Anales de la RANM

306 A N A L E S R A N M R E V I S T A F U N D A D A E N 1 8 7 9 EDADISMO EN TIEMPOS DE PANDEMA José Manuel Ribera Casado An RANM · Año 2020 · número 137 (03) · páginas 305 a 308 mensaje de que las muertes se centraban en las personas de más edad, sobre todo si padecían enferme- dades crónicas. Un mensaje que pretendía tranqui- lizar a los ciudadanos más jóvenes. Objetivamente esta idea constituye una forma de utilizar la edad como coartada y como estigma. Una consecuencia perversa de la misma, es la de que si existen problemas de competencia por cualquier razón (falta de medios suficientes, urgencias hospitalarias saturadas, limita- ción de camas en las UCIS, lista de espera para pruebas diagnósticas, etc) la edad se convierte en un criterio negativo a la hora de priorizar la atención del presunto enfermo. Estaríamos ante un problema de y para los viejos y, en consecuencia, serían ellos quienes deberían preocuparse, cumplir las normas y buscar la manera de afrontarlo. Aún cabría hablar de lo que esta interpretación representa al asignar un valor distinto a la salud y a la muerte del anciano cuando se contrapone con la del individuo más joven. En el plano colectivo entramos de lleno en el tema de las residencias, un campo donde quizás se haya expresado mejor que en ningún otro el fenómeno de la discriminación por edad. Abordé el tema en un número anterior de Anales (4). El drama se detectó tarde, a pesar de ser algo previsible dada la amplitud del mundo residencial, su enorme heterogeneidad desde cualquier parámetro que analicemos (dependencia, tamaño, dotación material y de personal, caracte- rísticas físicas y funcionales, supervisión, etc.) y las condiciones de vida en estos centros. Ello convierte a sus moradores, incluido el personal que allí trabaja en víctimas previsibles de la infección. Para los ancianos contagiados entre los cerca del medio millón que viven en residencias (5) el hospital ha mostrado durante estos meses ser, mayoritaria- mente, un medio hostil y edadista, sobre todo cuando se ha precisado acudir a sus servicios de urgencia o acceder a una unidad de cuidados intensivos. El rechazo implícito o explícito –a veces expresado de manera muy sutil- para recibir a estos pacientes, mucho más en sus UCIS, ha sido una práctica muy extendida Dentro de la disparidad de criterios con que se afrontó el tema durante la primera ola, cabe hablar en bastantes casos de “normas vergonzantes” más o menos camufladas, procedentes de las propias consejerías de las CCAA, de los centros sanitarios o de otras instituciones. Las entidades dominantes en el sector “mayores”, CEOMA (Confederación Española de Organizaciones de Mayores) y UDP (Unión Democrática de Pensionistas), solicitaron al Defensor del Pueblo “combatir cualquier forma de discrimi- nación contra los ancianos que vivan en residen- cias” (6). Junto a ello han sido numerosos los casos que llegaron al juzgado de turno. Revistas internacio- nales de primer nivel como British Medical Journal han recogido y comentado esta situación (7). La mayoría de los protocolos de actuación elaborados desde el inicio por todo tipo de entidades han dedicado apartados específicos a los pacientes de más edad. Lo habitual en ello ha sido primar las limitaciones y condicionantes negativos más o menos matizados. Sorprendentemente algunos están elaborados por comisiones que incorporan “expertos en bioética”. Llama la atención el del observatorio de bioética y derecho de la Universidad de Barcelona (8). Entre los argumentos para postergar al anciano se pueden leer consideraciones como “ya han desarrollado gran parte de su proyecto vital”, o “…sus estancias más prolongadas se asocian a mayor costo sustrayendo recursos a otros que también los necesitan”. No es el único ni el peor de los textos. En algún otro caso se ha descalificado al anciano-residente considerándolo “colectivo no productivo”, responsable del no-salto de fase durante el periodo de desescalada (9). Manifestación de edadismo es el desprecio, contras- tado desde hace muchos años y ahora de nuevo evidenciado, para incorporar personas mayores en el diseño de ensayos clínicos o en otros estudios a la búsqueda de vacunas eficaces o de alterna- tivas farmacológicas para atajar la enfermedad. Las personas mayores constituyen la población diana más importante en este campo por lo que parecería lógico contar con ellas para cualquier proyecto de investigación, pero su exclusión por razones e edad suele ser norma (10), Una publicación cuantifica los estudios en marcha que han contado con personas mayores y valora 847 ensayos clínicos relativos al COVID-19. En 195 (23%) el diseño establecía directamente un punto de corte en base a la edad y hasta un 50% no incorporaban sujetos por razones relacionadas con la edad (11) Age & Ageing , revista oficial de la Sociedad Británica de Geriatría, recoge en un artículo editorial un documento elaborado por expertos internacionales en envejecimiento donde se destaca la poca presencia de la población mayor como tema de discusión sobre la pandemia en los foros analizados. También el escaso valor concedido a este grupo etario a la hora de tomar en consideración sus opiniones o de decidir medidas de actuación. En esa línea comenta otros puntos como los datos epidemiológicos, la mala preparación y adecuación de las residencias, la escasa atención prestada al colectivo en términos de prevención, la pobre solidaridad intergeneracional, etc. (12). El trato dado a la pandemia por los medios de comunicación constituye otra muestra de edadismo. Un estudio español ha seleccionado los titulares sobre el tema en dos periódicos de difusión nacional (El País y ABC). Los autores encontraron un total de 501 titulares que correlacionan mayores y pandemia por COVID-19 y analizaron sus contenidos. El 71.4% ofrecían una imagen desfavorable de los mayores, presentándolos como un grupo homogéneo –eviden- temente no lo es-, o utilizando términos despectivos como “abuelos” entre otras apreciaciones negativas (13). No es un fenómeno únicamente español. La revista oficial de la Sociedad Americana de Geriatría publica un trabajo donde se analiza una muestra representativa de 18128 “tweets” en lengua inglesa, recogidos durante una semana al inicio de la pandemia con las palabras “elderly”, “older” o “boomer” contra- puestas a COVID-19. Un 21.9% eran ofensivos o pretendían ridiculizar, un 21.1% minimizaban la enfermedad por tratarse de pacientes mayores y un 14% eran simplemente chistes o gracietas (14)

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