Anales de la RANM

20 A N A L E S R A N M R E V I S T A F U N D A D A E N 1 8 7 9 S U P L E M E N T O SESIÓN NECROLÓGICA EN MEMORIA DEL EXCMO. SR. D. MANUEL SERRANO RÍOS José Manuel Ribera Casado An RANM. 2022;139(01).supl01: 16 - 21 Creo que se trata de un buen ejemplo de lo que ha sido siempre su capacidad para liderar una labor colectiva extensa e importante. Lo hacía de manera aparente- mente fácil, sin que nunca surgiera una voz más alta que otra y generando un ambiente positivo para los fines educativos y de fomento de la investiga- ción que constituían la finalidad última de esta iniciativa. Un ejemplo perfectamente extrapolable a las otras muchas tareas y formas de actuación en aquellos asuntos en los que se vio involucrada su actividad profesional El segundo ejemplo que quiero destacar, obligado como digo en este acto, es el relativo a su actividad como Académico de Número de esta Real Academia Nacional de Medicina de España. Todos Vds, compañeros académicos, lo han vivido en directo por lo que no voy a descubrir nada que no sepan. Accedió a ella en el año 2009, ocupando el sillón nº 6, nominado de Endocrinología, Metabo- lismo y Nutrición, en el que sucedía al catedrá- tico de Valencia Prf. D. Francisco Javier García- Conde y que anteriormente había correspondido a su maestro D. Carlos Jiménez Díaz. He comentado al inicio de este texto el espíritu con el que llegó a la corporación. Fruto del mismo fue su compromiso entusiasta e inmediato para sumarse desde el primer día, voluntaria e incondicionalmente a cuantos trabajos fueran necesarios. En consecuencia con ello ha presidido en la Academia durante ocho años la sección 2ª de Medicina y ha participado de manera continuada, siempre inteligente y ponderada, tanto como ponente como con intervenciones en los coloquios posteriores, un muchas de sus sesiones ordinarias. También ha tenido un papel destacado como organizador y director de diferentes cursos, jornadas y simposios a lo largo del tiempo. Por resumir en unos números una parte de esta actividad diré que durante los algo más de diez años transcurridos entre el 10 de febrero de 2009, fecha de su discurso de ingreso en la Academia, hasta el 12 de junio de 2019, cuando tuvo lugar su última intervención, dictó 45 conferencias en sesiones ordinarias o extraordinarias, centradas en su mayor parte en cuestiones relacionadas con la diabetes, con la obesidad o con la nutrición. En siete ocasiones estas intervenciones corres- pondieron a “laudatios” o a recibimientos o despedidas académicas. Sus intervenciones en los coloquios de las sesiones ordinarias de los martes posteriores a la presentación de turno, han sido incontables y llenas de observaciones agudas, de reflexiones atinadas o de complementos informa- tivos, ofrecidas siempre con el rigor y la cortesía que le eran características. Nuestro compañero Juan José López Ibor en su discurso de bienvenida a la Academia afirmaba con total propiedad que el Prf Serrano Ríos “pertenece a una estirpe de médicos que han sabido ser a la vez generalistas y especialistas, investigadores de laboratorio y clínicos. Una especie rara, amenazada y de la que quedan pocos…” Perfil humano Me gustaría destacar, en esta última parte de mi intervención, algunas de las características más personales que, considero, ayudan a definir y entender mejor el perfil profesional y humano del Prf. Serrano. Detenerme en algunos de los rasgos que, a mi juicio, permiten, al menos en parte, interpretar, comprender mejor los porqués de sus grandes logros a lo largo de la vida. Se trata de referencias que, quizás, puedan aparecer bastante obvias para todos los que le hemos conocido y compartido la vida con él en esta casa, pero que pueden ayudar a entender su personalidad a quienes en el futuro vengar a sustituirnos en los sillones de esta Academia. Quizás la primera de estas cualidades sea su inteli- gencia. Deslumbraba. Era algo muy evidente que siempre saltaba a la vista desde el primer momento ante cualquier posible interlocutor, tanto si se trataba de alguien conocido como de un extraño. Dispuso siempre, hasta el final, de una capacidad intelectual extraordinaria, perceptible, como digo, de forma inmediata fuese cual fuera la cuestión que se pudiera plantear, pero cuya máxima expresión se manifestaba en aquellos temas relacionadas con su profesión, sobre todo en aquellos sobre los que era más experto, los que le resultaban más afines y atractivos. Evidentemente, a la cabeza de todos cualquier asunto que tuviera que ver con la diabetes. Muy vinculada a esta inteligencia cabría añadir la capacidad del Prf. Serrano para percibir o intuir de inmediato los matices que su interlocutor pudiera transmitir, tanto si éste lo hacía de forma clara y directa, como si, voluntaria o involuntariamente, la comunicación fluía de manera más confusa. Sabía interpretar a la persona con la que trataba y hacerlo sin que ello generase sensación de incomo- didad en el otro. Además, disponía de una imagina- ción desbordante para desarrollar cualquier idea que se le ofreciese. Yo y otros muchos hemos sido testigos frecuentes de cómo cualquier inicia- tiva que surgiera en un intercambio científico era capaz de convertirla de inmediato en una hipótesis de trabajo o directamente en alguna propuesta operativa de actuación Inteligencia, sagacidad e imaginación fueron constantes a todo lo largo de su vida profesional y estuvieron detrás de buena parte de los proyectos de investigación en los que intervino o en las tesis doctorales que dirigió. Pero son cualidades que para fluir necesitan asentarse en eso que llamamos el trabajo. Manuel Serrano fue siempre un trabajador permanente y entusiasta. Nunca, ni siquiera en las últimas fechas, aflojó en este terreno. Puedo dar fe de ello de forma directa, reiterada y hasta reciente. Ya con la COVID sobre nuestras cabezas, hace muy pocos meses, todavía me presionaba para que ideásemos juntos algún proyecto formativo para poderlo desarrollar en el marco de la Academia. Hace unas semanas en su funeral su hija Beatriz lo calificó de maestro y desgrano algunos de los motivos que justificaban este calificativo. Lo fue y en grado sumo.

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