicas histológicas como en el conocimiento de todos los tejidos del organismo. El historiador de la medicina vallisoletano Juan Riera ha escrito que en 1911, poco antes de trasladarse a Madrid “s us conocimientos técni- cos se limitan tan sólo a la tionina de Nissl y al método de Weigert-Pal y a intentar, sin éxito, la colaboración de neurofibrillas por el método de Cajal” (11).En 1918, Río-Hortega domina la técnica histológica y muy es- pecialmente los métodos vinculados al conocimiento del tejido nervioso como el método de Bielschowsky, los distintos métodos de Cajal, incluido su innovador y reciente método del sublimado-oro, y, por supues- to, el método del tanino-argéntico que ha ideado su maestro Nicolás Achúcarro. Por otra parte, desde su incorporación al laboratorio de Achúcarro, se dedi- ca con fruición al estudio de la inmensa mayoría de los tejidos corporales (7, 8, 10). En este sentido afir- ma “ Me aferraba a la exploración de múltiples tejidos. Hacía una carrera alocada pasando de un cosa a otra sin perseguir nada concreto y con la esperanza de que el azar me deparara la suerte de atrapar algún hallazgo inédito”. Su interés es no solo formarse sino aportar nuevo conocimiento. Fruto de ello son los numero- sos trabajos que publica en este periodo sobre tejido epitelial, conectivo o muscular (15, 16, 17) o sobre la histología de algunos órganos como el apéndice ver- miforme, el ovario o la epífisis, órgano este último cuya estructura microscópica contribuyó claramente a descifrar (18, 19, 20, 21, 22). 3. Inicio de una línea de investigación Sobre la situación que vivía en el laboratorio en 1915 Río-Hortega escribió “ No había hallado cosa alguna nueva y tampoco había hecho pesquisas insistentes sobre temas concretos por haberme propuesto el aprendizaje de técnicas, la observación de material copioso y la pequeña exploración de tanteo, pero había adquirido nociones de primera calidad que me alentaban al trabajo inquisitivo”. La vocación investigadora experimental de Don Pío co- menzaba a demandar una línea de investigación nove- dosa y por tanto un proyecto a desarrollar. A este pro- pósito solicitó tema a Achúcarro y a Don Santiago sugi- riendo este último la ligadura de los nervios y la regene- ración nerviosa (7, 23). Tras varios meses de investiga- ción en dicho tema concluyó que sus hallazgos “ no aña- dían novedad alguna sobre los conseguidos por Cajal”. Su primera línea de investigación autónoma había fracasa- do. Y es entonces cuando Don Pío opta por volcar su in- terés y su voluntad inquisitiva hacia un tema que es ob- jeto del máximo interés en la investigación neurohisto- lógica de la época: la caracterización de la glia y su papel en el tejido nervioso (7). Desde que en 1913 Don Santiago describe el método del oro-sublimado – según Río-Hortega uno de los más be- llos métodos de la histología – quedan perfectamente identificados los dos tipos fundamentales de células neu- róglicas: los astrocitos protoplásmicos y los astrocitos fi- brosos y deja de hablarse de los astrocitos de largas y cor- tas radiaciones como se venía haciendo hasta entonces. Junto a estos dos tipos Cajal describe numerosos elemen- tos sin prolongaciones, “refractarios a la coloración con el método del sublimado-oro”, a los que denomina elemen- tos apolares o tercer elemento de los centros nerviosos y para los que propone un origen mesodérmico y una na- turaleza diferente a la de las células neuróglicas (10, 24). Figura 7. Santiago Ramón y Cajal y Nicolás Achúcarro, maes- tros de Río-Hortega en su primera etapa en Madrid.

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