Anales de la RANM

279 A N A L E S R A N M R E V I S T A F U N D A D A E N 1 8 7 9 IMPACTO EN SALUD MENTAL DE LA PANDEMIA COVID-19 María Inés López-Ibor Alcocer An RANM · Año 2020 · número 137 (03) · páginas 276 a 280 En la pandemia provocada por el virus de Ébola (2014-2016), virus de la familia filovidae que provocaba fiebre hemorrágica, fallecieron 11.300 personas. Según los estudios publicados un 76% de los supervivientes tuvieron síntomas de trastorno de estrés postraumático y en los países más afectados, hasta un 16% de la población general también los sufrieron. (16) Otra manera de hipotetizar lo que está sucediendo o va a suceder es tener en cuenta lo que ha sucedido en durante las crisis económicas. La Fundación Juan José López-Ibor participó el proyecto European Initiative on Suicide Gathering Data, bajo la dirección de Kostas N Fountoulakis (17) Los datos preliminares permiten afirmar que la incidencia de suicidio globalmente no se ha modificado en aquellos países que tenían políticas de protección social. En Grecia sin embargo, con un sistema de protección social más deteriorado, se observó que las tasas de suicidio aumentaron casi un 23% durante los años en los que el desempleo también lo hizo. Lo mismo que había sucedido durante la disolución de la Unión Soviética en 1995. En estos años aumentaron mucho las tasas de suicidio en países como Rusia y Lituania mientras que se mantuvieron estables en el resto de Europa. El virus SARS CoV-19 sabemos que va a tener consecuencias en salud mental por varias razones: provoca síntomas neurológicos como la pérdida del olfato o la pérdida del gusto, también existen estudios que consideran que puede haber una relación entre mecanismos inflamatorios que provoca la infección y que pueden estar relacionados con algunas otras enfermedades como la depresión. En aquellas personas que tienen enfermedades neurológicas o psiquiátricas previas tienen más riesgo de necesitar hospitalización si se infectan. El estrés o el aislamiento social pueden afectar sobre todo a los más vulnerables como niños y adolescentes. La escasa actividad física y la escasa estimulación cognitiva está provocando deterioro en salud y calidad de vida de aquellas personas que padecen deterioro cognitivo. Además, la atención a las personas infectadas se ha convertido en una prioridad para poder frenar y mitigar las consecuencias de la pandemia y esta emergencia está teniendo consecuencias en la detección precoz de otras enfermedades o en el pronóstico de otras, ya que se están retrasando los tratamientos o intervenciones o exploraciones diagnósticas. A principios de Noviembre había 2880 trabajos publicados sobre salud mental y COVID-19, muchos de ellos eran cartas al editor o casos clínicos. En un metaanálisis (18) publicado en octubre seleccionan 59 estudios y dividen los datos según afecten a las poblaciones más vulnerables, los profesionales sanita- rios de un 18% tienen trastornos del sueño, un 35% síntomas de ansiedad y un 20% síntomas depresivos. (19) De aquellos que han sobrevivido al COVID-19 y han necesitado ser hospitalizados por haber padecido una infección moderada grave, un 96% presenta síntomas de trastorno estrés postraumático y un 29% ha desarrollado un trastorno depresivo (20, 21). De los que padecen un trastorno mental previo un 29% reconoce tener un empeoramiento de su sintoma- tología, y un 37% de las pacientes diagnosticadas presenta trastorno del comportamiento alimentario (Fernandez-Arana 2020) (22) El consumo de psicofármacos ansiolíticos en especial ansiolíticos y antidepresivos ha aumentado casi un 20% en estos últimos 6 meses, y de los preparados que estaban tomando previamente la dosis ha aumentado un 30% . Hoy en día se estima que casi un 15% de las mujeres consumen algún ansiolítico antidepresivo y un 8% de los varones. A pesar de los pocos datos de que disponemos en el momento actual sabemos que ya está teniendo un importante impacto en la salud de la población general. Se considera que aumentaran su incidencia los trastornos de ansiedad, la depresión, los trastornos del sueño o el trastorno de estrés postraumático. Son los mismos trastornos que padece la población afectada en una situación de desastre o catástrofe ya que lo que está provocando esta pandemia es una disrupción severa psicoló- gica y social que excede la capacidad de afronta- miento de la población general y de la población expuesta. Nuestro grupo junto con investigadores e ingenieros de la Universidad Autónoma de Barcelona hemos diseñado un estudio para detectar precozmente los síntomas de ansiedad, estrés en los profesio- nales sanitarios, con el objeto de identificarlos y ofrecerles ayuda de manera inmediata. El estudio cuenta con la financiación del fondo Supera Covid. Organizado por el Consejo Superior de Investiga- ciones Científicas y el Banco Santander). Pretende evaluar la prevalencia de los síntomas de estrés en profesionales sanitarios y ver cómo evolucionan en los 4-12 meses siguientes. En este estudio se registran variables neurofisiológicas y síntomas de ansiedad y estrés. En situaciones como las que estamos viviendo es importante identificar bien aquellas personas que tienen factores de riesgo por ser más afectadas y aquellas que tienen factores de protección, ya que no debemos esperar a que vengan a la consulta sino que la intervención como sucede en las situaciones de desastre debe ser por presencia y no por demanda. Se requiere una intervención más proactiva para detectar los casos de manera precoz, ya que el pronóstico sin duda mejorará. Entre los factores de riesgo se encuentran: ser mujer,y hay que tener en cuenta que casi 51% de los médicos son mujeres en el momento actual, también son mujeres el 85% del personal de enfermería, el 70% del personal de farmacia y casi el 90% de los que cuidan a personas dependientes o trabajan en casas o en tareas de limpieza. CONCLUSIONES

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