Anales de la RANM

10 A N A L E S R A N M R E V I S T A F U N D A D A E N 1 8 7 9 S U P L E M E N T O APARICIÓN Y DESARROLLO DEL LENGUAJE HUMANO José E. García-Albea An RANM · Año 2018 · 135(02) · Supl.01 · páginas 9 XV Curso de fundamentos moleculares de la Medicina a 21 de que lenguaje equivale a comunicación; sin embargo, ni toda forma de comunicación es lingüística ni toda expresión lingüística sirve para la comunicación (mu- chas veces la obstaculiza). Hasta el uso analógico por el que se puede considerar el pensamiento como si fuera un lenguaje (se habla del “lenguaje del pensamiento”) no debe impedir la distinción, también importante, entre pensamiento y lenguaje. Y por último, tampoco conviene confundir lenguaje y habla, dado que el habla no es la única forma de exteriorizar el lenguaje (ejem- plo del lenguaje de los signos en los sordos o, para el caso, del mismo lenguaje escrito). Como veremos en- seguida, las relaciones entre lenguaje y pensamiento y entre lenguaje y habla van a ser muy estrechas, sin que ello sea óbice para que mantengamos sus diferencias. ¿A qué nos referimos, pues, con el término “lengua- je”? De manera sencilla y directa, nos referimos a una propiedad de los seres humanos que se manifiesta en el dominio y uso de una u otra lengua. Conviene des- tacar además que, siguiendo la distinción introducida por el lingüista Noam Chomsky (1), vamos a adoptar una perspectiva internista , centrada en el agente cau- sal del lenguaje (la facultad humana del lenguaje), que contrasta con la perspectiva externista tradicional (que considera el lenguaje como un producto cultural ex- terno). De acuerdo con ello, nos interesa el lenguaje, principalmente, como capacidad del ser humano que permite establecer una correspondencia fiable y siste- mática entre una señal física (sonidos, signos manua- les, grafismos) y un significado (conceptos, proposi- ciones, estados internos). Así pues, destaca, antes que cualquier otra, la función mediadora del lenguaje entre el medio externo de los estímulos físicos (auditivos, vi- suales) y el medio interno de nuestros estados menta- les, como trata de ilustrar el modelo simplificado de la Figura 1. De cara a entender la complejidad, así como la singula- ridad, de esa función mediadora (instrumental) del len- guaje, es importante referirse a algunas de sus caracterís- ticas más distintivas. El punto de partida para apreciar lo que implica establecer la correspondencia entre señal y significado (en los dos sentidos de la misma) es el de constatar que la relación entre ambos términos es com- pletamente arbitraria , es decir, no sometida en principio a ninguna ley natural. De ahí que para conseguir que esa correspondencia sea fiable y sistemática, dicha arbitrarie- dad no pueda ser caprichosa o anárquica, sino que debe estar sometida a reglas y a todo un conjunto de constric- ciones (generales o particulares de cada lengua). Según la semiótica clásica, dicha arbitrariedad es lo que carac- teriza a la función simbólica en cuanto tal, y la distingue de la relación natural que se da entre significante y sig- nificado en el caso de los meros signos o señales (la re- lación entre un síntoma y la enfermedad que lo produce, o entre el humo y el fuego). Pero quizá la propiedad cen- tral y más distintiva del lenguaje es su compositividad , por la que se combinan unidades de un nivel elemental para formar unidades de un nivel superior; en el caso del len- guaje humano, la compositividad se produce en un doble nivel de articulación, habiendo en cada nivel un conjun- to finito de elementos (fonemas, unidades léxicas) sobre los que operan las correspondientes reglas combinatorias (fonológicas, morfo-sintácticas), también en un número finito: los fonemas se combinan para formar unidades lé- xicas (morfemas, palabras) y, a su vez, éstas se combinan para formar oraciones o frases. De esta compositividad se derivan otras dos propiedades distintivas del lenguaje hu- mano: su productividad , en principio ilimitada, por la que se pueden procesar y producir expresiones en una lengua determinada según determinadas reglas y constricciones (aunque sea en un número potencialmente infinito, no toda combinación es posible); y su sistematicidad , por la que la pertinencia de toda una serie de expresiones está intrínsecamente ligada a la pertinencia de muchas otras, y así la adquisición o procesamiento de las primeras con- lleva de forma automática la adquisición o procesamiento de las segundas (si sé o entiendo lo que significa “El niño corría tras el perro”, también entenderé lo que significa “El perro corría tras el niño”, aunque no lo hubiere oído nunca antes). Desde la perspectiva internista que hemos adoptado, es- tos cinco rasgos característicos del lenguaje (arbitrarie- dad, simbolismo, compositividad, productividad y sis- tematicidad) nos informan de lo que es igualmente ca- racterístico de esa capacidad nuestra para el lenguaje. En el curso de esta presentación, y dada la complejidad de nuestro objeto de estudio, vamos a tratar a continua- ción de explorar de forma más técnica y mediante un enfoque multidisciplinar –propio de la ciencia cogniti- va– los entresijos de dicha capacidad. Distinguiremos tres niveles de explicación en el estudio científico del lenguaje (lingüístico, psicológico y neurobiológico) y con respecto a cada uno de ellos, examinaremos un modelo propio de la capacidad humana del lenguaje, modelos que vendrán a converger en el esquema gene- ral de intermediación que acabamos de exponer. Ello nos proporcionará el marco de referencia adecuado para abordar el tema central de este trabajo, la aparición y desarrollo del lenguaje humano, tanto desde una pers- pectiva ontogenética como filogenética. Al entender el lenguaje como ese dispositivo que nos permite pasar de la señal física al significado, y viceversa, el reto de la ciencia cognitiva es el de averiguar en qué consiste ese dispositivo intermedio, o dicho en otras palabras, qué hay dentro de la “caja negra” del lenguaje. Para lo cual, partiremos de tres preguntas fundamentales –inspiradas en las que más de una vez ha planteado Figura 1. Esquema general de la función mediadora del lenguaje 2. NIVELES DE EXPLICACIÓN Y MODELOS DE LA CAPACIDAD HUMANA DEL LENGUAJE

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