Anales de la RANM

109 A N A L E S R A N M R E V I S T A F U N D A D A E N 1 8 7 9 IMPLICACIONES SOCIALES Y SANITARIAS DE LA OBESIDAD MÓRBIDA Santiago Tamames Gómez An RANM · Año 2019 · número 136 (02) · páginas 108 a 112 En EEUU va en aumento, en concreto en las mujeres ha pasado de 27 a un 35%, y en los varones del 20 al 31%, con unos gastos médicos de más de cien mil mi- llones de dólares. En España, la prevalencia es en los mayores de 25 años de hasta el 20% y con un sobrepeso en más del 25% de la población (3,4) Preocupa decir, que en la población infantil se ha pasado del 5% en 1984 a cerca del 20% en la actualidad; con un gasto sanitario de cerca de los 3.000 millones de euros. En la Comunidad Autónoma de Madrid, alcanza a uno de cada tres adultos de entre 25 y 60 años; y a dos de cada cuatro. Y es que la adolescencia es un periodo crítico en la que se forjan muchos hábitos, entre los que, si no se tiene en cuenta, puede incluirse la cos- tumbre de comer en demasía. Los adolescentes necesi- tan un alto aporte calórico, porque su organismo está en pleno desarrollo (5,6) Esto no significaría necesariamente que tengan que co- mer enormes cantidades: no tienen por qué comer mu- cho más, sino que tienen que comer mejor (6). De ahí que al acabar la adolescencia y dado que dismi- nuyen sus necesidades energéticas, al haber adquirido la necesidad de consumir grandes cantidades de ali- mentos será difícil cambiar esta costumbre y habrá más posibilidades de que aparezca una obesidad (6,7,8) Conviene recordar que el 80% de los adolescentes obe- sos continúan siendo obesos durante la edad adulta. Mucho se ha hablado de una posible predisposición genética a la obesidad, de la herencia de ciertos meca- nismos metabólicos, todavía no bien aclarados, debi- dos a los cuales el organismo tendría una tendencia al desarrollo del tejido adiposo. Y en la base de esta hipó- tesis figura el hecho de la elevada incidencia de obesi- dad en hijos de personas obesas: se calcula que alrede- dor del 85% de los hijos de padre y madre obesos tam- bién padecen ese trastorno (9). Pero la verdad es que se trata de un razonamiento, por lo menos, discutible; un argumento que puede tender a jus- tificar la situación, sirviendo como escusa para que no se actúe como corresponde. Porque si el resto de la familia es obesa hay otras razones para explicar esa coincidencia. Como en otras cuestiones, resulta difícil discernir en- tre la influencia de los factores genéticos, los genes modificadores, los factores medioambientales genera- les y específicos, las influencias intrauterinas, la opor- tunidad y, por supuesto, el azar. Es evidente que, si hay tantos niños obesos, es porque comen “mal”. Se habla de la responsabilidad de la “co- mida basura”, del exceso de “chuches”, pero está claro que el problema es más global: se consumen demasia- das calorías, más de las que se necesitan incluso en ple- na época de crecimiento. En muchos casos además in- fluye otro factor: el sedentarismo. Si el niño mantiene actividades pasivas, si en vez de andar en bicicleta o jugar a la pelota se dedica prefe- rentemente a mirar la televisión o sentarse delante de una consola de videojuegos, si se pasa buena parte de su tiempo ante un ordenador, gastará menos energías (10,11). Así pues, si por un lado ingiere muchas calorías y por otro consume pocas, las cuentas son claras: el exceden- te se transformará en grasa que se acumulará en el teji- do adiposo. Y algo también preocupante: si en plena infancia de adaptan hábitos sedentarios, lo más natural es que estos persistan en la vida adulta. La alimentación es una necesidad, pero también es una actividad que se aprende: en nuestro medio, donde afor- tunadamente tenemos a mano infinidad de productos alimenticios, lo que tenemos que aprender es a elegir. Y en la elección de lo que comemos y de cómo lo come- mos, influyen infinidad de factores culturales y ambien- tales. Si se aprende a elegir un modo de alimentarse que no nos conviene tendremos muchas dificultades de cambiar nuestro patrón alimentario en el futuro. Las causas de este fracaso se basan en cuatro pilares fundamentales: • Influencia de la sociedad. • Influencia de los medios de comunicación. • La influencia de los profesionales de la medicina. • El propio paciente obeso. Existe como he dicho antes una mayor disponibilidad alimentaria, raciones cada vez más grandes, mayor den- sidad energética de los alimentos y un incremento signi- ficativo del consumo de bebidas azucaradas (10,11). Curiosos y recientes estudios, han demostrado que el aumento del tamaño de las porciones servidas en un res- taurante de manera inadvertida, tienen un efecto sobre el consumo calórico final. Sujetos que tomaron un 25% más de calorías en la comida, no experimentaron nin- gún cambio de saciedad ni de percepción en cuanto al volumen ingerido. En estos últimos diez años se considera que el incre- mento a nivel poblacional en líneas generales en España ha sido del 10%, y debemos saber que por cada 10 Kg que se reduce el peso se comienza a reducir el gasto sa- nitario y la disminución de la mortalidad global en un 20%, del 30% de la diabetes y que alcanza el 40% de cán- cer relacionado con la obesidad. Todo ello en relación con una mejor tolerancia de la glu- cosa, mejoría de la hipertensión, de la hiperlipidemia, de la función pulmonar, mejor estado de las articulacio- nes, apareciendo como consecuencia una mayor autoes- tima, una mayor participación en la vida social, y como consecuencia de todo ello una prolongación de la vida. PREVALENCIA FRACASO DIETÉTICO

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