Anales de la RANM
18 A N A L E S R A N M R E V I S T A F U N D A D A E N 1 8 7 9 S U P L E M E N T O SESIÓN NECROLÓGICA EN MEMORIA DEL EXCMO. SR. D. MANUEL SERRANO RÍOS José Manuel Ribera Casado An RANM. 2022;139(01).supl01: 16 - 21 El segundo evento que marca este periodo, en este caso de forma muy positiva y nada dramática, corres- ponde a su entrada en la RANME. Lo hace en el año 2009, ya jubilado, pero viviendo el momento de su incorporación no sólo con la alegría que corresponde a un reconocimiento de esta categoría, sino también como un reto muy atractivo e ilusionante donde se le presenta un nuevo marco complementario para poder desempeñar sus capacidades profesionales y sus cualidades humanas. Él mismo alude a ello en su discurso de entrada en la Academia cando nos dice que “ llegar a ser Académico Numerario no lo concibo -y espero que mi interpretación se confirme-, como la llegada a un fin de etapa ya cerrada. Más bien, como recién llegado, acudo con la esperanzada ilusionada, llena de proyectos y actividades creativas …. a las que comprometo la máxima dedicación y esfuerzo”. Un reto al que Manuel Serrano ha sido fiel en todo momento como podemos atestiguar todos y cada uno de sus compañeros en esta casa. Desarrollo profesional En la breve nota que nos hizo llegar la Academia en los días siguientes al fallecimiento del Prf. Serrano Ríos se le define como un “brillante clínico, docente e investigador, constante en el trabajo y estudio”. Se destaca que “ lideró y fue pionero en el desarrollo de la Medicina traslacional en nuestro país, merced a sus profundos conocimientos en las ciencias básicas y clínicas, que se desarrollaron a partir del estudio de la genética de la diabetes ”. Y como resumen se señala que “ su producción científica expresada en múltiples publicaciones de todo tipo, libros, artículos, trabajos corporativos, comunicaciones a congresos, ponencias, etc… es abundantísima”. Todo ello es verdad pero se queda muy corto y resulta algo frío. Creo que conviene reflejarlo en un contexto que muestre de forma más detallada lo que fue su actividad profesional. La medicina española a finales de los años cincuenta y en los primeros sesenta del siglo pasado se parecía bastante a un páramo desierto y sin apenas vida, especialmente en lo que se refiere a la medicina hospitalaria y a la académica. La producción cientí- fica original era prácticamente nula. Encontrar nombres españoles en revista médicas de primer nivel en cualquier especialidad más que raro resultaba excepcional y hasta sorprendente. La formación de postgrado prácticamente no existía, la especializa- ción se adquiría por vías pintorescas, absolutamente heterogéneas y nada fiables. No había una red hospita- laria digna de tal nombre. Apenas cabría mencionar algunos hospitales provinciales o dependientes de las diputaciones, los hospitales militares en los lugares que eran capitanía general, y los clínicos en aquellas ciudades que disponían de facultad de medicina, apenas once en todo el país. Existían también una cierta variedad inconexa de determinados hospitales monográficos psiquiá- tricos, infantiles, antituberculosos o maternidades de dependencias diversas, pequeñas clínicas privadas diseminadas por aquí o por allá y poco más. Cada uno funcionaba a su aire y sin unas normas mínimas comunes que regulasen aspectos como dotación material o de personal, régimen de funcionamiento o cualquier otro punto que se quisiera contemplar. Como meras excepciones a este triste panorama podían considerarse algunos pocos centros que intentaban asumir algunos rasgos de modernidad. Entre ellos quizás los más destacados fueran el hospital Marqués de Valdecilla en Santander, el de la Santa Cruz y San Pablo en Barcelona y, sobre todo, la Clínica de la Concepción en Madrid. A este último se dirigió el joven Manuel Serrano para “hacerse médico” de verdad y a ello se dedicó con una entrega, pasión y aprovechamiento absoluto, rasgos todos ellos que han sido norma en cualquiera de las decisiones posteriores de su vida. Eligió ser internista, como D. Carlos su maestro. Ello le posibilitaba disponer de una visión holística del enfermo y de sus padecimientos, y, en ese contexto, tomó igualmente la decisión de profundizar en el mundo de las enfermedades metabólicas y especial- mente en el de la diabetes. A ello contribuyó de manera importante su estancia formativa en los Estados Unidos orientada ya en esa dirección a la que me he referido con anterioridad. Una estancia inusual en la época, relativamente prolongada y, sin lugar a dudas, muy bien aprovechada. Entendió desde el principio que la dedicación preferencial, más o menos específica a cualquier especialidad o subespecialidad de la medicina clínica debería comenzar por disponer de una buena formación generalista. La figura de su mentor y el marco físico estructural de su formación determi- naron también desde el inicio que viese la investiga- ción, la básica, pero sobre todo en su caso la investi- gación clínica, como un complemento indispensable para su evolución médica. Además, esta visión amplia de la medicina resultaba ser absolutamente necesaria para la proyección docente en el marco académico de la universidad, algo hacia lo que se sentía llamado desde sus inicios profesionales y en donde debería verter los conocimientos adquiridos. Resulta imposible recoger aquí, ni siquiera de forma resumida lo que fueron sus publicaciones en forma de libros o artículos de todo tipo, sus aportaciones a congresos científicos, los proyectos de investigación con los que anduvo comprometido, habitualmente como investigador principal, y ni siquiera la relación de grupos y personas concretas a quienes dinamizó con sus conocimientos y con su entusiasmo. Algo de todo esto queda apuntado en su repaso biográfico. Según avanzaba en se trayectoria científica y de forma paralela a lo que iba ocurriendo en España y en el mundo fue incorporando a su campo de interés otras áreas de conocimiento próximas a la diabetes. Entre ellas la obesidad, el llamado síndrome metabólico o las cuestiones relacionadas con la nutrición, hasta llegar a convertirse en un referente indiscutible en cada una de estas materias. Fue también ampliando su campo operativo a nivel geográfico, algo a lo que había concedido siempre una gran importancia, lo que le condujo a entrar de lleno en la llamada “comunidad científica internacional”. Todo ello le obligó a aceptar compromisos representativos y a formar parte como directivo y/o asesor de toda suerte de entidades y
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