Anales de la RANM

295 A N A L E S R A N M R E V I S T A F U N D A D A E N 1 8 7 9 INFECCIÓN Y ARTE Rafael Seoane Prado An RANM · Año 2018 · número 135 (03) · páginas 292 a 303 leprosos en el sermón de la montaña, el fresco de Cosimo Roselli (1440-1510) en la Capilla Sixtina 19 que relata este episodio t ambién muestra estas le- siones el leproso suplicante mostrado primer plano. Si la enfermedad sigue avanzando la afectación de ner- vios periféricos y articulaciones puede provocar paráli- sis, poliartritis y polineuritis que originan vicios postu- rales y la afectación de los huesos causa severas mutila- ciones, muchas de ellas representadas en los protagonis- tas de la tabla del “ Tríptico del Juicio Final”, de Bernard Van Orley 20 . De la misma manera que San Roque es el santo asociado a la peste, San Martin es el santo asociado con la lepra. Una obra de la escuela suiza de Konrad Witz 21 que re- presenta el momento en que el santo corta su capa para dar la mitad a un leproso, que muestra abundantes lesio- nes cutáneas típicas de lepra lepromatosa y otras lesio- nes asociadas a la afectación de nervios y cartílago: una posición anormal, con caída del pie que puede explicar- se por una poliartritis y la mano en garra, debida a la di- ficultad de estirar los dedos (Figura 4). La obra de Pieter Brueghel el Viejo “ Los lisiados ” 22 es considerada por algunos autores como un ejemplo de las graves mutilaciones de la lepra. Sin embargo, la au- sencia de lesiones cutáneas y las expresiones faciales aturdidas sugieren que representan a afectados por otra de las grandes epidemias de la Edad Media, el ergotis- mo, o intoxicación con la micotoxina del cornezuelo del centeno. Entre sus componentes destacan derivados del ácido lisérgico con efectos alucinógenos y vasoconstric- tores por lo que podía originar necrosis y gangrena que provocaba finalmente la amputación de la extremidad afectada, y llevaba a confundirla con la lepra, y puede justificar las colas de zorro obligatorias para estos enfer- mos en el cuadro de Brueghel. Como la lepra o la peste, también el ergotismo tiene su santo protector, San Antonio Abad fue el Santo protec- tor contra el ergotismo, uno de cuyos signos es la fiebre elevada, por lo que esta enfermedad también fue cono- cida como el fuego de San Antonio. Esta es la razón por la cual en muchas obras de arte se representa al santo atendiendo a enfermos afectados de esta dolencia, como el “ Retablo de San Antonio ”, atribuido al Maestro de Rubió 23 . En la imagen superior izquierda puede verse al santo atendiendo a un enfermo con las piernas vendadas cubriendo las llagas mientras en la imagen inferior de- recha, lo muestra aliviando la quemazón de un enfermo, mientras otro, con afectación de las extremidades infe- riores, espera de su atención. Como otras muchas enfermedades de la Edad Media el er- gotismo se consideraba un castigo divino por lo que mu- chos enfermos de la Europa central iniciaban el Camino de Santiago como forma de redimirse y conseguir la curación. A medida que lo peregrinos penetraban en Castilla y cam- biaban el pan de centeno por pan de trigo, libre de la toxi- na, los síntomas mejoraban de modo que muchos peregri- nos atribuían su mejora a la intercesión de Santiago Após- tol, contribuyendo al desarrollo del Camino Francés y la difusión del Románico y el Gótico en España. La tuberculosis, producida por Mycobacterium tubercu- losis , puede presentarse en diversas formas, aunque la más frecuente y conocida es la pulmonar en la que la fie- bre, pérdida de apetito y otros síntomas proporcionan inicialmente un aspecto lánguido y febril como el de la venus de Boticelli 24 , inspirado en Simonetta Vespucci, cortesana veneciana muerta de tuberculosis en plena ju- ventud, pero finalmente terminan consumiendo al enfer- mo. Una de las representaciones más dramáticas de este estado de “consunción” puede verse en la obra del pin- tor venezolano Cristóbal Rojas “ Primera y última comu- nión ” 25 en la que la niña enferma muestra en su rostro los signos caquécticos de la tuberculosis en estado terminal (Figura 5). También el pintor noruego Edward Munch (1863-1944) reflejó en su obra “ La niña enferma” 26 , el delicado y demacrado estado de su hermana, enferma de tuberculosis, poco antes de su muerte. Durante la epidemia de tuberculosis del siglo XIX se generó toda una moda en que el aspecto lánguido, la me- lancolía y la sumisión al destino inundaron la sociedad y el arte lo que pudo contribuir al desarrollo del movimiento Romántico en la pintura, la literatura y la música. Muchos de los grandes artistas de la época padecieron o murieron de tuberculosis y así un pintor tísico, Dela- croix, reflejó el aspecto enfermizo y triste de un músico también tísico, Chopin 27 . Un autorretrato de Modiglia- ni 28 muestra los rasgos típicos del tuberculoso como la extremada palidez, la mirada triste y melancólica, y la “facies héctica” casi febril, quizás exagerada por el as- tigmatismo del autor (Figura 6). Figura 4. Lepra. En el panel superior se muestran una miniatura del Codex Aureus Eptarnaciensis y el mosaico de la catedral de Monrea- le de Sicilia, dos de las representaciones más antiguas de las lesiones cutáneas utilizadas como símbolo de la lepra. En el panel inferior se muestra la obra. ”San Martín cortando su capa” y el detalle del men- digo en la que se pueden observar las lesiones cutáneas, la posición anormal del pié y la característica “mano en garra”.

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