Anales de la RANM

224 A N A L E S R A N M R E V I S T A F U N D A D A E N 1 8 7 9 ADIPOKINES, AGEING, AND VASCULAR DAMAGE Sánchez Ferrer CF, et al. An RANM. 2022;139(03): 223 - 228 La obesidad y la diabetes mellitus tipo 2 son factores de riesgo independientes para distintas enferme- dades cardiovasculares, como hipertensión o ateros- clerosis, con un papel relevante en el envejecimiento vascular acelerado. Su enorme difusión mundial (son las dos únicas enfermedades no infecciosas conside- radas pandémicas por la OMS) convierte la patología cardiometabólica en un objetivo prioritario de la investigación biomédica. En este sentido, existe cada vez más evidencia acerca del papel de las adipoci- toquinas o adipoquinas como nexo entre el tejido adiposo y el sistema cardiovascular. Se conoce que el tejido adiposo tiene un posible papel endocrino y más probablemente paracrino o autocrino, a través de la secreción de adipoquinas, moléculas de natura- leza y mecanismos muy diferentes, que modulan la función y estructura vasculares. En condiciones fisiológicas, es bien conocida la relación anatómica y funcional estrecha que unen al tejido adiposo y la vasculatura (Figura 1). Por un lado, el tejido adiposo está muy vascularizado y el mantenimiento de un flujo sanguíneo adecuado es esencial para abastecer al tejido y regular la función metabólica, la adipogénesis y el remodelado del tejido adiposo. Por otro lado, prácticamente todos los vasos sanguíneos están rodeados de tejido adiposo que produce gran cantidad de moléculas con actividad vasocrina. Además, se conoce la conexión estrecha que existe entre el crecimiento del tejido adiposo y el desarrollo del árbol vascular intratisular. Se ha estudiado de modo particular la grasa periadventi- cial que rodea distintos lechos vasculares, como el epicárdico, así como el tejido adiposo subcutáneo y el visceral, los más abundantes. El perfil secretor de las adipoquinas es depósito-específico y se ha identificado al tejido adiposo visceral como el más estrechamente relacionado con alteraciones metabó- licas como la resistencia a la insulina y el aumento del riesgo cardiovascular. Se han descrito adipoquinas protectoras de la función vascular y de la sensibilidad a la insulina, secretadas por un tejido adiposo sano, como omentina y adiponectina (Figura 1), mientras que la grasa de sujetos obesos produce adipoquinas deleté- reas, con capacidad pro-inflamatoria, tales como leptina, interleuquina-1β (IL-1β) o factor de necrosis tumoralα (TNFα). Existe evidencia creciente de que estas adipoquinas inflamatorias producen disfun- ción endotelial, que es uno de los mecanismos tempranos de mayor importancia en el desencade- namiento de patología vascular. En este trabajo se va a prestar particular atención a dos adipoquinas relativamente recientes, como son la visfatina y la dipeptidilpeptidasa-4 (DPP4), que tienen en común la característica de poseer actividad enzimática (Figura 1). INTRODUCCIÓN Figura 1. Conexión adiposo-vascular. En condiciones fisiológicas existe una conexión anatómica y funcional muy estre- cha entre el tejido adiposo y la vasculatura, que se comunican bidireccionalmente. El tejido adiposo está muy vascula- rizado y se abastece de todo el árbol vascular intratisular. Por otro lado, el tejido adiposo ejerce un efecto endocrino y paracrino a través de la liberación de adipoquinas al torrente sanguíneo cumpliendo una función metabólica, inmune, estrucutural y vasoactiva. En condiciones patológicas, como en la obesidad o la diabetes tipo 2, el perfil secretor del teji- do adiposo está desequilibrado, con una liberación más intensa de adipoquinas deletéreas (IL-1β, visfatina o sDPP4) en detrimento de las adipoquinas protectoras (omentina, adiponectina o Ang-(1-7)). Esto altera el funcionamiento vascular a nivel local y sistémico, e incluso promueve el avance del envejecimiento vascular acelerado.

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