Anales de la RANM
82 A N A L E S R A N M R E V I S T A F U N D A D A E N 1 8 7 9 LA CONTRIBUCIÓN DEL SEGURO SANITARIO PRIVADO A LA CREACIÓN, MANTENIMIENTO Y FUTURO DEL SNS Francisco Ivorra Miralles An RANM · Año 2019 · número 136 (01) · páginas 81 a 85 En palabras de Santiago Castillo: “ante este pano- rama o se recurría a la beneficencia o se recurría a la creación de las Sociedades de Socorros Mutuos o Mutualidades”. En estas últimas organizaciones sus miembros eran, a la vez, asegurados y aseguradores y, de todas ellas, las más importantes fueron las que se dedicaban a la cobertura de la enfermedad. Entre los años 1915 y 1925, más del 50% de estas sociedades se dedicaban a esta cobertura. De nuevo, en palabras de Castillo: “El encarecimien- to creciente del costo de los productos farmacéuticos y de la asistencia médica hace que muchas veces este tipo de prestaciones se limite a las labores de inspec- ción control de la evolución del enfermo, obviándose el tratamiento propiamente dicho y los fármacos”. Es increíble cómo se describían las mismas dificultades que identificamos en la actualidad: el alto coste de la asistencia y de los nuevos fármacos. Estas sociedades, sin duda, fueron el precedente del seguro sanitario privado en España y se mantuvieron hasta la aprobación, por Ley, del Seguro Obligatorio de Enfermedad. Pero, al mismo tiempo, a finales de ese siglo, el XIX, crecía una potente corriente de opinión a favor del intervencionismo del Estado. En este contexto histó- rico, en el año 1908 se creó el Instituto Nacional de Previsión, en cuya génesis, por cierto, las Cajas de Ahorro jugaron un papel importante. En 1919 se estableció el seguro de vejez, que fue el primero de los seguros públicos en España. Martí- nez Quinteiro se pregunta: ¿Por qué en España no se empezó, como se hizo en Alemania, por el seguro de enfermedad? Pero el seguro obligatorio de enfermedad no se crea hasta 1942 -aunque sería efectivo a partir de 1944- y era sólo para aquellas personas que la Norma deno- minaba “productores económicamente débiles”. El lí- mite de esa debilidad económica se establecía por re- glamento y valga este apunte: los contenidos básicos de la cobertura podían mejorarse a través de monte- píos o mutualidades. También el INP estableció que el seguro podría uti- lizar, mediante los conciertos adecuados que esta- bleciese la Obra del “18 de julio”, la colaboración de Cajas de Empresas, Mutualidades e Igualatorios médicos bajo determinadas condiciones. Es decir, el propio INP reconoció la necesidad de contar con la labor que realizaban los Igualatorios Médicos, gérmenes de los que más adelante sería ASISA: un macroigualatorio. Será bueno recordar que las organizaciones no nacen en campos estériles ni por generación espontánea: las tendencias de pensamiento, las ideas preponderan- tes, las circunstancias históricas facilitadoras y los lí- deres que dirigen los grandes proyectos se pueden siempre identificar. Asisa los tuvo. Paralelamente en 1944 se publica la Ley de Bases de la Sanidad Nacional, generando estructuras que con- figurarán en los años sucesivos un dispositivo sanita- rio doble, el de salud pública y el de la provisión di- recta de servicios. La asistencia sanitaria prestada con estructuras pú- blicas, que se sustentaba en el seguro obligatorio de enfermedad, fue expandiéndose- en población cu- bierta y desarrollándose con más centros y hospita- les- en los años 50, hasta los 70 del siglo pasado. En este contexto histórico, nació ASISA, en strictu sensu, el día de Nochevieja de 1955, aunque bajo otra denominación. En el 62 cambia a Asistencia Sanita- ria Comarcal y en el 66 a Asistencia Sanitaria Inter- provincial en donde comienza una rápida expansión , gracias al entusiasmo de muchos médicos y llega a las 31 delegaciones e Igualatorios, en los primeros años de la década de los 70. En el 91 toma su nom- bre actual Asisa. Asistencia Sanitaria Interprovincial de Seguros, S.A. El Dr. José Espríu, fundador de ASISA, creó en el año 1957 el Igualatorio de Barcelona, por entender que “si las compañías pueden tener médicos, lo médicos pueden tener compañías”. En 1974 se publicó la ley General de Seguridad So- cial y en 1975 la Ley sobre la Seguridad Social de los trabajadores de la Mutualidad de Funcionarios Civi- les del Estado (Muface), que había sido creada, a su vez, en el año 1963. Isfas y Mugeju se crean en el 78. Con todo lo anterior he querido describirles que, cuando no existía cobertura sanitaria pública en España, o era muy limitada o descoordinada, un rudimentario seguro sanitario privado, que reco- nocía muchas dificultades económicas, ya existía, y que los Igualatorios Médicos, iniciativas, en con- secuencia, profesionales, jugaban un papel funda- mental en la asistencia sanitaria ofrecida a la pobla- ción española. Posteriormente, el Dr. Espríu, que sabía que los Igua- latorios eran compañías anónimas y, también, que las cooperativas no podían legalmente hacer segu- ros para terceros, creó en 1976 la Cooperativa La- vinia que pasó a ser propietaria, al 100 %, de la ase- guradora ASISA. Y así hasta nuestros días, porque seguimos siendo una empresa cuyo único accionista es una gran cooperativa de médicos españoles y sin ánimo de lucro. Quiero hacerles observar el paralelismo de fechas en- tre la creación y desarrollo del proyecto ASISA y la extensión poblacional del seguro sanitario público y la Ley de Seguridad Social de los Funcionarios. ¿Cómo debe de interpretarse?: claramente, coexis- tían necesidades sociales y profesionales que los Igualatorios primero, y ASISA después contribuirían a satisfacer. Desde la publicación de la Ley General de Sanidad, en el año 1986, hasta nuestros días, las estructuras sanitarias públicas, también las privadas y el seguro sanitario privado no han dejado de crecer y este últi- mo, incluso, durante el período de crisis económica iniciada en el año 2008.
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