Anales de la RANM

17 A N A L E S R A N M R E V I S T A F U N D A D A E N 1 8 7 9 S U P L E M E N T O APARICIÓN Y DESARROLLO DEL LENGUAJE HUMANO José E. García-Albea XV Curso de fundamentos moleculares de la Medicina An RANM · Año 2018 · 135(02) · Supl.01 · páginas 9 a 21 confluencia de la lingüística (generativa), la psicolin- güística y la neurobiología del lenguaje; la idea tan acertada y resumidamente expresada como primera motivación del reciente libro Why only us de Berwick y Chomsky (32) en estos términos: “… it should be clear that narrowly focusing the phenotype in this way greatly eases the explanatoy burden for evolutio- nary theory” (p. 11). Al considerar como propiedad básica del lenguaje la de ser un sistema computacio- nal recursivo ( FL en sentido estricto ) con dos inter- faces interpretativas ( C/I y S-M ), las cuestiones rela- tivas al origen y desarrollo se pueden al menos di- versificar en tres ámbitos, el relativo al componente central, el que concierne a la interfaz conceptual/in- tencional y el de la interfaz sensorio-motora, dejan- do abierta la posibilidad de que los ritmos evolutivos no tengan por qué coincidir entre dichos componen- tes. De hecho, todo parece apuntar a que mientras el componente S-M tiene una antigüedad mayor, es más compartido por otras especies y constituye un claro ejemplo de “exaptación” evolutiva (33, 34), el compo- nente central y, en cierto modo, también el compo- nente C/I presentan rasgos más novedosos que pare- cen sugerir un salto cualitativo en la evolución. Es importante señalar que la idea “saltacionista”, apli- cada a rasgos y capacidades, no se contrapone a la te- sis fundamental de la teoría de la evolución, que su- pone continuidad en el parentesco entre organismos y especies pero que no la supone necesariamente con respecto a rasgos y capacidades. Volar, vivir en un medio acuático, trinar como un mirlo o comunicar- se con sus semejantes (abejas, en este caso) por me- dio de una danza informativa sobre la fuente de ali- mento, no son características que se compartan entre especies incluso muy próximas; suponen novedades evolutivas por las que se introducen diferencias cua- litativas entre las especies. En ese mismo sentido, la capacidad humana para el lenguaje ( FL ) podría ser considerada como el resultado de un cambio relati- vamente repentino sin continuidad con lo anterior; a no ser, claro está, que quisiéramos forzar la extensión del término ‘continuidad’ para incluir en él la transi- ción entre, por ejemplo, saltar y volar, al considerar que saltar fuera como un grado menor en el continuo de volar. También sabemos que en la evolución operan tanto factores exógenos como endógenos que promueven la diferenciación entre especies y organismos. La selec- ción natural, como factor exógeno prototípico, tiene importantes limitaciones no sólo en el orden expli- cativo, como recurso ad hoc de racionalización, sino también por el supuesto panadaptacionismo del que parte. Rasgos y capacidades pueden variar significa- tivamente en cuanto a las funciones que pueden des- empeñar en un momento u otro del desarrollo del or- ganismo (de ahí, las “exaptaciones” a las que ya nos hemos referido). Y así, ni todos los cambios que su- puestamente ocurren por selección natural han de ser necesariamente adaptativos ni, por consiguiente, to- das las diferencias en rasgos o capacidades han de res- ponder a necesidades propiamente adaptativas. Ade- más, hay numerosos cambios que es preciso atribuir a factores endógenos de distinto tipo, incluidos por supuesto aquellos que resultan de la fijación aleatoria de ciertas mutaciones genéticas (32, 35). Todo lo cual vuelve a corroborar que puede haber saltos cualitati- vos compatibles con la teoría de la evolución, mos- trando así, como en el caso del lenguaje humano, que la tan traída y llevada “búsqueda del eslabón perdido” resulte una empresa llena de dificultades, por no de- cir imposible, al pretender imponer la continuidad y el gradualismo de manera harto forzada. Si las consideraciones anteriores trataban de justificar la posibilidad (y plausibilidad) de que la capacidad del lenguaje constituya un rasgo propio de nuestra especie, de carácter novedoso en la filogénesis, podemos pre- guntarnos ya hasta qué punto dicha capacidad cons- tituye de hecho un salto cualitativo en la evolución y cuál es la evidencia empírica de que disponemos para probarlo. Conviene, por tanto, hacerse eco de las dis- tintas líneas de investigación que aporten datos para establecer qué hay en la capacidad humana del lengua- je que permita hablar de continuidad evolutiva y qué hay que sugiera un salto cualitativo. Nos remitiremos para ello a tres tipos de pruebas –las paleontológicas, las de genética comparada y las de ‘comparación fun- cional sincrónica’– que repasaremos muy brevemente a continuación. Con respecto a los datos paleontológicos , lo primero que conviene anotar es que constituyen un fuente in- formativa muy limitada, y en todo caso indirecta, del desarrollo evolutivo del lenguaje; y ello, por razones obvias que tienen que ver con la no existencia de restos propiamente dichos ni del lenguaje (hablado, en su for- ma original) ni del órgano del lenguaje (el cerebro). Ni uno ni otro fosilizan, y tanto uno como otro constitu- yen material efímero y evanescente. A pesar de ello, las inferencias a partir de los restos paleontológicos per- miten considerar a los primates homínidos como una división reciente en la evolución animal, que comparte un antepasado común con los primates no-homínidos (póngidos) de hace entre 7,5 y 10 millones de años (tan sólo un 5% del tiempo en que aparecieron los primeros mamíferos); hasta hace unos 4,5 millones de años no tenemos noticia de un antepasado más directo como el ‘austrolopitecus africanus’, hace unos 1,5-2 millones de años en que se puede datar la aparición de ‘homo habi- lis‘ y ‘homo erectus’, ya con una capacidad craneana de unos 1.000 cm 3 , y así hasta llegar a los primeros ‘homo sapiens’ (neandertales y denisovanos) de en torno a los 150.000 años y el ‘homo sapiens sapiens’ (Cro-Mag- non) de hace no más de 70.000 años y que puede con- siderarse como nuestro más plausible hermano mayor, desde el que no parece que se hayan producido cam- bios cruciales hasta el momento actual. Es por tanto la nuestra una especie muy reciente en el desarrollo evo- lutivo, con rasgos propios que no se manifiestan en sus antepasados y que se han mantenido relativamente es- tables en su historia posterior. Parece, por consiguien- te, que la capacidad del lenguaje, al menos con toda su potencialidad actual, va asociada a la aparición y de- sarrollo del ‘homo sapiens sapiens’. De haber existido antes, aunque fuera de forma rudimentaria, resultaría extraño que no hubiera tenido ningún efecto contras- table en la vida de sus antepasados; del mismo modo que, de no haberse dado una capacidad lingüística en el Cro-Magnon básicamente similar a la nuestra, se- ría difícil dar cuenta de sus logros culturales, técnicos, sociales y artísticos, así como del ritmo vertiginoso al que se produjeron.

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