Anales de la RANM

240 A N A L E S R A N M R E V I S T A F U N D A D A E N 1 8 7 9 ASPECTOS CLÍNICOS DEL MALTRATO INFANTIL Enrique Casado de Frías An RANM · Año 2018 · número 135 (03) · páginas 238 a 241 Aparte de lo anterior podrían citarse muy varios ca- sos de desatención. De algunos hemos estado muy or- gullosos en España. Es el de haber llevado a la Nue- va España, hoy día Méjico, la vacuna antivariólica. Habiendo fracasado la conservación de la vacuna en- tre unos cristales, se consideró que la mejor forma de transportarla hasta las Indias, sería manteniendo vacu- nados algunos individuos desde el inicio del viaje y a lo largo del mismo; de este modo, cuando las lesiones va- cunales de estos sujetos se hallaban en fase de pústula, el contenido de esta se utilizaría como producto vacu- nal en otro sujeto que compartía viaje. Este transporte de la vacuna exigía varias inoculaciones a lo largo de la travesía. Para tales efectos se necesitaban abundan- tes individuos susceptibles de ser vacunados duran- te la misma. El problema se resolvió reclutando niños inocentes procedentes de las inclusas de Madrid y de La Coruña; realmente fue una tristísima solución y un magnífico ejemplo de desconsideración a la infancia. Pero otras actuaciones, deplorables como estas, no sólo se han producido en tiempos pretéritos. Sino también en época bien reciente, en la hemos asistido a una de las más graves transgresiones a la ética per- sonal y profesional. Me refiero a los llamados “experi- mentos” de Krugman (6). Este pediatra americano, de renombre mundial, fue autor de un libro de patología infecciosa en la infancia, magnífico, que hemos es- tudiado con gran interés la mayoría de los pediatras. Es sorprendente que este singular pediatra, que traba- jaba en un colegio estatal, el Willobrook, para niños subnormales, se dedicara a inocular el virus de la he- patitis a estos pequeños, con el objeto de obtener una gamma globulina específica que, elaborada por ellos, sería posteriormente utilizada en niños normales que se hallaran afectos de hepatitis. 5.- Desatención psicológica. Otra forma de MT es el originado por la desatención psicológica del niño (7), también definida como el MT emocional. Implica el aislamiento, el ignorar al niño, el reprenderlo constan- temente, el no mostrarle afecto. Sus consecuencias pue- den ser múltiples: Disminución de su propia estima- ción, pérdida de confianza en sí mismo, decaimiento, además de posibles repercusiones físicas, como puede ser la detención del crecimiento. Este último rasgo es definido como el nanismo de origen psico-social. En general es un cuadro que se presenta fundamentalmen- te en familias conflictivas en las que las relaciones afec- tivas entre la madre y el hijo, principalmente, se hallan comprometidas. En numerosos casos el aporte de nu- trientes al niño es suficiente, no apreciándose otra de- ficiencia entre los miembros familiares que la afectiva. Esta circunstancia suele ser muy notoria. Repetidamen- te se ha observado en estos casos, que cuando el niño es ubicado en otro ambiente afectivamente más cálido, el crecimiento del pequeño, que estaba prácticamente de- tenido, se incrementa de forma sensible en breves pe- riodos de tiempo. No siempre está claro cual es el ori- gen fisiopatológico del problema; si lo está cuando hay una restricción alimenticia; pero ello no es constan- te. Cabe la posibilidad de que el proceso sea debido a una deficiente producción de hormona de crecimiento. No obstante, personalmente hemos observado algún caso en el que la producción de aquella era normal. En consecuencia no tengo claro cual es el mecanismo original del problema. 6.-Negligencia e ignorancia. La ignorancia, la negli- gencia y el descuido pueden ser causa de importantes y diversos problemas; tales son, por ejemplo, las dis- torsiones alimenticias y de la actividad física que con- ducen a obesidades, en ocasiones, fantásticas. Igualmente son transcendentes aquellos casos de pa- cientes que afectos de patologías diversas, a veces muy importantes y que disponen de efectivos trata- mientos, no han sido sometidos a terapia alguna; ca- sos, por ejemplo, he podido observar en hipotiroi- deos adolescentes que pese a su retraso de crecimien- to, a su dismorfia y a su retraso mental jamás recibie- ron hormona tiroidea. Igualmente espectacular fue el problema de una niña que afecta de hiperplasia su- prarrenal congénita llegó a su adolescencia con ho- rribles deformidades genitales y un fantástico hirsu- tismo, sin que nunca, a lo largo de toda su vida, re- cibiera tratamiento alguno. Múltiples otros ejemplos podrían ser invocados. 7.-Abuso sexual. El abuso sexual es otra de las formas actuales de MT más comunes. Tiene muy variadas modalidades que van desde una simple exhibición de genitales hasta casos de penetración oral, vaginal y rectal. El agresor, con la mayor frecuencia, es el pa- dre o un hermano, cuando la víctima es una niña, si bien también se produce por personas ajenas a la fa- milia. Aunque estas agresiones pueden ir seguidas de una sintomatología funcional o física, la realidad es que esta no suele estar presente en más del 25% de los casos. Su expresión clínica es muy variable: eritema, secreción, hemorragia, disuria y enuresis en los casos femeninos, y encopresis en los de penetración rectal en ambos sexos; psicológicamente puede observarse ansiedad, fobias, agresividad, depresión, etc. 8.-Agresión física. Finalmente ha de mencionarse la agresión física (8,9). Personalmente, cerca del 90% de los casos que he podido observar se han producido en niños menores de 6 años de edad, y muchos de ellos menores de 1 año de vida. El agresor ha sido casi siempre un familiar (el padre, la madre, padrastros, amigos sentimentales de la madre, cuidadoras, etc.). El tipo de lesiones que hemos podido observar es muy diverso; desde pequeños hematomas o irregulares alo- pecias por tirones de pelo, hasta un caso de muerte. En caso de hematomas, el MT debe ser sospechado cuando se localizan en las mejillas, en la espalda y en las nalgas de un niño que todavía no ande, y que no ha podido, por ejemplo, caerse por unas escaleras. Igualmente, cuando se observan en el abdomen, es- pecialmente si se trata de un lactante, o aquellos loca- lizados en el cuello. A estos hematomas se los ha de- nominado como “hematomas centinelas” (10) porque deben hacer sospechar el MT y facilitar el que se pue- dan adoptar medidas adecuadas. Por supuesto que el diagnóstico es muy fácil cuando el grado de las lesiones es de tal magnitud que solo una deliberada agresión ha podido producirlas: frac- turas, cicatrices de flagelación, lesiones en muy diver- sas localizaciones, etc. En un caso pude asistir al falle- cimiento de un niño a consecuencia de haber recibido un traumatismo craneal.

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