Anales de la RANM
60 A N A L E S R A N M R E V I S T A F U N D A D A E N 1 8 7 9 CAMBIO CLIMÁTICO, SALUD Y PERSONA MAYOR Ribera Casado JM An RANM. 2023;140(01):59 - 64 propia Organización Mundial de la Salud (OMS). Las publicaciones sanitarias lo editorializan y comentan, al tiempo que urgen a tomar ya medidas eficaces (1-5). Alguno de estos artículos editoriales aparece compartido por 18 revistas de primer nivel, lo que orienta sobre la magnitud del problema y la importancia que le otorga la comunidad médica (6). También toman posición otros colectivos como las sociedades científicas médicas (7) o determi- nados grupos sociales implicado (8). Las vías por las que nuestra salud se está viendo afectada son infinitas. También las consecuencias que se detectan sea cualquiera el ámbito que se analice. Aumentan la mortalidad y la morbilidad, sobre todo aquella vinculada a complicaciones cardiacas o respiratorias, especialmente entre los sujetos con procesos crónicos. Se incrementan las enfermedades infecciosas, muchas de ellas relati- vamente nuevas. En este ámbito crecen, especial- mente, las transmitidas a través de una atmósfera y/o un agua contaminadas, con baja calidad en sus propiedades físico-químicas y biológicas. Aunque el fenómeno es global las víctimas principales están siendo los ciudadanos de los países más pobres y peor preparados para hacerlas frente. El aumento de las temperaturas potencia el desarrollo de infecciones, modificando las caracte- rísticas de los insectos que actúan como vectores, su agresividad, la duración de su vida y el índice de infección. Son más frecuentes las reacciones alérgicas severas ante alérgenos transmitidos por el aire, con frecuencia nuevos o poco habituales (9). Aumentan, también, problemas ya conocidos pero no resueltos como la desnutrición, más acusada entre la población infantil, especialmente en las áreas geográficas donde este problema ya venía siendo endémico. Esta consecuencia se deriva, especialmente, de los efectos nocivos del cambio climático sobre la agricultura y de la falta de una respuesta proporcional para corregir este efecto. Otro capítulo añadido muy importante hace referencia al incremento exponen- cial de todo tipo de trastornos mentales. Se conocen algunos datos muy significativos. La OMS estima que en Europa la mortalidad atribuible a la elevación de la temperatura habría aumentado en un 33 % entre los años 2000 y 2018 y que una de cada tres muertes debidas al calor en este continente tiene su origen en la acción negativa del hombre, proporción aún más alta si nos centramos en las poblaciones de más edad (10). A las partículas circulantes en el aire derivadas de los combustibles fósiles y de la agricultura se atribuyen 400.000 muertes prematuras en Europa durante el año 2018 (11). Algún trabajo habla de 8,7 millones de muertes prematuras al año en todo el mundo debidas al CC, casi el doble de los 4,4 millones de fallecimientos atribuidos a la Covid-19 (1). Las consecuencias negativas del cambio climático afectan a todas y a cada una de las especialidades médicas. Su secuela de manifestaciones resulta, con frecuencia, atípica y puede llegar a ser extraordi- nariamente amplia. Un área de investigación al alza la constituye el impacto sobre la salud mental. Una revisión que analiza 120 trabajos originales en este campo publicados entre 2003 y 2020 aporta datos de interés. La exposición a diferentes agresiones climáticas se asocia con distrés psicológico, empeoramiento de la salud mental y aumento de la mortalidad en sujetos con o sin antecedentes en este sentido. Se asocia, también, con un incremento en las tasas de ingresos hospitalarios en los servicios de psiquiatría y en la de suicidios (12-13). La interrelación cambio climático/salud no se establece sólo en una dirección. La actividad de quiénes nos movemos en el mundo sanitario como profesionales, técnicos o gestores, contribuye también –muchas veces sin ser conscientes de ello- a acentuar los fenómenos negativos derivados de este proceso. Desde los sistemas de salud también se contribuye a jugar un papel negativo en el empeoram- iento del CC. Un estudio británico considera que en su país el “National Health Service” contribuye en un 5,7% a generar lo que se conoce como “huella del carbón” (14), un medidor indirecto pero muy fiable, admitido por la comunidad internacional, para cuantificar el nivel de agresión derivado del CC. A su través se obtienen valores del equivalente al dióxido de carbono generado por combustibles fósiles debidos a la actividad humana, así como de la cuantía de los llamados gases de efecto inverna- dero tales como el metano, el óxido nítroso y los compuestos fluorados. 2.- PECULIARIDADES EN EL CASO DE LA POBLACIÓN ANCIANA Las poblaciones más vulnerables están especial- mente expuestas. Entre ellas ocupan un lugar destacado los ciudadanos de más edad. Esta mayor vulnerabilidad ha sido objeto de estudios especí- ficos, en algunos casos acotándolos a áreas geográ- ficas determinadas (15). En otros con un carácter más general (16) se valora el papel que juegan las características específicas individuales del anciano, médicas y de encaje social, su situación económica, el tipo de recursos comunitarios disponibles o la facilidad para acceder a los mismos ante cualquier situación de emergencia Los efectos del CC sobre la población de edad avanzada deben, además, ser contemplados desde la perspectiva demográfica, con un aumento mantenido y progresivo a lo largo del último siglo. Se calcula que en 2050 habrá en el mundo más de mil quinientas millones de personas mayores de 65 años, una sexta parte de la población total. Ello determina problemas de índole física, mental, económica, política, ética y social que deben tomarse en consideración. Lo ocurrido con la pandemia de COVID-19 es una buena referencia en este terreno (17). El interés por el tema contemplado desde la perspec- tiva del colectivo de más edad no es nuevo. Se viene analizando desde hace años y ha rebasado la litera- tura científica para llegar a los medios de comuni-
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