Anales de la RANM
121 A N A L E S R A N M R E V I S T A F U N D A D A E N 1 8 7 9 SOBRE CREATIVIDAD Francisco José Rubia Vila An RANM · Año 2019 · número 136 (02) · páginas 118 a 123 Como resultado de sus experiencias en ambos sexos, Zeus y Hera le plantearon la pregunta de quién de los dos sentía más placer en el acto sexual, si el hombre o la mujer. Zeus era de la opinión que era la mujer, pero Hera sostenía que era el hombre. Tiresías se colocó del lado de Zeus diciendo que en una escala del uno al diez la mujer gozaba seis veces más que el hombre. Irritada por la respuesta, Hera lo dejó ciego, pero Zeus le con- cedió el don de la profecía. Es decir, la unión de los contrarios, lo que el psicólogo Carl Gustav Jung llama- ba la coniunctio oppositorum , conlleva nuevas faculta- des como la visión del futuro. De nuevo, aquí se intuye que la conjunción de dos con- trarios, en este caso el hombre y la mujer, lo masculino y lo femenino, es capaz, cuando se poseen ambos, de conferir facultades extraordinarias como son la clarivi- dencia y la profecía. Otra característica del proceso creativo es lo que Rothenberg ha llamado pensamiento homoespacial , que consiste en concebir activamente dos o más entidades discretas que ocupan el mismo espacio, una concepción que conduce a la articulación de nuevas identidades. Dependiendo de dónde se manifiesta este proceso creativo, se trataría de la superposición de sensaciones discretas, patrones de sonidos, palabras escritas, imá- genes visuales, etc. Se suele dar este fenómeno mucho más corrientemente en las artes. Algo parecido a lo referido sobre Einstein ocurrió con el biólogo Charles Darwin. Veamos aquí su propia des- cripción de las circunstancias en las que tuvo lugar este salto de pensamiento, el salto teórico creativo. Tras un largo tiempo de búsqueda de la formulación apropiada (unos cuatro años según su propia biografía), Darwin constató lo siguiente: “Tuve la ocasión de leer por pura diversión a Malthus (4), su libro sobre poblaciones”, y tras algunas frases dice: “y de pronto se me ocurrió”. En ese momento na- ció la teoría de la evolución de las especies. El hecho de que Darwin estuviese leyendo a Malthus cuando descubre su idea de la selección natural se ha interpretado como algo extraño y paradójico, dado que el elemento principal de la tesis de Malthus era que un crecimiento sin trabas de la población humana en un entorno fijo llevaría a la exterminación de la especie gracias a la lucha por la existencia. Sin embargo, vemos a Darwin postular lo contrario, es decir, que esa lucha por la existencia resultaba en el aumento y la perfec- ción de las especies respecto a su entorno. Probablemente Darwin aceptó y entendió la idea de Malthus de que la lucha por la existencia podía llevar a la destrucción de la especie, pero pensó también lo con- trario, que podría conducir a la selección adaptativa. De acuerdo con Rothenberg, estaríamos pues de nuevo ante una manifestación del pensamiento jánico que es capaz de pensar un concepto y el contrario sin problemas. Llama la atención que en ciencia a veces las contra- dicciones se resuelven superando las antinomias. Yo pongo siempre el ejemplo de Cajal y Gerlach. El pri- mero planteando que las neuronas constituían una unidad anatómica y funcional independiente, lo que se conoce como la doctrina de la neurona; y el profesor de anatomía de la Universidad de Erlangen, Joseph von Gerlach sostenía que las neuronas formaban un retículo y no un sistema compuesto de células discretas como sostenía Cajal. Cajal tenía razón. Pero, sin embargo, hoy se sabe que las sinapsis eléctricas se establecen entre muchas células que actúan como un sincitio, por lo que se puede concluir que ambos tenían razón. Este tipo de sinapsis se encuentra en numerosas regiones del cerebro adulto, como son el tálamo dorsal, el estriado, el cerebe- lo, la corteza cerebral o el hipocampo. Otro ejemplo puede ser el de Darwin y Lamarck. Este último sostenía que los caracteres adquiridos se hereda- ban. Darwin decía que en el proceso de selección natu- ral las variaciones ventajosas se incrementan por heren- cia. Darwin tenía razón, y, sin embargo, la epigenética, y el llamado “Efecto Baldwin” (5) ha hecho revivir la idea de Lamarck, aunque modificada, gracias al hecho de que los factores ambientales pueden conducir a cambios en la expresión de determinados genes. Es lo que ocurre, por ejemplo, con las personas que se han trasladado a una gran altitud para vivir en ella de modo permanente. La selección natural favorecerá las mutaciones genéticas que incrementen la producción de glóbulos rojos, como es el caso de las poblaciones indígenas de Suramérica que viven en los altos Andes. Curiosamente, en la mecánica cuántica ocurre un fenó- meno similar, porque se produce una ruptura en la dua- lidad entre onda y partícula. Dependiendo de cómo se realiza la medición un electrón puede aparecer actuan- do como onda o como partícula, de forma que onda y partícula no son dos cosas diferentes, sino dos modos de observar la misma cosa. Es algo parecido a la diferencia que establecemos entre cerebro y mente. En realidad, todo indica que son dos maneras, una objetiva y la otra subjetiva, de observar un mismo fenómeno. Todo esto lo que muestra asimismo es que el pensamiento dualista o binario es el resultado de una predisposición genética o categoría de la mente, como diría Kant, que nos hace ver el mundo en términos antitéticos. En otro orden de cosas se ha afirmado que en los esta- dos místicos ocurre algo parecido, en el sentido de que los opuestos se difuminan, como la división entre el yo y el mundo, la naturaleza o Dios. El éxtasis suele producirse por una hiperactividad del sistema simpá- tico y parasimpático conjuntamente. Y sin embargo, como dije antes, no se conocen actos creativos en los místicos de las diferentes religiones. Esto se puede deber al hecho de que estos estados místicos repre- senten una regresión al pensamiento mítico, mágico, edénico, como hipoteticé en mi último libro El pensa- miento dualista . (6) Siempre se ha postulado que, como algunas personas creativas han estado gravemente enfermas con enfer- medades mentales o psíquicas, el genio y la locura de- berían ser estrechos aliados. Sin embargo, reciente- mente Eduardo Monteverde, médico patólogo, novelis- ta y periodista científico, en su libro Los fantasmas de la mente (7) rompe ese mito de que hay que ser enfermo mental para poder crear. Y plantea que las personas crea- tivas poseen los siguientes rasgos:
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