Anales de la RANM

70 A N A L E S R A N M R E V I S T A F U N D A D A E N 1 8 7 9 APROXIMACIÓN BIOÉTICA A LA DEFINICIÓN DE PERSONA Domínguez Roldán JM An RANM. 2024;141(01): 64 - 72 humano y persona, e incluso para muchos, esa posible diferencia es estimada como irrelevante. Muchos consideran “persona” y “ser humano” como sinónimos. En su destacado artículo “Persona humana y personalismo” Elio Sgreccia (15) realiza un análisis de la evolución histórico-filosófica del concepto de persona humana en el pensamiento contemporáneo. El término “persona” apareció en el lenguaje filosófico gracias al estoicismo popular y con un significado similar al de “máscara” (la máscara que se colocaba el actor para representar un drama). En el ámbito de la filosofía no es sino con Severino Boecio, y por tanto con la filosofía escolástica, con quien se ofrece por primera vez una definición relevante del concepto de la persona. Boecio, muestra una idea de persona, con importante influencia platónica, donde persona es un calificativo de individuo, un tipo específico de individuo, una naturaleza dotada por el hecho de ser portadora de la razón: “ la sustancia divina carece de materia y de movimiento”. Para Boecio (16) la esencia de la persona se constituye en la sustancia racional individual y no en el acto de ser específico y propio. Tomás de Aquino retoma posteriormente la reflexión sobre la persona: “ persona est rationalis naturae individua substancia ”, es decir “persona” es una sustancia individual de naturaleza racional”. Por tanto, existen elementos filosóficos esenciales para definir, a la luz de lo presentado por Tomás de Aquino, el concepto de persona humana: la sustancialidad, la individuación y la naturaleza racional. Diversas corrientes filosóficas modernas niegan el reconocimiento ontológico del carácter sustancial de la persona, entre ellas el pensamiento raciona- lista, el pensamiento idealista y el empirismo. Descartes, que en un contexto filosófico mecani- cista separa radicalmente el pensamiento ( res cogitans ), del cuerpo ( res extensa ), sustenta de algún modo la línea racionalista identificando la persona con la “autorrelación del yo”. La doctrina Hegeliana (idealista e inmanentista) reduce la persona a “modo” de la sustancia espiri- tual infinita (17). A diferencia del racionalismo cartesiano y el idealismo, el empirismo hace una restric- ción de la consistencia ontológica de la persona humana identificando el “yo” con la experiencia psíquico-perceptiva. Hume, principal represent- ante de esta corriente identifica la persona con su mente, entendiendo por mente la existencia de impresiones, ideas, sentimientos, estados afectivos, etc. Para los integristas la persona humana se identi- fica con una experiencia subjetivo-perceptiva y con una sucesión de ideas, negando la sustancial- idad del “yo”. 7. IDENTIFICACIÓN/AUSENCIA DE CARACTERÍSTICAS PROPIAS DE LA PERSONA TRAS EL DIAGNÓSTICO DE MUERTE ENCEFÁLICA GLOBAL. IMPORTANCIA EN EL ÁM- BITO DE LOS TRASPLANTES DE ÓRGANOS Como se mencionó al inicio del texto, para el diagnóstico de muerte encefálica global es preciso constatar la ausencia de actividad del tronco del encéfalo (mediante examen clínico) y la ausencia de actividad cerebral demostrada mediante tests instrumentales (electroencefalograma, arterio- grafía cerebral, sonografía torpe transcraneal, o gammagrafía cerebral) Una vez que se ha establecido el diagnóstico de muerte encefálica global es posible observar datos y signos clínicos compatibles con el mantenimiento de vida a nivel tisular y orgánico. Existe manteni- miento de actividad metabólica dentro de las células, existe producción y consumo de energía, existe consumo de determinados sustratos, y producción de metabolitos, existe producción de calor. En esta situación también existe interco- nexión y comunicación entre tejidos, se emiten señales entre las células que son interpretadas por otras células. Existe reacción a estímulos exógenos como pudiera ser la inoculación de bacterias o gérmenes. Determinados órganos mantienen su actividad, como el riñón o el hígado. Igualmente, el corazón es capaz de ejercer (habitualmente con apoyo exógeno) su contractilidad, y la difusión del oxígeno también se mantiene a nivel de los pulmones. Estamos describiendo las características de un biotopo orgánico en el que se mantiene (tabla 2) una dinámica propia fenómenos de interacción, frecuentemente coordinados, inmanencia biológica a nivel celular y tisular fenómenos de autorregula- ción local e identidad biológica. Pero ¿podríamos identificar en ese biotopo orgánico un ser humano, una persona? Si revisamos las características propias del ser humano y de la persona en esa corporalidad. Esta sería divisible, sin que pudiéramos identificar una parte en la que se mantiene el ser humano. Igualmente, ya no es un ser culminado, y no tiene una finalidad propia, ya no se tiene a él mismo como objetivo. Aunque se mantiene la identidad a nivel biológico (marca genética propia), ya no tiene nada que lo caracte- rice propiamente como persona, ni lo diferencia de otras; ya no hay posibilidad de racionalidad, de conciencia de sí mismo; ya no es un ser libre en el que se puede establecer su conducta moral; ya no puede manifestarse; ya no se tiene como proyecto de sí mismo, no es inmanente, y no es trascendente. Se puede decir que, tras la muerte encefálica global, aunque persista alguna actividad biológica coordinada, ya no existen las características propias de una persona. Es importante tener en consideración que algunos autores argumentan (18) que el ser humano en muerte encefálica global, está muerto porque no tiene racionalidad y porque se ha perdido la

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