Anales de la RANM
38 A N A L E S R A N M R E V I S T A F U N D A D A E N 1 8 7 9 S U P L E M E N T O BASES NEUROBIOLÓGICAS DE LA MÚSICA Francisco José Rubia Vila An RANM · Año 2018 · 135(02) · Supl.01 · páginas 34 XV Curso de fundamentos moleculares de la Medicina a 40 El síndrome de Williams pone patas arriba el con- cepto de inteligencia. Siempre hemos pensado que la inteligencia era una y que podía medirse con el co- ciente de inteligencia; pero las personas con síndro- me de Williams muestran mucha inteligencia en cier- tas áreas, como el lenguaje, la música y las relaciones interpersonales, pero su cociente intelectual está en- tre 50 y 70, lo suficientemente bajo como para cuali- ficarlo como retraso mental moderado. También son limitados en las habilidades espaciales y en el control motor; muchos no pueden atarse los cordones de sus zapatos o cortar algo con un cuchillo. También son muy deficientes en aritmética. ¿Cuándo se desarrolla la capacidad musical en los ni- ños? Pues bien, existe una gran cantidad de trabajos experimentales que indican que antes de alcanzar la edad de un año, los niños ya poseen todas las capa- cidades de percepción musical que tienen los adultos normales, es decir, que no son músicos profesiona- les. Esto parece indicar que la música es un campo en el que el niño posee ya una competencia innata para ella, similar a la del lenguaje. ¿Cuál sería, pues, el valor de supervivencia de la mú- sica para haber desarrollado una capacidad innata a lo largo de la evolución? Evidentemente, aquí nos ba- samos en la especulación y algunos autores han pro- puesto que la música incrementa los lazos sociales fo- mentando las respuestas emocionales conjuntas cuan- do se danza o canta, aparte de poder relajar tensiones en los individuos. Algunos autores argumentan que es posible que la música se remonte al Homo erec- tus, es decir, a una época entre 1,8 millones y 300.000 años antes de nuestra era. Esta opinión parece exagerada. Sabemos que nues- tra especie, el Homo sapiens, hizo su aparición en la Tierra hace unos 200.000 años, pero que la explo- sión cultural que, probablemente llevó al lenguaje, a la aparición del arte y la religión, tuvo lugar hace unos 50.000 años. Y la hipótesis que hoy se mane- ja para explicar este retardo de 150.000 años en la aparición de esa explosión cultural es que fue moti- vada por una mutación. Las estrechas conexiones de la música con el lenguaje nos hacen pensar que muy probablemente su aparición en el ser humano es más reciente y dentro del período de existencia de nues- tra propia especie. A favor de esta opinión estaría el hecho de que los registros arqueológicos indican que los instrumentos musicales hacen su aparición con el Homo sapiens. Pero hay opiniones, como las del lingüista Steven Pinker, que se inclinan a pensar que la música es una “auditory cheesecake”, o sea, una delicia auditiva, algo marginal en la evolución, que, en el mejor de los casos es adaptativa al promover una solidaridad del grupo. Tanto el lenguaje como la música tienen una estre- cha relación con el movimiento, por lo que se con- sidera que la música establece relaciones entre dis- tintas funciones cerebrales, relaciones que también son consideradas características de nuestra espe- cie. La música facilitaría este tipo de relaciones en- tre funciones distintas, tales como las emociones, la prosodia de nuestro lenguaje, la relación entre ma- dre e hijo en ese proto-lenguaje casi musical que se emplea para establecer contacto entre una y otro, así como en la motricidad asociada a la periodicidad de los movimientos. Con respecto a la posibilidad por muchos autores aceptada de la predisposición genética para la músi- ca, habría que suponer también la heredabilidad de esta facultad. Y, en efecto, se ha calculado que apro- ximadamente la mitad de los grandes compositores han tenido músicos profesionales en sus familias o descendían de familias con una larga tradición musi- cal, como es el caso de la familia de Johann Sebastian Bach, que en siete generaciones se han contado hasta 64 profesionales de la música. Quisiera mencionar uno de nuestros misterios más grandes: la inspiración. ¿Qué han dicho los compo- sitores famosos sobre esa misteriosa inspiración que les llevaba a plasmar en el papel su música? Pues en términos generales, que la música fluía de sus cabe- zas sin ningún problema. Richard Wagner lo com- paraba como el fluir de la leche en una vaca, Saint- Saëns con un árbol de manzanas produciendo sus frutos y Mozart, tan soez como siempre, con una cerda orinando. Precisamente Mozart hablaba de que sus ideas musicales se le presentaban cuando es- taba solo, cuando iba de una ciudad a otra en su ca- rruaje o cuando no podía dormir por las noches. Su barbero se quejaba que tenía que andar siempre de- trás de él para afeitarle porque se levantaba de pron- to del cembalo para ir al escritorio a escribir la mú- sica. Tanto él como Robert Schumann oían la músi- ca, al parecer, completa en su cabeza antes de pasar- la al papel. A veces, la inspiración era sentida como una expe- riencia religiosa. Un criado encontró un día a Händel llorando a lágrima viva cuando en un maratón de 24 días escribió su “Mesías”. Y expresaba esta experien- cia diciendo: “Veía el cielo abierto ante mí y al propio Dios Padre”. O Johannes Brahms que lo expresaba así: “Me sentía en consonancia con la eternidad, no hay nada más apasionante”. Muchos compositores sufrían de lo que hoy podía- mos llamar períodos maníacos o maníaco-depresivos. Curiosamente, este tipo de enfermos muestran a ve- ces altos valores de creatividad. Se supone que apro- ximadamente un tercio de todos los escritores y ar- tistas, así como la mitad de los poetas, tuvieron sín- tomas maníaco-depresivos. Los psicólogos sospechan que a este grupo pertenecen compositores como Ber- lioz, Bruckner, Gesualdo, Glinka, Händel, di Lasso, Mahler, Mussorgsky, Rachmaninoff, Rossini, Schu- mann, Tchaikowsky, etc. POSIBLE VALOR DE SUPERVIVENCIA DE LA MÚSICA HEREDABILIDAD DE LA CAPACIDAD MUSICAL
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