Anales de la RANM
279 A N A L E S R A N M R E V I S T A F U N D A D A E N 1 8 7 9 José Manuel Ribera Casado An RANM · Año 2019 · número 136 (03) · páginas 275 a 282 ABUSOS Y MALOS TRATOS A LAS PERSONAS MAYORES La violencia de género también se expresa en este gru- po etario. Son especialmente susceptibles a las agre- siones sexuales aquellas mujeres con algún grado de deterioro cognitivo. En la mayor parte de los países existe una ausencia de protocolos de actuación. Las residencias de ancianos representan una ubicación es- pecialmente sensible (35). Las mujeres mayores son consideradas con frecuencia por sus agresores como carentes de los derechos mínimos de libertad, respeto y capacidad de decisión. El catálogo de malos tratos en base a la edad en el mundo de la salud es muy extenso, afecta a todas las especialidades médicas y quirúrgicas y, prácticamen- te, a cualquier forma de ejercicio médico. Se trata de algo que cabe englobar dentro del maltrato físico pero también como una forma de maltrato institucional. Físico por sus repercusiones sobre la salud individual y colectiva. Institucional por proceder muchas veces de instancias que rebasan el mero marco personal. A veces incluso aparece protocolizado, al menos inicial- mente, y viene soportado por la autoridad de socie- dades científicas o administraciones públicas. Además de ser una forma inequívoca de maltrato institucio- nal supone una clara expresión de discriminación por edad (36). Las formas de manifestare este tipo de malos tratos son múltiples y variadas. Entre ellas una interpreta- ción más laxa por parte de profesionales y adminis- traciones de los programas de prevención en salud, peor aplicación de los protocolos diagnósticos y de los programas consensuados de intervención terapéutica en la práctica totalidad de las especialidades. Como ejemplo de desprecio hacia el colectivo en las medi- das generales de prevención cabe recordar la denuncia aparecida hace ya años en una publicación tan rele- vante como el British Medical Journal por la exclusión de la población de más edad en los programas de lucha contra el tabaquismo de su país (37). Un ejemplo significativo de maltrato médico repetida- mente denunciado en la literatura profesional la cons- tituye el manejo del síndrome coronario agudo, una situación con protocolos de actuación bien estableci- dos y prácticamente comunes en todos los países con un cierto nivel de desarrollo. Existe una evidencia no discutible de que a medida que aumenta la edad del paciente se tarda más en llevarle al hospital, se aplican peor los protocolos diagnósticos, se cuestiona con ma- yor frecuencia su ingreso en las unidades coronarias, se aplican peor los protocolos terapéuticos (revascula- rización, fármacos, ....) y se hace un seguimiento me- nos riguroso. La literatura al respecto es abrumadora. Recogemos aquí tan sólo un editorial reciente de la re- vista española más prestigiosa en el campo de la car- diología (38). En 2017 la Consejería de Sanidad de la Junta de An- dalucía difundía un “Protocolo de atención y trasla- do urgente en el ataque cerebral agudo (Ictus agudo)”. El documento, bastante razonable, pretendía expre- samente mejorar la atención inmediata ante este tipo de problema, muy común entre las personas de edad avanzada. La cuestión se planteaba sobre su aplica- ción. El texto preguntaba de forma explícita “¿Cuán- do activar el código ICTUS?”. La respuesta establecía como indispensables tener menos de 80 años (!!!) y ser independiente para las actividades de la vida diaria. El tercer y último ejemplo que comentamos viene des- de la nefrología. El presidente de la Sociedad Interna- cional de Nefrología escribía hace unos años que “… resulta una ironía que aquellos pacientes que fueron en un principio específicamente excluidos de la diá- lisis, los ancianos, sean ahora el grupo de población que más rápidamente ha crecido a la hora de incorpo- rarse a esta técnica" (39). Existen infinitas situaciones equivalentes no sólo en las especialidades menciona- das sino en cualquier otra, tanto se trate de una espe- cialidad médica: oncología, neurología, hematología, etc., como quirúrgica. Algunos indicadores que puedan sugerir la existen- cia de abusos y malos tratos, así como los factores de riesgo que hacen más probable su aparición han sido apuntados con anterioridad. En gran parte unos y otros –abusos y perfil de riesgo- suelen ser comunes sea cual fuere el tipo de agresión que se analice. Con- viene insistir en ellos. Entre los indicadores de maltrato físico cabe recor- dar las heridas de difícil explicación, la presencia de contusiones más aún si son reiteradas, las laceraciones en diferentes estadios, las quemaduras, las fracturas o luxaciones poco explicables, los hematomas, las mar- cas de sujeción, las sobredosis o infradosis farmaco- lógicas (en ocasiones puede ser obligado determinar los niveles séricos de fármacos), las lesiones en el cue- ro cabelludo, la agudización inexplicable de procesos crónicos, los retrasos entre el momento de producirse la lesión y la demanda de asistencia, las explicaciones extrañas o contradictorias y los síntomas o signos de abuso sexual. Como indicadores de negligencia física se consideran la observación de signos de malnutrición y/o deshi- dratación hipernatrémica, la mala higiene corporal o bucal, la ropa inadecuada para el tiempo y el lugar, la historia de caídas repetidas, las gafas o audífonos ro- tos o ausentes siendo necesarios, la existencia de con- tracturas articulares o la presencia de úlceras por pre- sión descuidadas. Se conocen numerosos factores de riesgo que pueden afectar a la víctima de maltrato físico. Además de las situaciones de dependencia y de la presencia de algún grado de deterioro cognitivo, cabe añadir la edad muy avanzada, el hecho de ser mujer, el deterioro funcio- nal, la convivencia en el mismo domicilio que el cui- dador, el aislamiento social, un ambiente familiar per- turbado, la dificultad de acceso a los recursos médicos o sociales y la renta baja. Algunos de los rasgos que pueden ayudar a componer el perfil del responsable de la agresión pueden ser: el hecho de ser familiar de la víctima (hijo/a, esposo/a), no aceptar el papel de cuidador, la dependencia eco- nómica del anciano, las muestras de pérdida de con- 6.- PERFILES Y FACTORES DE RIESGO
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