Anales de la RANM

119 A N A L E S R A N M R E V I S T A F U N D A D A E N 1 8 7 9 SOBRE CREATIVIDAD Francisco José Rubia Vila An RANM · Año 2019 · número 136 (02) · páginas 118 a 123 En condiciones normales, las personas no son creati- vas, lo que implica que el acto de creación es algo insó- lito y poco frecuente. Y cuando una nueva idea o con- cepto se produce solemos hablar de inspiración. El escritor húngaro Arthur Koestler (1), en su libro El acto de la creación , dice que hay dos formas de escapar a nuestras rutinas de pensamiento y conducta: la pri- mera, zambullirse en el ensueño o estados similares, donde los códigos del pensamiento racional quedan suspendidos. Y la otra manera de escapar es en direc- ción opuesta, o sea la caracterizada por el momento es- pontáneo de la intuición que conlleva la creatividad. He llamado “ensueño” a lo que normalmente llamamos “sueño”. En español no solemos distinguir entre ambos conceptos que no son idénticos. En inglés se diferencia entre “sleep” y “dream”; en francés entre “sommeil” y “rêve”; en alemán entre “Schlaf ” y “Traum”. Por eso hago la diferencia entre sueño y ensueño. Decía que hay dos vías de escape a las rutinas de pen- samiento y conducta: la primera significaría una regre- sión a niveles mentales más antiguos, más primitivos, de creación, mientras que la segunda, que es la que aquí nos interesaría, supone un ascenso a un nivel nue- vo, más complejo de evolución mental. En la obra citada de Koestler, el acto creativo del hu- morista, por ejemplo, se caracterizaría porque crea una momentánea fusión de dos matrices, dos niveles de pensamiento que habitualmente son incompatibles. De forma similar, podría describirse también el descubri- miento científico o la creación artística. Uno de los ejemplos que Koestler utiliza para confir- mar sus aseveraciones es, en el terreno humorístico, la siguiente anécdota atribuida al académico francés del siglo XVIII Chamfort: “Un marqués de la corte de Luis XIV, al entrar en el boudoir de su esposa, la encuentra en brazos de un obispo y, sin decir palabra, se dirige a uno de los venta- nales del palacio, lo abre y comienza a impartir bendi- ciones al pueblo en la calle. La sorprendida y angustiada esposa le grita: “Pero, ¿qué estás haciendo?” A lo que el marqués tranquila- mente le responde: “Monseñor está usurpando mis funciones, así que yo realizo las suyas”. Esta historia se mueve en dos planos o matrices de pensamiento. La una es una historia de adulterio, que es, de pronto, sustituida por una reacción totalmente inesperada del marqués, lo que hace que la tensión se relaje y surja la risa. Es lo que Koestler llama ‘bisocia- ción’. Dos historias, antes incompatibles, aparecen jun- tas creando hilaridad. Esta bisociación o conjunción de dos planos de pensa- miento incompatibles, opuestos, no es nada nuevo; ocurre constantemente durante el ensueño, en donde no reina la lógica ni el pensamiento dualista caracterís- tico de la vigilia consciente. La yuxtaposición de térmi- nos normalmente antitéticos, la falta de consciencia de que existe un conflicto o una incongruencia, son ca- racterísticas del ensueño. La lógica del ensueño no es una lógica aristotélica, es indiferente a las leyes de la identidad y de la contradicción, su forma de razonar está ligada a la emoción y su simbolismo es pre-verbal y arcaico. El psicólogo austríaco, Sigmund Freud, a este tipo de pensamiento onírico le llamó proceso primario para distinguirlo de un proceso secundario que sería el pen- samiento lógico-analítico que es el que solemos utili- zar durante la vigilia consciente. El pensamiento en el proceso primario significa una superación del dualismo que nos recuerda otra expe- riencia humana parecida, al menos en esta característi- ca: la experiencia mística o espiritual, en la que la per- sona se une con la divinidad, la naturaleza o los anima- les, identificándose con ellos, perdiendo la consciencia del yo como algo separado del mundo. Así que llegamos a considerar que la persona creadora supera también contradicciones, asemejándose tanto al místico como a la persona que tiene ensueños. Pero que sepamos ni el místico se ha caracterizado por ser una persona creadora, ni la mayoría de los ensueños ha conducido a una intuición creadora. Digo la mayoría, porque sabemos de algunos ejemplos en los que sí condujeron a algún descubrimiento im- portante. Como el del químico alemán August Kekulé von Stradonitz, que durante un ensueño diurno vio lo que el psicólogo suizo Carl Gustav Jung llamaba arque- tipos, a saber una serpiente que se muerde la cola, el llamado uroboro, descubriendo así la estructura del anillo de benceno. Quisiera referirme a algunos casos interesantes en re- lación con este tema de la creatividad. El primero se trata de lo encontrado en algunos enfermos que sufren de demencia fronto-temporal porque se encuentran dañados tanto el lóbulo frontal como el lóbulo tempo- ral del cerebro, sobre todo en el hemisferio izquierdo. Estos pacientes pierden inhibiciones en sus comporta- mientos sociales, pero también muestran poderes crea- tivos que antes no tenían. Al parecer, lesiones en el he- misferio izquierdo son capaces de desinhibir funciones más características del hemisferio derecho. El otro ejemplo lo tenemos en los llamados músicos sabios , niños que son muy deficientes en sus capaci- dades lingüísticas, pero que tienen una musicalidad a veces excelente. Estos músicos sabios poseen habili- dades con las que cualquier persona puede soñar: un oído absoluto, una percepción finísima, una capaci- dad enorme de representación acústica, y una memo- ria musical excepcional. Pues bien, estos músicos sa- bios suelen tener lesiones en el hemisferio izquierdo, por lo que se supone que se desinhiben funciones del hemisferio derecho. Lo mismo puede decirse de las facultades extraordina- rias de algunos autistas o de los que se han llamado idiots savants o idiotas sabios, que destacan por algu- nas cualidades extraordinarias. Ha habido sujetos que luego de escuchar por vez primera una sonata de Beethoven pudieron sentarse al piano y tocarla nota por nota con un ritmo perfecto, pero que, sin embargo, no eran capaces de atarse los cordones de sus zapatos.

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