Anales de la RANM

62 A N A L E S R A N M R E V I S T A F U N D A D A E N 1 8 7 9 CAMBIO CLIMÁTICO, SALUD Y PERSONA MAYOR Ribera Casado JM An RANM. 2023;140(01):59 - 64 Las pérdidas en la función mental, especial- mente frecuentes y significativas en este grupo de población en condiciones basales, se acentúan extraordinariamente como consecuencia de los fenómenos derivados del CC. Esto ha llevado a algunos colectivos profesionales a solicitar a Naciones Unidas que se incluya dentro del apartado de los derechos humanos la necesidad de adoptar medidas específicas al respecto (27). 3.- ¿QUÉ PODEMOS HACER? El tratamiento que podríamos llamar etiológico pasa por actuar de forma enérgica sobre los factores que determinan la existencia del CC. Las grandes líneas de recomendaciones para reducir el deterioro del planeta y, con ello aliviar el riesgo de sus efectos nocivos para la salud, están bien definidas a través de las convenciones internac- ionales y de los diferentes paneles de expertos. Son guías que aparecen publicadas periódicamente con recomendaciones que, demostrado está, resultan más fáciles de enumerar que de llevar a cabo. Todas parten del supuesto de que el problema es global y como tal debe afrontarse. En este contexto es absolutamente aplicable el concepto de “Salud global” en alza desde los años noventa, que borra fronteras en el mundo de la salud y nos convierte a todos, individuos y administraciones, en coprotagon- istas del problema (28). También lo es la idea de que, en un colectivo con características tan variadas como la especie humana y su distribución por continentes y países, nuestra capacidad de resistir va en paralelo con el eslabón más débil de la cadena. Por ello la equidad debe constituir el foco central para diseñar y administrar recursos en una repuesta común. En ese marco globalizado las experiencias surgidas de la pandemia de Covid-19 nos pueden ayudar en la búsqueda de soluciones. La pandemia ha eviden- ciado la fragilidad de nuestros sistemas sanitarios ante la llegada de situaciones dramáticas imprevistas e intensas (29). En paralelo debería habernos capaci- tado para extraer conclusiones sobre las formas más eficaces de lucha a nivel planetario contra este tipo de desastres. Hemos aprendido algunas lecciones como las posibilidades de mejorar el aire que respiramos y de reducir la tasa de enfermedades respiratorias cuando se limita la actividad contaminante (30). Las recomendaciones que nos llegan de los expertos a cualquier nivel resultan muy similares entre si, aunque con matices a veces importantes según el tipo específico de agresión o el área geográfica sobre la que actuar. Algunas tienen ya varios años (31), otras son más recientes, como las procedentes del “Panel intergubernamental sobre el Cambio Climático” (32). Alguna publicación sugiere como posible metodología de trabajo, aplicar a los problemas de salud derivados del CC protocolos médicos consensuados y aplicados con éxito en la clínica. En concreto estos autores sugieren el procedimiento utilizado para afrontar los STEMI (Infarto Agudo de Miocardio con Elevación del ST), basado como muchos otros en el reconocimiento inmediato de la situación, la actuación precoz, el trabajo en equipos multidisciplinares y la aplicación de medidas preventivas primarías y secundarias (4) En un plano local la intensidad del impacto negativo sobre la salud individual en cualquiera de sus aspectos y sobre los propios sistemas de salud, va a depender de nuestra capacidad para aplicar las recomenda- ciones emanadas de los organismos internacion- ales para frenar el CC. En ese contexto los médicos podemos aportar algo. Sobre todo aliándonos con las poblaciones más vulnerables que ven amenazada de manera más directa su hábitat o que están más expuestas a plagas sobrevenidas, vinculadas a los efectos nocivos del CC como las infecciones o la desnutrición. También, por razones parecidas, solidarizándonos con la población infantil o con la de más edad. Podemos orientar y aconsejar, contribuir a modificar los hábitos de consumo y sumarnos a las campañas educativas en este terreno (2). En un plano más modesto, pero igualmente necesario, deberemos atender las diferentes situaciones individuales que se nos pueden presentar en nuestro ejercicio clínico. Otra vía directa y positiva de actuación es intentar reducir el impacto negativo sobre la “huella de carbono” que se deriva de nuestras decisiones, tanto cuando corresponden al plano individual, como, sobre todo, con las emanadas del colectivo sanitario en el plano institucional (14). Algunos estudios centran sus sugerencias en el papel de las agencias de salud (33). La influencia corresponde a las áreas geográficas sobre las que ejercen su autoridad, pero, cuando son adecuadas, pueden tener un efecto multiplicador y extenderse a ámbitos más alejados. Para ello disponen de medios para obtener y manejar datos fiables, así como de una autoridad reconocida y directa sobre las decisiones políticas orientadas a proteger la salud. Oportunidades de actuación evidentes serían la planificación y coordinación de planes de emergencia, las políticas de conservación y distribución del agua, lo concerniente a educación sanitaria y comportamientos sociales, o la forma de actuar ante cualquier emergencia derivada de una catástrofe climática. Algunas sugerencias de la literatura reciente se focalizan sobre territorios específicos. La “ Lancet Countdown ”, referida a Europa, contempla cinco formas de aproximación complementarias: 1) medición mantenida de los impactos derivados del CC, del grado de exposición y de la vulnerabilidad del colectivo implicado, 2) adaptación, planificación y grado de resiliencia en materia de salud, 3) acciones encaminadas a mitigar los efectos negativos sobre la salud, 4) toma en consideración de los aspectos relacionados con la economía y las financias, y 5) medidas políticas y de gobernabilidad (11). Se trata de un programa de colaboración elaborado por la revista Lancet , ya en marcha, actualizado permanentemente, que promete hacer públicos sus resultados con una periodicidad anual. También los Estados Unidos disponen desde 2016 de protocolos con normas específicas para afrontar las principales consecuen- cias negativas para la salud derivadas del CC (34).

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