Anales de la RANM

283 A N A L E S R A N M R E V I S T A F U N D A D A E N 1 8 7 9 INVESTIGACIÓN Y ENVEJECIMIENTO José Manuel Ribera Casado An RANM · Año 2018 · número 135 (03) · páginas 281 a 285 caces y eficientes no precisa ser enfatizada. Ya en 1990 el entonces director del FIS, Dr. Ricoy, señalaba que “ abordar una política de salud en el viejo exige como re- quisito previo el conocimiento de la situación del proceso en el que se quiere implantar dicha política, y para ello es imprescindible la investigación ” (11) . Se habla del “envejecimiento del envejecimiento”, un fenómeno positivo en términos biológicos. Se pone én- fasis en la avalancha de nuevos nonagenarios y cente- narios y en los retos que ello supone para abordar un sinnúmero de problemas. Cabe ser optimista, como lo es la experta británica Christensen, quien afirma que “ los nacidos en el siglo actual tendrán grades posibilida- des de llegar a centenarios, lo harán cada vez en mejo- res condiciones funcionales, con un riesgo más bajo de sufrir las limitaciones que determinan la presencia de dependencia y en el marco de unas políticas sociosanita- rias más favorables que las actuales ” (12). Hoy sabemos que dos de cada tres de los nacidos en 2017 en los paí- ses desarrollados llegarán a centenarios. El envejecimiento poblacional constituye un fenóme- no iniciado en el primer mundo pero que la globali- zación hace que se reproduzca en todas partes. Pese a las previsiones optimistas que apunta Christensen las preguntas son muchas y ello obliga a estudios en rela- ción con las mismas. Por ejemplo a conocer el peso de las corrientes migratorias con una Europa multiétnica (un 11.2% de su población ha nacido fuera de Europa) en la longevidad y en los patrones epidemiológicos de los países receptores. Otro campo para poder estable- cer en cada sitio y en cada momento políticas sanita- rias eficaces. Los organismos supranacionales llevan décadas con mensajes orientados a fomentar estudios que permi- tan prolongar la vida, pero, sobre todo, mejorar su cali- dad incluido el tramo final de la misma. Las asambleas mundiales del envejecimiento (AME) de Viena en 1982 y de Madrid en 2002 han sido un buen escaparate para explicitar estos mensajes (13). Como lo son los llama- mientos políticos de los organismos internacionales y de las sociedades científicas en Europa, América o Asia (14). El énfasis para seleccionar focos de investigación y recomendaciones, se abre y se modifica en el tiem- po. Personalmente pude participar en algunas sesiones preparatorias de la AME de 2002. Se decía entonces que los trabajos y recomendaciones emanadas en Vie- na veinte años antes estaban excesivamente centrados en aspectos biomédicos y que esa segunda Asamblea debería orientarse más hacia problemas sociodemo- gráficos y medioambientales, claves ambos para esta- blecer políticas eficaces. De ahí surgieron campañas y lemas de Naciones Unidas como las llamadas a un “en- vejecimiento saludable”, o “satisfactorio”, a un “enveje- cimiento activo”, o el lema de “una sociedad para to- das las edades”. Las posibilidades derivadas de la apli- cación al colectivo de personas mayores de las “nuevas tecnologías” suponen otro campo extenso para investi- gar con un interés creciente. El grupo de trabajo de Naciones Unidas sobre enveje- cimiento recordaba en agosto de 2013 tres cuestiones abiertas a la investigación que calificaba como muy impor- tantes. Decía que las personas mayores siguen teniendo una visibilidad muy escasa; que los mecanismos para ga- rantizar el pleno disfrute de sus derechos civiles, políti- cos, sociales, económicos y culturales son insuficientes e inadecuados; y, por último, que hay que elaborar un nuevo contrato social que responda a una mayor pro- tección de los derechos de las personas mayores (15). En esa misma línea destacar la importancia de incor- porar personas mayores a los diferentes proyectos de investigación médica y social relacionados con el enve- jecimiento. Una incorporación referida tanto a las po- blaciones objeto de estos estudios como al propio equi- po de investigadores (16) La esfera centrada en la geriatría propiamente dicha ofrece también áreas específicas de trabajo, en mu- chos casos apenas cubiertas. Conocemos las pérdidas en órganos y sistemas derivadas del paso del tiem- po desde el punto de vista morfológico, funcional y hasta semiológico. Encontramos modificaciones no sólo referidas a matices como de forma interesada se ha querido hacer ver por gente ajena a la especiali- dad, sino, en ocasiones, de gran trascendencia para reconocer, valorar y tratar las manifestaciones clíni- cas que se producen cuando la edad favorece la apa- rición de enfermedad o la claudicación funcional de distintos componentes de nuestro organismo. Sabe- mos mucho menos acerca de los condicionantes que han generado esos cambios, de cómo se han produci- do y, sobre todo, de las posibilidades de interferir en el desarrollo de los mismos. Dos grandes expertos del mundo de la geriatría, Bruno Vellas y John Morley, insistían recientemente en que en este siglo las personas mayores vivirán más, con un grado mayor de resiliencia y con menos fragilidad. Pero ello se requerirá una buena capacidad funcional. Para lograrla, dicen, la investigación debe centrarse en tres objetivos: a) identificar perfiles biológicos que puedan actuar como predictores de pérdidas funcio- nales, b) buscar la manera de aumentar las reservas funcionales durante el periodo que llaman de entrada en la vejez (50-70 a.), así como en prevenir su decli- nar y avanzar en la recuperación de esas pérdidas en edades posteriores, y c) investigar y aplicar las nuevas tecnologías a los modelos de envejecimiento pobla- cional que van surgiendo y sacar partido a las posibi- lidades que nos ofrecen (17). Utilizan el neologismo “seniolítico” (18) como herramienta de actuación y consideran que el geriatra debe ser el primer usuario de lo que llaman la medicina de las 4 “p” (predictiva, preventiva, personalizada y participativa). En otro orden de cosas nos queda un amplio mar- gen para estudiar las formas de organización asisten- cial más eficaces. Hay que valorar la sostenibilidad de los sistemas de salud, diseñar programas innovadores orientados con preferencia a los cuidados ambulato- rios con el foco puesto en la cronicidad. La geriatría siempre ha sido sensible a estos temas. Así nació el concepto de “asistencia geriátrica” y se desarrollaron en la segunda del siglo XX niveles asistenciales intra y extrahospitalarios. Entre ellos las unidades de agu- dos y de media y larga estancia, los centros sociosa- CAMPO DE ESTUDIO Nº 3. – LOS PROBLEMAS CLÍNICOS

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