Anales de la RANM

273 A N A L E S R A N M R E V I S T A F U N D A D A E N 1 8 7 9 Alberto Ortiz An RANM · Año 2020 · número 137 (03) · páginas 270 a 275 ENFERMEDAD RENAL CRÓNICA Y COVID-19 En un estudio de cohorte separado basado en la población del Reino Unido realizado en un contexto de práctica general, la edad y la TFGe fueron las variables que más afectaron las razones de riesgo ajustadas para la muerte relacionada con COVID-19 en personas con diabetes tipo 1 (DM1, n = 264390) y tipo 2 (DM2, n = 2874020) (12). El aumento del riesgo fue evidente a partir de la TFGe 45-59 ml / min / 1,73 m2, pero no con una TFGe superior a ese valor, tanto en DM1 como en DM2, es decir, fue evidente para los pacientes con ERC según lo definido por los umbrales de TFGe. Desafortunadamente, al igual que en el estudio OpenSAFELY, no se analizó el efecto del aumento de la albuminuria. Así, se confirmó el mayor riesgo de las personas con ERC G3-G5, pero faltaba información sobre ERC G1-G2, como en otros estudios epidemiológicos. Una TFGe <15 ml / min / 1,73 m2 confiere el mayor riesgo de muerte, con excepción de la edad, entre las diferentes variables analizadas, ambas en DM1 (FC adj frente a TFGe ≥ 90 ml / min / 1,73 m2 8,35; 5,50– 12,70) y en DM2 (4,91; 4,34-5,56). Otras variables analizadas incluyeron sexo, situación socioeconómica o privación, etnia, HbA1c, IMC, presión arterial, fármacos antihiperten- sivos, tabaquismo y comorbilidades cardiovasculares. Los HR para la función renal alterada fueron consis- tentes para hombres y mujeres y fueron mayores para personas menores de 70 años. Los resultados del Registro ERA-EDTA respaldan aún más la alta mortalidad debida a COVID-19 en pacientes en diálisis y receptores de trasplantes de riñón en toda Europa (13). La mortalidad a los 28 días fue del 20,0% (intervalo de confianza del 95%: 18,7% -21,4%) en 3285 pacientes que recibieron diálisis y del 19,9% (17,5% -22,5%) en 1013 receptores de un trasplante renal. El riesgo de mortalidad fue 1,28 (1,02-1,60) veces mayor en los receptores de trasplantes en comparación con los pacientes de diálisis compatibles. En ambos grupos, la mortalidad está relacionada en gran medida con la edad y el estado de fragilidad (14). Además, la frecuentación de los centros de salud puede aumentar el riesgo de infección para los pacientes con ERT, siendo el transporte sanitario colectivo un factor de riesgo clave (15, 16,). Un dato que falta es la cuantificación del riesgo que conlleva la albuminuria patológica. Este puede ser el único criterio que puede definir la ERC cuando la TFGe es ≥60 ml / min / 1,73 m2 o puede aumentar aún más el riesgo en pacientes con ERC con una TFGe más baja. En este sentido, también es interesante señalar que el COVID-19 en sí mismo puede causar daño glomerular como evidencia de proteinuria patológica que puede estar asociada con fracaso renal agudo (FRA) (17). En este sentido, el SARS-CoV-2 tiene un tropismo multiorgánico que incluye células glomeru- lares, pero también células tubulares (18-20). Estudios recientes están caracterizando la natura- leza de COVID-19 en los pacientes con ERC, diálisis o trasplante, identificando factores de riesgo para enfermedad grave y mortalidad, así como el patrón de temporal de la alteraciones clínicas y analíticas (21-26). No obstante, no hay información sobre la respuesta ante la vacunación, que puede ser deficiente (27). Aunque no figura en los informes iniciales como factor de riesgo de COVID-19 grave, la ERC es tanto la comorbilidad más prevalente asociada a riesgo de COVID-19 grave, sino también la que más aumenta el riesgo de COVID-19 grave. El aumento del riesgo es evidente por debajo del umbral de TFGe que define la ERC y el riesgo aumenta a medida que disminuye la TFGe; el riesgo más alto se observa en pacientes en terapia de reemplazo renal. Aunque se sabe que los pacientes con ERC tienen un mayor riesgo de muerte debido a enfermedades infecciosas, deben explorarse los factores que contribuyen a su mayor sensibilidad al COVID-19 grave, ya que pueden proporcionar información valiosa sobre los enfoques terapéuticos de la enfermedad en este grupo de pacientes. Actualmente se desconoce si las categorías anteriores de ERC (G1 / G2, es decir, pacientes con función renal conservada pero con aumento de albuminuria) también tienen un mayor riesgo de COVID-19 grave y esto debe explorarse. Además, el reconocimiento de que la ERC contribuye significativamente a la gravedad de COVID-19 ahora debería resultar en esfuerzos enfocados para mejorar los resultados de los 850 millones de pacientes con ERC en todo el mundo (3, 13). Para ello, es fundamental la inscrip- ción de pacientes que representen todas las etapas de la ERC, incluida la diálisis y el trasplante, en ensayos clínicos de vacunas para prevenir y medicamentos para tratar COVID-19. Fundamentalmente, el diagnóstico de ERC no debe utilizarse como único criterio para denegar la admisión en cuidados intensivos con COVID-19 grave. Tanto las sociedades científicas como las asociaciones de pacientes deben estar atentas a este respecto. Además, hasta que se disponga de mejores datos epidemiológicos y se determine la base biológica del mayor riesgo de COVID-19 grave en pacientes con ERC, el nihilismo terapéu- tico puede seguir desempeñando un papel, y a las personas con ERC se les puede llegar a negar el apoyo vital debido a su mayor riesgo de muerte por COVID-19. Esto se convierte en una profecía autocumplida inaceptable. La amenazante escasez de capacidad de la UCI en algunas partes del mundo puede haber contribuido a la alta mortalidad de los pacientes con ERC en estas áreas. En aquellos con enfermedad renal, el nihilismo terapéutico se ha asociado repetidamente con resultados adversos (6). Frente a una pandemia en curso de duración no cuantificable, esta no es una estrategia aceptable, en particular si se considera la alta prevalencia de ERC. Proponemos que las personas con ERC deben participar activamente en la investigación para garantizar un acceso equitativo a vacunas y tratamientos eficaces en el futuro (28). Además, es preciso que las autoridades sanitarias tomen conciencia de la necesidad de cuidar la salud mental de los trabajadores sanitarios en tiempo de catástrofe, como es la pandemia COVID-19 (29). CONCLUSIONES

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