Anales de la RANM

19 A N A L E S R A N M R E V I S T A F U N D A D A E N 1 8 7 9 S U P L E M E N T O APARICIÓN Y DESARROLLO DEL LENGUAJE HUMANO José E. García-Albea XV Curso de fundamentos moleculares de la Medicina An RANM · Año 2018 · 135(02) · Supl.01 · páginas 9 a 21 tural , especializada y específica de nuestra especie. Capacidad natural , por estar condicionada bioló- gicamente y formar parte de nuestro equipamiento congénito, con un órgano configurado por determi- nadas áreas y circuitos cerebrales. Capacidad espe- cializada , por mostrar rasgos propios y un funcio- namiento relativamente autónomo respecto a otros componentes de nuestra arquitectura cognitiva; en este sentido, se puede decir que muestra un alto ín- dice de modularidad, respaldada ésta por la relativa especialización de las estructuras neuronales sub- yacentes. Y capacidad específica de nuestra especie, por aparecer como una auténtica novedad evoluti- va mediante lo que, a todas luces, supone un salto cualitativo relativamente súbito en la escala tempo- ral de la evolución. Es lo que, de forma tan sugeren- te, ha referido Steven Pinker (18) bajo el epígrafe de “El instinto del lenguaje”, que además de dar nom- bre a una de sus obras más conocidas sirve para en- tender mejor los fundamentos por los que esta ca- pacidad nos hace humanos. b) En relación con lo anterior, sorprende a prime- ra vista que una capacidad basada en el manejo de la arbitrariedad –que, como vimos, supone una re- lación no natural entre significante y significado– resulte ser una capacidad natural, tal como la aca- bamos de describir. Es lo que podríamos consi- derar como ‘la paradoja de la arbitrariedad’, pero que se disuelve al corroborar que, efectivamente, una cosa es que la relación simbólica sea arbitraria (no natural) y otra que el establecimiento de este tipo de relación dependa de una capacidad natu- ral, como es la del lenguaje, por la que dicha arbi- trariedad está sujeta a determinadas constriccio- nes (las impuestas por la gramática). Es precisa- mente por esto por lo que no cualquier lenguaje (o gramática) lógicamente posible tiene por qué formar parte del conjunto de posibles lenguas hu- manas, del mismo modo que no cualquier combi- nación posible de elementos léxicos de una lengua tiene por qué constituir una expresión válida (o aceptable) en dicha lengua; y ello, sin menosca- bo de que el número de expresiones válidas siga siendo potencialmente infinito. Es lo que, de for- ma bien expresiva, trata de transmitir el lingüista italiano Andrea Moro (46) en su influyente libro The boundaries of Babel , con el oportuno subtítu- lo que lo acompaña: “The brain and the enigma of impossible languages”. c) Por lo que respecta al desarrollo ontogenético, el hecho de que el infante humano aprenda su prime- ra lengua ( L ) como la aprende, permite que conflu- yan los tres niveles de explicación que hemos con- siderado pertinentes en este trabajo, y así contri- buyan conjuntamente a resolver el puzzle sobre la aprendibilidad del lenguaje que ya planteó Pinker (47) en términos parecidos a estos: ¿cómo tiene que ser L para que la pueda aprender un niño y cómo tiene que ser el niño para que pueda apren- der L ? Al considerar como problema la adquisición del lenguaje y preguntarnos qué se aprende y cómo se aprende, estamos en realidad proyectando en el contexto del desarrollo los tres tipos de cuestiones que formulábamos en el apartado 2 y que nos sir- vieron entonces para identificar los tres niveles de explicación que representan la lingüística (genera- tiva), la psicolingüística y la neuro(bio)lingüística. Y así es como hemos podido concluir resaltando el asombroso logro evolutivo que supone la adquisi- ción del lenguaje, difícilmente explicable sin recu- rrir a una capacidad natural (implementada neu- robiológicamente), que opera “desde dentro” (com- putacionalmente) sobre los datos proporcionados por el medio externo, y que está sujeta, como otras capacidades naturales, a un proceso de maduración que se desarrolla en el tiempo, con picos de más efectividad en un determinado periodo crítico que llega como mucho hasta la pubertad en el caso del lenguaje. d) Por lo que respecta al desarrollo filogenético, las noticias no son tan alentadoras, primero, por las dificultades que entraña la investigación sobre el origen del lenguaje, y segundo, por la falta de re- sultados decisivos a favor de un relato concreto; un relato en el que se tuvieran en cuenta los fac- tores de desarrollo asociados a los eventuales cam- bios genéticos, neurobiológicos y conductuales o de manifestación de la capacidad. La disección de esta capacidad en tres componentes (la FL en sentido estricto , el interfaz C/I y el interfaz S-M ) ha sido cuanto menos de utilidad para rebajar la carga explicativa de la teoría evolucionista, al po- der distinguir entre aquellos aspectos del lenguaje ( FL en sentido amplio ) en los que es más plausible una continuidad evolutiva con otras especies, como por ejemplo el componente S-M de la externaliza- ción y la comunicación, y aquellos otros aspectos en que parece más plausible hablar de un genuino salto cualitativo en la evolución, como por ejem- plo el componente central (sintáctico) y, en cier- ta medida, el componente C/I como fuente interna de los significados y del repertorio intencional. Por los distintos tipos de datos analizados (paleonto- lógicos, de genética comparada y de comparación funcional sincrónica), y al menos en lo que respec- ta al componente central ( FL en sentido estricto ), todo parece indicar que su aparición en la historia evolutiva puede considerarse como una auténtica novedad, fruto quizá del azar y la necesidad de los que hablaba Jacques Monod (48). Respecto a dicho rasgo tan propio del ser humano, podríamos termi- nar esta exposición con aquello de que si no se en- cuentra el eslabón perdido, ¿no será acaso porque no ha existid o? Quiero expresar mi sincero agradecimiento al Pro- fesor Enrique Blázquez, por su invitación a im- partir la conferencia inaugural del Curso “Aspec- tos moleculares y fisiopatológicos del lenguaje humano” en la Real Academia Nacional de Medi- cina de España (23 de mayo de 2018), en que se basa este artículo, así como por sus comentarios y sugerencias sobre el mismo. También quiero agra- decer a José Manuel Gavilán y Paloma Sánchez- Casas su colaboración en la preparación de las fi- guras que acompañan al artículo. AGRADECIMIENTOS

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