Anales de la RANM

209 A N A L E S R A N M R E V I S T A F U N D A D A E N 1 8 7 9 PENSAMIENTO DUALISTA, CREENCIAS, IDEOLOGÍAS Y FANATISMOS An RANM · Año 2019 · número 136 (02) · páginas 206 a 210 Antonio Campos Hemos comprobado con anterioridad que no hay identidad personal y social sin creencias y que las ideologías y los fanatismos están estrechamente vin- culados con las mismas en la esfera de la identidad. Pues bien, un ser humano que vincula su identidad a unas determinadas creencias no ideologizadas, no fanatizadas, puede sin duda coexistir con el otro o al menos tener la voluntad de no impedirlo. Laín en su libro “Teoría y realidad del otro” dejó muy claro los distintos tipos de relaciones interpersonales que pueden existir al respecto: como persona amada, como persona cognoscible, o simplemente como obje- to. Y todo ello puede incluirse entre los márgenes de lo propiamente humano en la metáfora de Vegetti que co- mentaba al comienzo de esta presentación. Pero ¿qué ocurre con la ideología y el fanatismo? En las ideologías, las creencias que las configuran, sin entrar en la consideración moral de las mismas, adquieren, sin embargo para quienes las portan una mimetización “cuasi” divina; tienen, podríamos de- cir, una voluntad mesiánica, redentora, para cuya implementación el proselitismo se hace necesario. No olvidemos que, como escribe Rubia, la función última de una ideología es conservar o transformar un sistema social, económico, político o cultural. Resulta evidente que esta concepción, “cuasi” divi- na y “redentora” de las ideologías por parte de quie- nes las portan, implica un modelo diferente de co- existencia con quienes no la portan, con el “otro”. Éste –el otro- aparece ahora como un obstáculo a la implementación de la ideología. La coexistencia en estas circunstancias se inserta en lo que Laín llama una relación conflictiva. Un ser humano provisto de una solida ideología es, utilizando de nuevo la me- táfora de Vegetti, un ser que ha cruzado la frontera con los dioses. En los fanatismos, las creencias o las ideologías que los configuran, adquieren, por el contrario para quienes los portan una mimetización “cuasi” ani- mal, instintiva y vesánica; tienen, podríamos decir en este caso, una voluntad impositiva destinada a su implantación con proselitismo entusiasta y con su propio sacrificio o con el de los demás si fuese nece- sario. Y todo ello, como escribe Rubia, acompañado de una incapacidad de compromiso con otros siste- mas o personas. En el caso del fanatismo resulta también evidente que esta concepción, “animal” e impositiva de los fanatis- mos por parte de quienes los portan, implica, asimis- mo, un modelo diferente de coexistencia con quienes no lo comparten. En este caso “el otro” no es ni siquie- ra un obstáculo es simplemente nadie. La coexistencia en estas circunstancias se inserta también en lo que Laín llama una relación conflictiva. Un ser humano fanático es de nuevo, utilizando la metáfora de Vegetti, un ser que ha cruzado la frontera con las fieras. Algunos autores, que el Profesor Francisco Rubia cita en su libro, consideran que las ideologías y los fanatis- mos tienen connotaciones positivas o las han tenido en el curso de la historia. Creo que con la experiencia y la destreza de un buen cirujano hay que aprender a separar y deslindar de las ideologías y de los fanatismos algunas de sus adhe- rencias más nobles como el entusiasmo, las ideas y los ideales, que son a mi juicio los elementos más prove- chosos con los que el ser humano, más allá del pensa- miento dualista, esto es con el pensamiento complejo, ha sabido explicar y construir el mundo. En una antológica viñeta de Antonio Mingote un pa- dre tiene sentado en sus rodillas a su hijo pequeño. Con su brazo en alto y su dedo índice mirando hacia arriba le dice: ¡hijo mío provéete de una solida ideo- logía para no tener nunca la funesta manía de pensar! Y sin embargo, pensar, entre dioses y fieras, generar ideas, o aceptar las de otros, para vivir y compartir, mediante la dialéctica del pensamiento complejo, aún con la inseguridad que ello conlleva, es lo único que nos hace más propiamente humanos, lo único que aca- so entre ambos márgenes, entre ambos excesos, hace vivible nuestro caminar sobre la tierra. El tercer y último apartado al que hacía referencia al comienzo de esta intervención tiene por objeto hablar del autor y del estilo con que nos narra sus propuestas. Voy a hacerlo de forma simultánea porque creo que cualquier obra literaria sea poética, de ficción o ensa- yística es siempre reflejo de su autor y, por tanto, con mayor o menor grado de enmascaramiento, de su na- turaleza y personalidad. Tres estilos distintos, pero complementarios, están presentes, a mi juicio, en el libro del profesor Fran- cisco Rubia: el didáctico, el socrático, y el académico. El primero es inherente a su cualidad de profesor y Catedrático durante muchos años en la universidad española y alemana y se refleja muy claramente en el libro. Sus capítulos –el pensamiento binario, ideolo- gías, creencias y fanatismo- comienzan siempre con el apartado “Definición”, y continúan con las formas y las características de cada uno de ellos, a las que aña- de algunas anécdotas y ejemplos muy relevantes, para culminar con un resumen. La anécdota del perro de Darwin en el capítulo sobre las Creencias o los ejem- plos del nacional-socialismo o de los cátaros en los ca- pítulos sobre las Ideologías y el Fanatismo constituyen una excelente prueba de dicho proceder. El estilo socrático se pone de relieve periódicamen- te en el carácter discursivo del texto ya que el Pro- fesor Rubia expone primero los puntos de vista de los distintos autores para luego, en dialogo con ellos, asentir o discrepar con ideas y argumentos. Así, por ejemplo, muestra su total acuerdo con Thomas Hob- bes sobre el papel de la ignorancia en las creencias, amplia lo que propone Ilkka Pyysiäinen sobre el ani- mismo, o matiza las opiniones de Lee Harris sobre el papel de la razón en los procesos mentales que esta- mos considerando. EL AUTOR Y SU ESTILO. EL DIDÁCTICO, EL SOCRÁTICO Y EL ACADÉMICO

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