Anales de la RANM

204 A N A L E S R A N M R E V I S T A F U N D A D A E N 1 8 7 9 LA FRACTURA DE CADERA EN EL SIGLO XXI Fernando Marco Martínez An RANM · Año 2018 · número 135 (03) · páginas 203 a 210 centro en los últimos años y el naciente proyecto del Registro Nacional de Fracturas de Cadera, para fina- lizar con preguntas, retos y perspectivas futuras que nos plantea esta entidad. Como más adelante detallaremos, en los últimos años hemos asistido a un cambio notable en el modelo de atención a pacientes con fractura de cadera, que ha pasado de tener una solución meramente quirúrgica y, por tanto, insuficiente, a un enfoque inter y multi- disciplinar en el que los equipos de cirujanos trauma- tólogos deben estar arropados por geriatras, aneste- siólogos, rehabilitadores, enfermeros, fisioterapeutas, terapeutas ocupacionales, entre otros, para prosperar en su manejo. Problemática mundial, epidemiología e impacto de la fractura de cadera . Aplicando las tasas de incidencia disponibles para fractura de cadera en diferentes regio- nes continentales a las poblaciones proyectadas en 1990 y 2050, se ha estimado que el número de fracturas de ca- dera aumentará de 1.66 millones por año en 1990 a 6.26 millones por año para 2050. Este aumento significativo de la incidencia de fractura de cadera en la población mundial, se verá acompañado de un cambio en la distri- bución porcentual de fracturas de cadera en los diferen- tes continentes. Si bien Europa y América del Norte co- pan con aproximadamente la mitad de las fracturas por fragilidad en la actualidad, en un futuro no tan lejano se esperan incrementos muy pronunciados en Asia y Amé- rica Latina (1). Estos cambios tan marcados se deben en gran medida al aumento de la esperanza de vida y el cre- cimiento de la población a consecuencia de las mejoras en el sistema sanitario. En nuestro país, este aumento en la esperanza de vida se ve reflejado en las previsiones so- bre demografía española que pronostican que el núme- ro de centenarios (los que tienen 100 años o más) que vivirán en España se incrementará de 16.460 en 2016 a 222.104 en 2066, 13,5 veces más (Proyecciones de Po- blación 2016–2066, INE) (2). Existe una variación notable en la incidencia de fractu- ra de cadera en las diferentes regiones del planeta (3). Aunque se desconocen las razones por las que el riesgo de fractura varia tanto, las tendencias en la incidencia sugieren la influencia de factores tales como la geogra- fía, demografía, clima, estatus social, economía y género más que factores genéticos. En lo que a Europa respec- ta, la mayor incidencia se da en los países nórdicos y la menor en las regiones Mediterráneas (4), en concordan- cia con una menor incidencia de fracturas en regiones con mayor exposición solar (5). También se ha obser- vado una relación con la menor masa ósea en personas de raza blanca respecto a la asiática o negra para ambos sexos (6, 7) . En nuestro país, tenemos un número de ca- sos moderados entre 150-250/100.000 habitantes según varios estudios ( 8, 9 ), estando la incidencia anual muy por debajo de la media mundial. Cuando evaluamos la tendencia temporal en la inciden- cia de fracturas de cadera en nuestro país vemos que contrasta con la incidencia observada en el mundo oc- cidental. Según el estudio Azagra et al (10) que analiza dos periodos entre 1997-2000 y 2007-2010 en España, en nuestro país se objetiva que a pesar de aumentar la incidencia bruta de fracturas de cadera en los ancianos secundaria al envejecimiento poblacional (sobre todo a partir de los 85 años), la tasa ajustada por edad ha dis- minuido en las últimas dos décadas en poblaciones de mujeres entre 65 y 80 años y en hombres menores de 70 años (reducción anual progresiva del 2,6 al 2,4 al final del periodo), con una estabilización en el grupo de mu- jeres entre 80 y 84 años y un aumento en los grupos ma- yores de 85 años. Además, se objetiva un descenso en la mortalidad de un 22,4% y 22,3% en hombres y mujeres respectivamente entre periodos. Estos autores atribuyen el hecho a cambios en el estilo de vida y a un posible éxi- to de los programas de prevención, diagnóstico y trata- miento de la osteoporosis en España. Sin embargo, esta reducción solamente se objetiva de modo significativo en menores de 75-80 años, por lo que se advierte de la necesidad de implementar estrategias de prevención de caídas en ancianos en nuestro entorno que contribuyan efectivamente a dicha tendencia (11). La edad media de los pacientes que sufren fractura de cadera en nuestro medio es ya de 82-87,5 años según las series. En pacientes de tal edad y, en general, con múl- tiples patologías asociadas, la aparición de complicacio- nes médicas durante el ingreso hospitalario es muy ele- vada, siendo la tasa de mortalidad hospitalaria global de hasta el 7% y se sitúa en torno al 30% en el primer año después de la fractura (12, 13, 14). También ocasiona una importante morbilidad en el paciente anciano y au- menta el riesgo de institucionalización. El impacto fun- cional es igualmente sobrecogedor: tras la intervención sólo el 40% de los pacientes recuperará su situación fun- cional previa a la fractura, otro 30% andará peor o ne- cesitará ayudas técnicas y el 30% restante quedará seria- mente incapacitado para caminar (15, 16, 17). Además, un 60% tendrá dificultad para realizar una actividad bá- sica de la vida diaria (18, 19). En suma, todo lo previo supone una disminución en la calidad de vida y necesi- dad de mayor supervisión que repercute directamente en el entorno más cercano del paciente. Por añadidura, estos hechos comportan un elevado cos- te económico y social, tanto por gastos directos en la atención inicial extrahospitalaria y hospitalaria, los cui- dados posteriores en centros de apoyo y asistencia do- miciliaria y el seguimiento ambulatorio de estos pacien- tes, como los indirectos generados por una menor ca- lidad de vida y pérdida de autonomía del paciente que no se recupera completamente a los 12 meses y que im- plica una mayor demanda de cuidados que debe asumir el entorno más cercano (20). El coste directo durante el primer año tras una fractura de cadera es variable en- tre comunidades autónomas, estimándose de media su- perior a 9.000 euros (21). Los costes de hospitalización se han visto incrementados en los últimos años, con un aumento del 131,17% y una tasa de variación interanual del 7,92% entre 1997 y 2008 según datos del Instituto de Información Sanitaria, 2010 (15). Las fracturas de cadera se emplean con frecuencia para determinar la carga que supone la osteoporosis en el in- dividuo y la sociedad. Aunque supone menos del 20% de todas las fracturas osteoporóticas, justifican la mayoría del gasto sanitario relacionado con las fracturas por fra- SÍNTESIS

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