Anales de la RANM
25 A N A L E S R A N M R E V I S T A F U N D A D A E N 1 8 7 9 S U P L E M E N T O LA COMUNICACIÓN GESTUAL. TEORÍA DE LA MENTE Y NEURONAS ESPEJO Emilio García García XV Curso de fundamentos moleculares de la Medicina An RANM · Año 2018 · 135(02) · Supl.01 · páginas 22 a 33 creencias en la mente de otro, e intenta alterar tales pensamientos para que haga algo que le interesa. Por tanto, el engaño es un indicador fiable de la teoría de la mente. Woodruff y Premack realizaron otra investiga- ción para ver si los chimpancés engañaban (8). Cuatro chimpancés disponían de información sobre la locali- zación de comida, que estaba fuera de su alcance. En unos casos una persona "cooperadora" entraba a la sala donde se encontraban los chimpancés y les acercaba la comida; en otros casos otra persona "competidora" co- gía la comida y se quedaba con ella. Los chimpancés aprendían a discriminar entre situaciones en las que resultaba adaptativo "informar correctamente" cuando la persona era cooperadora, o engañar y ocultar infor- mación cuando era competidora. Dos chimpancés de- sarrollaron la capacidad de ocultar información y otros dos llegaron a engañar, proporcionando informaciones falsas, como dirigir la mirada a lugares muy diferentes a donde se encontraba la comida. Se han realizado investigaciones sobre el engaño en chimpancés, tanto en contextos experimentales de la- boratorio, como en situaciones más naturalistas y con validez ecológica (9). D. Byrne y A. Whiten editaron un libro con el título de Inteligencia maquiavélica . Re- cogían diversos trabajos que desarrollaban la tesis cen- tral de una inteligencia social o maquiavélica en pri- mates y humanos. El término maquiavélico parecía oportuno para resaltar la capacidad de engañar, men- tir, simular en las interacciones sociales de los indi- viduos, y también de establecer alianzas y estrategias para lograr determinados objetivos. Así como operar y manipular adecuadamente con objetos en un ambiente físico es una manifestación de capacidades mentales o inteligencia física; interpretar y manipular otras men- tes en propio beneficio es indicador de la inteligencia social o teoría de la mente. En el engaño, un individuo sabe que otro tiene una re- presentación errónea de la realidad, o llega a provocar en el otro un conocimiento o representación equivoca- da, para aprovecharse y sacar partido en propio inte- rés y beneficio, al predecir el comportamiento del otro a partir del conocimiento erróneo que éste tiene. Dick Byrne y Andrew Whiten recogen muchos ejemplos de engaño entre primates. Por ejemplo, gorilas hembras tramando meticulosamente situaciones para separar- se del grupo y del control del macho dominante para copular con machos jóvenes, reprimiendo los gemidos y gritos que normalmente producen en el acto sexual. Chimpancés machos, que cuando cortejan a hembras en presencia de un competidor de mayor jerarquía, co- locan una mano sobre su pene erecto de modo que lo pueda ver la hembra, pero no el otro macho. Chimpan- cés que disimulan para ver donde otros miembros del grupo esconden alimentos, esperan a que se ausenten y robarlos. Las conductas de engaño son muy frecuentes en temas de alimento, sexo y poder. La vida en grupo plantea a los primates -y a los se- res humanos- muchos problemas que exigen unas ca- pacidades mentales específicas, una inteligencia social para poder afrontarlas con eficacia. Continuamente los individuos tienen que sopesar los pros y los contras de cooperar o competir. Se compite por sexo, alimen- to, poder, territorio, compañero de juego, de acicala- miento; y también se puede cooperar según circuns- tancias. Resolver este tipo de problemas sociales pa- rece más difícil que la capacidad para utilizar instru- mentos, como ramas de árbol para sacar y comer hor- migas, o la capacidad para reconocer y orientarse en el territorio. El engaño es la otra cara de la cooperación y colaboración. Engañar y colaborar son indicadores de la inteligencia social. La misma mente social puede ser maquiavélica o solidaria, pues lo que la caracteri- za es disponer de un sistema de conocimientos e infe- rencias sobre los estados mentales de otros individuos, que posibilita saber quiénes son amigos o enemigos, y qué cabe esperar de ellos (10). No se da unanimidad entre los investigadores respecto a si los chimpancés poseen una teoría de la mente en el sentido más pleno, de modo que incluya creencias, intenciones, sentimientos y deseos. Se considera esen- cial en la teoría de la mente la presencia de representa- ciones en otros y en uno mismo, que puedan resultar verdaderas o falsas. Se ha planteado que las habilida- des mentalistas de los chimpancés puedan no ser tan mentalistas, y sus comportamientos se puedan explicar desde supuestos más básicos, como procesos de apren- dizaje operante o por imitación. Siguiendo el principio de parsimonia y no aumentar los entes sin necesidad sería más adecuado tal explicación (11). Es mayor el consenso en el estudio de la teoría de la mente en seres humanos. Las personas continuamen- te hablan y expresan sus estados mentales. La investi- gación ha sido muy variada e importante en diferentes áreas, como la filosofía de la mente, la psicología evo- lucionista, la psicología evolutiva, la psicolingüística, la psicopatología y la psiquiatría. Parece muy razona- ble aceptar que el estudio de la mente en las personas es más prometedor y fácil que en los grandes simios, ya que los humanos podemos expresar, gracias a la co- municación lingüística, las intenciones, creencias, sen- timientos y deseos, y atribuir a los estados mentales la causa del propio comportamiento. Comentamos algu- nas investigaciones relevantes haciendo notar la pre- sencia de los gestos que acompañan al lenguaje, y par- ticularmente la comunicación gestual en niños prelin- güísticos. En la investigación de la mente infantil se ha utilizado, y con gran éxito, el paradigma de la falsa creencia. En un estudio clásico de H. Wimmer y J. Perner, un niño contempla una situación en la que el experimentador y otro niño, Juan, están juntos en una habitación. El ex- perimentador esconde un trozo de chocolate bajo una caja que se encuentra delante de Juan. Entonces Juan sale un momento de la habitación y, mientras está au- sente, el experimentador cambia el chocolate a otro es- condite. Se le pregunta al niño dónde está realmente el chocolate y dónde lo buscará Juan cuando entre en la habitación. El niño tiene que distinguir entre lo que sabe que es cierto, o sea dónde está realmente ahora el chocolate, y lo que sabe del estado mental de Juan, de lo que piensa o cree Juan. Además, tiene que inferir que el comportamiento de búsqueda del chocolate por parte de Juan dependerá de las representaciones men- tales de Juan y no de la realidad (12). A la edad de tres años los niños no resuelven correc- tamente el problema y responden en función de la si- tuación real que ellos conocen. No comprenden que
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