Anales de la RANM

35 A N A L E S R A N M R E V I S T A F U N D A D A E N 1 8 7 9 S U P L E M E N T O BASES NEUROBIOLÓGICAS DE LA MÚSICA Francisco José Rubia Vila XV Curso de fundamentos moleculares de la Medicina An RANM · Año 2018 · 135(02) · Supl.01 · páginas 34 a 40 Los potenciales de acción son todos iguales, proven- gan de la piel, de la retina del ojo o de las papilas gus- tativas de la lengua. Por eso la interpretación de esos sonidos es una función central del cerebro. Esto hace que ni los colores ni los sonidos ni los gustos ni los olores ni el frío o el calor en el tacto existan en la na- turaleza, sino que son producto de la acción cerebral. Las estructuras por donde pasa la información auditi- va (Figura 2) son: el núcleo coclear, la oliva superior, el núcleo geniculado medial en el tálamo y, finalmen- te, la corteza auditiva. Allí la representación es tono- tópica, es decir, que los tonos están ordenados por su frecuencia (Figura 3). Las células de la corteza auditiva primaria no sólo se ex- citan, sino que utilizan la inhibición lateral para ampli- ficar la información acústica, aumentar los contrastes y suprimir los ruidos de fondo. Es importante saber que el cerebro sólo está interesado en cambios y contrastes. Un sonido, por ejemplo, igual y constante termina por no oírse, gracias a dos fenómenos: la adaptación de los receptores y un proceso inhibitorio conocido como ha- bituación. Al cerebro tampoco le interesa la frecuencia exacta de un sonido. Cualquier violinista puede cambiar la nota “la” media de 440 a 450 hercios y el cerebro se adapta in- mediatamente a ese cambio. Como se ha mostrado, to- dos somos sordos respecto a las frecuencias exactas de los tonos, al cerebro le interesan las distancias relativas entre las frecuencias más que las frecuencias absolutas. Esto, por cierto, es válido para todos los sentidos. En la visión, por ejemplo, la luminosidad absoluta no es inte- resante para el cerebro, sino sólo los contrastes. El cerebro no es ningún órgano pasivo. Envía fibras ha- cia las células sensoriales del oído interno controlando su sensibilidad. Y también participa activamente en los diversos escalones que recorre la información auditiva, modificando y filtrando esa información. Esto quiere decir que los tonos que percibimos no existen en la na- turaleza, sino que son atribuciones que la corteza cere- bral asigna a las señales eléctricas que le llegan desde el oído, interviniendo además en todas las estaciones de relevo. Sin este sistema centrífugo, el efecto llamado de “cocktail party”, o sea la capacidad de escuchar una con- versación en una fiesta a pesar del ruido de fondo, sería imposible. Asimismo, el cerebro no se contenta con el análisis de los sonidos, sino que se preocupa más bien de la interpretación activa de esos sonidos. La corteza auditiva primaria está rodeada de la llamada corteza auditiva secundaria, y ésta a su vez de la corte- za auditiva terciaria. Mientras que la corteza primaria se concentra en las características de tonos aislados, la secundaria es responsable de la relación entre los tonos. La corteza auditiva del hemisferio derecho se concentra en tonos simultáneos y analiza las relaciones armónicas entre ellos. La corteza auditiva secundaria del hemisfe- rio izquierdo se concentra en la relación entre las se- cuencias de tonos, por lo que es importante para la per- cepción del ritmo. La melodía no es simplemente una secuencia de tonos, sino que éstos varían en ella de frecuencia y acento, pro- vocando en el cerebro sensaciones únicas. Melodía, rit- mo y armonía combinados forman la música. Nuestra capacidad para percibir música es muy tempra- na. Incluso recién nacidos reaccionan a estímulos musi- cales, y con un mes, el bebé puede discriminar ya tonos de diferentes frecuencias. Con seis meses se habla ya de una ‘musicalidad’ desarrollada. Y a los tres o cuatro años, los niños comienzan a reproducir la música de la cultura en la que están inmersos. Ahora bien, un enten- dimiento pleno de la armonía se desarrolla como muy temprano a la edad de doce años. La música es un medio de comunicación como lo es el lenguaje. Al igual que en el lenguaje, donde las distin- tas características (semántica, nombres de instrumen- tos, de frutos y de animales, prosodia, identificación de fonemas, etc.) están localizadas en diferentes partes del cerebro, en la música ocurre lo mismo, es decir, que, por ejemplo, la melodía y la localización de los tonos se localizan preferentemente en el hemisferio derecho. Por eso, en operaciones quirúrgicas, donde una parte del lóbulo temporal derecho tuvo que ser extirpado para evitar ataques epilépticos intratables con medicamen- tos, el paciente tuvo problemas con la percepción de la Figura 2. Vía auditiva aferente. Desde la cóclea hasta la corteza auditiva primaria Figura 3. Organización tonotópica de la corteza auditiva primaria LA MÚSICA COMO MEDIO DE COMUNICACIÓN Y SU ORIGEN Y LOCALIZACIÓN CEREBRAL EN EL SER HUMANO

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