Anales de la RANM

120 A N A L E S R A N M R E V I S T A F U N D A D A E N 1 8 7 9 ESPECTRO DEL AUTISMO: CAMBIO DE PARADIGMA Gómez de la Concha E An RANM. 2024;141(02): 119 - 125 INTRODUCCIÓN El autismo puede definirse como un desarrollo neurológico diferente que va a perdurar de por vida y que se caracteriza por dificultades en la comunicación y las habilidades sociales y por comportamientos repetitivos e intereses restrin- gidos, en temas muy específicos. Fue inicialmente descrito por Leo Kanner en 1943 como un cuadro infantil muy severo asociado a discapacidad intelectual y del lenguaje. Entonces la prevalencia se consideraba que era de <5/10.000. Así fue incluido en 1980 en el Manual Diagnós- tico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-III) de la Asociación Americana de psiquia- tría (APA). Desde entonces el concepto de autismo ha sufrido importantes modificaciones. En la actualidad, en el DSM-5-TR (2022), el autismo es denominado Trastorno del Espectro Autista (TEA) y la discapacidad intelectual se considera como una comorbilidad que se presenta solo en una minoría de los pacientes. La prevalencia estimada ha ido aumentando con el tiempo y en los Estados Unidos por ejemplo los CDC la cifraba ya en alrededor de 0,5 % en el año 2000, y en 2,8% en los últimos datos publicados que corres- ponden a 2020 (1). Sin embargo, se considera que la prevalencia real ha permanecido estable y que el aumento de los diagnósticos se debe a la amplia- ción de los criterios, a un mejor conocimiento del proceso por parte de los profesionales médicos y de la población en general, a una mayor concien- ciación pública y a una búsqueda activa de casos en la infancia para hacer que se puedan benefi- ciar de las ayudas que en la actualidad otorgan los gobiernos a los que alcanzan el diagnóstico (2). El autismo se caracteriza por diferencias en el neurodesarrollo, pero al no conocerse todavía exactamente los mecanismos neuronales respon- sables y no existir tampoco marcadores biológicos objetivos que permitan confirmarlo, el diagnóstico hay que hacerlo estudiando el comportamiento. Pero el comportamiento no es una consecuencia automática directa de los mecanismos neuronales, si no que influyen en él muchos otros paráme- tros como pueden ser la educación, las normas sociales, la capacidad intelectual, el ambiente, la necesidad de pertenencia a un grupo social etc. EVOLUCIÓN EN EL CONCEPTO DE AUTISMO Ya en 1944 Hans Asperger, en Viena, describió un cuadro parecido al descrito por Kanner en USA, que denominó psicopatía autista, pero en el que ya englobaba casos sin retraso mental y con lenguaje fluido. Observó que era frecuente en familiares, que cubría un espectro amplio y que persistía en la edad adulta. Sin embargo, estos estudios, que publicó en alemán bajo el nazismo, no fueron traducidos ni divulgados y permanecieron en el olvido (2). En los años setenta del siglo pasado, Lorna Wing, psiquiatra inglesa en Londres, que tenía una hija con autismo profundo, se dedicó al estudio de esta enfermedad. Encontró muchos casos que, con rasgos similares a los de su hija, no tenían déficit cognitivo y no cumplían por tanto los criterios diagnósticos del autismo infantil descrito por Kanner. Habiendo leído los trabajos de Asperger, comprendió dos datos fundamen- tales: que el autismo es un continuo y que abarca un espectro muy amplio, desde casos con gran deterioro clínico a casos mucho menos sintomá- ticos o asintomáticos. En un trabajo seminal, publicado en 1981, describió entonces un nuevo síndrome, que denominó Síndrome de Asperger. Estableció para él unos criterios diagnósticos menos estrictos, que han venido siendo conocidos como “triada de Wing” (3). A partir de entonces muchos casos con rasgos autistas y sin déficit cognitivo comenzaron a ser diagnosticados como Síndrome de Asperger. Posteriormente, en los últimos veinte años, numerosos estudios genéticos han venido a demostrar una fuer te heredabilidad compar- tida entre los diferentes tipos de autismo. Eso hizo que en la revisión del DSM (DSM-5) en 2013, todos fueran englobados en un solo apar tado denominado Trastorno del Espectro Autista (TEA). Además, se describió una alta prevalencia en familiares, apareciendo en una misma familia casos con características y niveles de gravedad muy diferentes, con niveles cognitivos que van desde la discapacidad intelectual hasta la alta capacidad. GENÉTICA La genética es muy heterogénea, con muchos tipos diferentes de variantes que pueden ser encuadradas en dos grupos (4). Por un lado, cientos de alelos de riesgo comunes, cada uno con un efecto cuantitativo muy pequeño, como en otros rasgos complejos, y que están presentes también en la población general. Por otro lado, unas variantes raras con ganancia o pérdida de material genético que pueden ser espontaneas ( de novo ) o heredadas y que tienen un efecto mucho mayor. Estas últimas están asociadas a un autismo con mayor disfunción cognitiva y actúan en el contexto de una carga genética de variantes comunes (5) y, cuando aparecen en sujetos sin autismo, también tienen una asociación negativa con la cognición. Las variantes comunes son puntuales (SNPs o SNVs), están altamente preservadas en la población, y solo se manifiestan cuando se expresan en dosis altas o cuando se suman a otros factores genéticos o ambientales. Se asocian en general a un autismo con una inteligencia normal o superior al promedio (5). También se ha observado en estos últimos años que estas variantes, en sujetos no autistas, también

RkJQdWJsaXNoZXIy ODI4MTE=