Anales de la RANM

139 A N A L E S R A N M R E V I S T A F U N D A D A E N 1 8 7 9 ¿ESTÁN DESAPARECIENDO LOS MAESTROS? Díaz-Rubio M An RANM. 2023;140(02):133 - 141 de alguien, señala rápidamente a uno determi- nado con quien permaneció en algún momento de su vida, aunque fuera tan solo unos días, en un hospital extranjero. Hay rechazo a considerarse discípulo de alguien, y más de nuestro país, como si eso menoscabara su prestigio y valía. Sin embargo, la crisis de los discípulos va pareja a la crisis de los maestros. Hoy, en un mundo que preconiza la autosuficiencia y autocomplacencia, nadie quiere ser discípulo de nadie. La historia de la relación maestro-discípulo, no siempre exitosa, ha dinamitado incluso los niveles de humildad de muchos de los que empiezan a formarse. Razones para ello existen y deseamos abordarlas en un estudio posterior. No obstante, esbocemos que algunos hechos han incidido en ello como la tirantez o enfrentami- ento con el maestro, desconfianza, celos, discusión y lucha entre discípulos, traiciones, malenten- didos, tratamiento inadecuado, decepciones en oposiciones y concursos, sentirse explotado, el poco aprecio mostrado por el maestro, el no recono- cimiento de su estatus, falta de gratitud compar- tida o simplemente el hecho de que el discípulo cree saber más que el maestro. El paso, no ya de la veneración histórica, de la admiración y respeto a la indiferencia, el desprecio o incluso el odio, forma parte no solo de los comportamientos del discípulo sino también del maestro. El discípulo no acepta ser un subordinado sometido a los deseos del maestro. Rotos los comportamientos convencion- ales, el discípulo marcha de forma autónoma en su formación produciéndose una ruptura en el día a día que acabará siendo definitiva a corto plazo. En cualquier caso, mantener una relación entre maestro y discípulo es difícil y antes o después se producirán choques de mayor o menor trascend- encia. El maestro clásico o histórico, exigía lealtad extrema y el discípulo un reconocimiento que no siempre percibía. Así, el discípulo pasaba imperceptiblemente de la gratitud al maestro a la reclamación de derechos y no recibir el trato o promoción que creía merecer. Además, el discípulo sufría el peso, justo o injusto del maestro, el cual quería seguir “mandando e influyendo” incluso tras cumplir su ciclo de vida activa. “ El poder del maestro para aprovechar la vulnerabilidad y dependencia del discípulo ” dejó escrito George Steiner (5). Algunos como el filósofo e historiador Georges Gusdorf (14) llegó a decir “ No hay maestros, y los maestros menos auténticos son indudablemente aquellos que desde las alturas de una autoridad prestada presumen de maestros, intentando abusar de la confianza de los demás y engañándose sobre todo a sí mismos ”. El fracaso de la relación maestro-discípulo es frecuente al igual que ocurre en todo lo relativo a las relaciones humanas en cualquier orden de la vida. Funcionar como auténticos vasos comunicantes de una forma continua requiere mucho respeto, humildad y generosidad por ambas partes. Sin embargo, en esta relación existe un elemento que también puede distorsionarla como es la convivencia de un discípulo con otros y dejarse influir por un determinado ambiente, a veces negativo o que genera dudas en un discípulo concreto. Por ello el papel del maestro es fundamental además como gran conciliador. Hay que insistir en que sin discípulos no hay maestros de la misma forma que sin maestros no hay discípulos. He repetido en más de una ocasión que esa capacidad de ser maestro y discípulo sólo la tiene un maestro, y que la de ser discípulo y maestro solo la tiene un discípulo (15). Pedro Laín insistía con frecuencia siempre que tenía ocasión: “ Mal maestro, el que llegada una situación en su vida no sabe ser discípulo de su discípulo. Mal discípulo, el que llegada una situación en su vida no sabe ser maestro de su maestro ”. EL MAESTRO HOY En un momento determinado del devenir histórico del siglo XX al maestro se le convierte, en el argot del día a día, en profesor, jefe o líder lo cual supone de alguna forma el inicio del fin del maestro tal como era concebido hasta ese momento. A partir de entonces se entremezclan, alrededor del maestro- jefe-profesor-líder, médicos muy variopintos, con ilusiones y aspiraciones diferentes. Si para entonces el concepto de escuelas, en cuyo vértice se situaba el maestro, comenzaba a estar en entredicho, las nuevas estructuras burocráticas, que permitían entremezclar sensibilidades y objetivos muy diversos, acabaron definitivamente con ese tipo de maestro. Por otra parte, y coincidiendo con ello dentro de los cambios que se han producido en medicina destaca el éxito del sistema formativo tipo MIR repercutiendo en el prestigio de las escuelas médicas; en el maestro, en definitiva. La conclusión extendida, aunque equivocada a nuestro juicio, es que el maestro ya no es necesario, lo necesario es el sistema formativo. Actualmente, asumiendo la desaparición de la palabra maestro en el sentido más clásico o histórico, sigue habiendo una referencia en la formación y dirección de un grupo humano al que podrá llamársele maestro, jefe, profesor, o como se quiera, pero esa figura seguirá existiendo de la misma forma que habrá médicos que se consid- eren continuadores de un estilo determinado en el hacer, sentir y pensar, algo que no está en ningún programa formativo y que la inteligencia artificial nunca podrá usurpar. A pesar de todo, y aunque en la actualidad la utilización del término maestro no tenga apenas acogida en nuestro entorno, sí tiene el respeto y admiración, aunque no en todos los casos, de lo que representa en cuanto a valores médicos y humanos aquel que facilitó la formación y continuidad profesional de un médico. Hay que bajar del pedestal, volver a la vocación por enseñar y aparcar como objetivo el deseo de mandar y ser importante. Sin una auténtica vocación por aprender y enseñar nadie puede llegar a ser un maestro, el cual debe estar cargado de humildad, profundizar en la cercanía con los discípulos y tener siempre

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