Anales de la RANM

19 A N A L E S R A N M R E V I S T A F U N D A D A E N 1 8 7 9 S U P L E M E N T O NECROLÓGICA EN MEMORIA DE MIGUEL LUCAS TOMÁS Javier Sanz Serrulla An RANM. 2024;141(01).supl01: 18 -20 adquiridos en estos centros le sitúan en condiciones muy especiales para lograr la cátedra de Estomato- logía Médica que le prestigiaba, no menos que esta especialidad quedaba prestigiada con semejante currículo. Dirigirá el Departamento de Estomato- logía y la Escuela Profesional de Patología bucal de la Escuela de Estomatología de la Universidad Complutense y como recuerda el Prof. Schuller, fue jefe en funciones del Servicio de Cirugía Maxilofa- cial del Hospital Clínico de San Carlos. Asimismo, fue vicedecano de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid entre 1977 y 1986, contribuyendo a implantar el “numerus clausus” y a la innovación en el tercer ciclo de estudios médicos. Fue visiting profesor de la Facultad de Medicina de Birmingham y de la universidad iberoamericana de Santo Domingo, de Ríos Piedras de Puerto Rico y de Génova. Representante y consultor español en la OMS para la reforma de la enseñanza dental en Europa; fundador de la European Faculty or Oral Health Sciences; miembro de la Comisión permanente de Investigadores de la Federación Dental Internacional y del Comité Internacional de Clasificación de Tumores y vocal de la Europa Against Cancer Programe de la OMS/CEE. En nuestro país fue fundador de la Sociedad Española de Medicina Oral y su primer presidente y también miembro de la Academia Americana de Medicina Oral. Cuando el profesor danés Pindborg, autoridad mundial en oncología maxilofacial, viene a España pregunta por el profesor Lucas, y cuando regresa a Dinamarca se despide hasta la próxima de su amigo Miguel. Sus libros “Atlas de Medicina Oral y Maxilofa- cial” y “Medicina Oral” fueron de referencia para varias generaciones, y participó en “Genética al día”, “Farmacología y Terapéutica” y “Actualiza- ciones en Gastroenterología” de los profesores Sánchez Cascos, Lorenzo Velázquez y Díaz Rubio, respectivamente, superando además el centenar los artículos científicos con gran índice de impacto. Debo decir que fui alumno suyo en la Escuela de Estomatología de la Universidad Complutense de Madrid. En una de las aulas magnas del gran centro compareció una mañana un profesor impecable, con una elegancia vertical. Comenzó su exposi- ción a la manera clásica y dejé mi bolígrafo sobre la mesa. No se trataba de tomar apuntes pues su discurso atraía la atención de quien quiere aprender hasta del detalle de quien lo dicta. Los temas que él impartió fueron otros tantos folios en blanco míos, correspondiéndose su impronta con mi atención. Obtuve sus máximas notas, con las hojas de apuntes en blanco pero la huella precisa en mi memoria. Esta admiración, y un respeto superior, unidos al recono- cimiento de su generosidad y de su humanidad, le impidieron la obtención de un pequeño deseo, que al final tuvo que desechar: que yo le tuteara. El 22 de septiembre de 1994 ingresaba en solemne sesión pública como Académico de número de esta Real Academia Nacional de Medicina acompa- ñado por los profesores Luis Pablo Rodríguez y Guillermo Suárez; presidía el acto, y la corporación, el Prof. Hipólito Durán y con él, en la mesa, estaban ante el público los profesores José Botella, Ángel Martín Municio y Rafael Cadórniga. Glosaba la contestación el Prof. Amador Schüller. Todos ellos fueron presidentes, de esta Academia o de las de Farmacia y de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. De esta “Generación de la Transición” ninguno se sentaba por compromiso sino en correspondencia de amistad con el recipiendario. Tituló su discurso “Xerostomía (Síndromes de boca seca)” y lo leyó a la manera clásica, como quien dicta una lección de lo suyo en la experiencia de los años y de la clínica ante un auditorio que se sentía presti- giado, uno a uno de los presentes, por su muy diversa relación con el nuevo académico. Tomaba posesión del sillón nº. 9. Y -me confesó- se sorprendía. “Qué respeto me imponían algunos nombres, como don Pedro Laín o don Luis Bru” o, después, Juan Rof Carballo. Acudía a las sesiones académicas con la prudencia del hombre sensato y se asombraba de la erudición que éstos manifestaban. Nunca se permitió una jactancia, tan sólo el silencio admira- tivo hacia sus compañeros desde la más humana humildad. En días de incienso como fueron los de aquel otoño de 1994 respondió, en una entrevista que guardo, que había optado a la plaza porque creía tener un currículum “aceptable”, que aprendía “de los alumnos y de los enfermos”, o que le gustaría ser maestro, pero era profesor, también que la primera clase después de su elección la había dado “igual que la anterior”. Erraba en una respuesta: a la pregunta “qué le ha enseñado la escuela de la vida” dijo “A no hacer mal a la gente” cuando en realidad era que la vida había aprendido de él a no hacer ese mal. Si el peso de su currículo lo desgranó el Prof. Schuller en la contestación a su discurso de ingreso, convendrá continuar el guión que para los biógrafos aquí se detenía. Y decir que mientras sintió tener fuerza y decoro intelectual su partici- pación académica fue ejemplar, y la ejemplaridad se sustentó en el compromiso. Fue elegido Secretario General el 26 de julio de 2008 y durante un cuatrienio se mantuvo como tal servidor de la institución. Dictó, entre otras, las siguientes conferencias de su especialidad, títulos que se corresponden con el rigor de la actualidad, pero también de lo que nadie asumía por constituir buena parte de lo más árido aunque para él el fundamento de su acción médica: “Los implantes estomatológicos” (1995) “Disestesias oro-faciales” (1996) “Inmunosupresores: efectos secundarios” (1997) “El entorno del SIDA pediátrico” (1998) “La tumoración maxilar benigna” (2007) “El cáncer de parótida” (2008) o “La célula gigante en los seudotumores maxilares” (2011)

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