Anales de la RANM
14 A N A L E S R A N M R E V I S T A F U N D A D A E N 1 8 7 9 SOBRETODO, NO HAGAS DAÑO Vicente Calatayud Maldonado An RANM · Año 2019 · número 136 (01) · páginas 11 a 16 quirúrgica, se debe ponderar el riesgo de someterse a una cirugía con el de desestimarla. No quiero ser, no he sido nunca pesimista, pero hay cosas que son peo- res que la muerte. No obstante, lo peor es no saber qué decisión tomar. A lo largo de mi ejercicio profesional he vivido mu- chas circunstancias que me han desatado dudas, pero la más difícil, para un neurocirujano experimentado, se plantea cuando los pacientes y sus familias dicen: 'Bueno, usted es el experto. ¿Qué recomienda?'. Situa- ciones muy delicadas, que también expone, y de alguna manera resuelve, el Dr. Marsh. El problema se plantea a menudo en forma de dudas lógicas sobre qué procede hacer, ya sea por la natu- raleza del proceso, por su localización o por la téc- nica que debe emplearse para abordarlo. No siempre son dificultades desde un punto de vista técnico, sino desde la perspectiva de los efectos, incluso en un caso quirúrgicamente bien resuelto: a menudo no es total- mente clara la evidencia de si el tratamiento logra- rá una diferencia importante en la vida del paciente. Hay procesos a menudo fatales a largo plazo, pero no es claro si la cirugía prolongará la vida del enfermo o si se justifica el riesgo al que será sometido. La ciru- gía del cerebro no sólo trata de la posibilidad de sal- var una vida; ha de tener en cuenta también que pue- den ocurrir desastres terribles, seguidos de agobian- tes arrepentimientos. Lo más difícil, según Marsh y yo no estoy de acuerdo- es tener que decirle al paciente: 'No hagas nada. Ve a tu casa, vete a morir lentamente”. Jamás. En mi opinión siempre debe hacerse algo, principalmente cuando se trata de pacientes jóvenes. Las preguntas son: ¿Qué? ¿Cómo? ¿Cuándo? Pero eso es materia de lo que hoy denominan "muerte digna" y no corresponde tratarlo aquí. El control subsiguiente de resultados es el necesario fe- edback sin el cual no hay progreso ni posibilidades de mejora. El seguimiento de los pacientes es un deber del médico de cualquier especialidad y, por supuesto, un derecho del paciente. Por otra parte, tenemos la obligación de visitarlo du- rante su hospitalización y corresponsabilizarnos en lo referente a los cuidados intensivos o tratamiento del paciente en el curso postoperatorio. Dice Horacio D’Agostino que las técnicas se aprenden rápidamente y las máquinas se compran con dólares o euros, pero que los conocimientos sobre sus bases científicas cuesta más asimilarlos. ¿Existe algún cirujano, independien- temente de su presión asistencial, que no atienda o no realice seguimiento de sus intervenciones, de sus pa- cientes o de sus resultados? Debe ser una permanente obligación, revisar cuida- dosamente, una y otra vez, el diagnóstico y el trata- miento diseñado y, si fuera necesario, estar dispuesto a reconocer una posible equivocación y a replantear lo diseñado. Solo de esta forma puede estar seguro de que sus conclusiones en esa experiencia tienen valor. Aspectos que en contadas ocasiones forman un todo, y por el contrario se tienden a diluir, junto a las res- ponsabilidades. Este libro da una nueva vida, un nuevo tiempo, a la neurocirugía. Es recurrente en estos escritos el recuer- do, a modo de denuncia, de que para todos los médicos ejercientes, es básico el cuidado del paciente, así como que el tratamiento sea lo menos invasivo posible, cir- cunstancias que no siempre están presentes en la labor asistencial. Decía Francisco Umbral: “Escribir es la manera más profunda de leer la vida” (2). Creo que tenía razón. Con mayor o menor fortuna, mientras estás escribiendo ob- servas y reflexionas la parte de la vida que más te inte- resa o te llama la atención. William Faulkner (3) indi- caba: “Los que pueden actúan y los que no pueden, y sufren por ello, escriben”. Muchos de los grandes avan- ces y descubrimientos del conocimiento y de la tecno- logía estuvieron primero en los sueños de grandes es- critores o, por mejor decir, de grandes soñadores que escribían. De su pluma, a veces con gran adelanto so- bre su desarrollo y puesta en marcha, salieron los gran- des descubrimientos que sus coetáneos, en muchos ca- sos, consideraron como una extravagancia o una locu- ra originada en una mente desbordante de fantasías. La historia de la neurocirugía, desde sus orígenes, se ha desarrollado paralelamente y alrededor de gentes que han vivido la vida con pasión. Hubiera sido difí- cil sacar adelante nuestro trabajo de hoy sin el apetito o afición vehemente de los primeros neurocirujanos, porque, en definitiva, el fervor, el coraje, la dedicación, el cariño, la renuncia a cosas y personas que también importan mucho es lo que define la pasión por algo. Pocas especialidades podrían contar una historia tan emocionante y apasionada como la nuestra. Atrás han quedado ya las críticas, científicamente in- sostenibles, por dificultades supuestamente insalvables y las acusaciones de intrusismo no cualificado proce- dentes de especialidades afines que, en vez de colabo- rar y trabajar con coraje, decidieron esperar el final de esta nuestra apasionante historia. El gran físico Niels Borh (4) anunciaba, no sin sorna: “Predecir lo que va a ocurrir es muy arriesgado, sobre todo si estamos ha- blando del futuro”. Quienes se dedican a la prognosis científica, dicen que los mejores y más importantes avances de la cirugía es- perables para los próximos años están fuera de lo que hoy conocemos como quehacer quirúrgico, con una sola excepción: el trasplante de órganos. Conscientes de ello, los cirujanos, con pocas excepciones, sin aban- donar la cirugía clásica, no han dejado de esforzarse y prepararse para estos cambios. Incluso los neurociru- janos con menos inquietudes científicas, más pragmá- ticos y con otra filosofía de la vida, ya usan esos avan- ces que en otros tiempos criticaron y que otros desa- rrollaron para beneficio general. Podemos comprobarlo después: la televisión, los com- putadores, las ópticas y las lentes, los trocares y la robó- tica se están incorporando como herramientas de tra- bajo en la mayoría de los quirófanos de todo el mundo. ¿Que algo ha cambiado en la práctica de lo que hoy co- nocemos como neurocirugía? ¡Por descontado que sí! A la denominación común se añaden múltiples apelli- dos: minimamente invasiva, endoscópica, intervencio-
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