Anales de la RANM

176 A N A L E S R A N M R E V I S T A F U N D A D A E N 1 8 7 9 An RANM. 2024;141(02): 172 - 177 Sanz Serrulla FJ, et al. EL DENTISTA ESPAÑOL DEL SIGLO XVIII estaban reservadas a muy pocos dentistas, siendo la mayoría simples sacamuelas. España era un buen mercado de trabajo para los cirujanos y los dentistas europeos. Francia, tras la publicación del mencionado libro de Pierre Fauchard “Le Chirurgien Dentiste…” (París, Jean Mariette, 1728), en dos volúmenes, se colocó a la cabeza de la odontología europea, y mundial. Los seguidores del ilustre galo consolidaron sobre esta base una odontología de gran nivel, el país veci- no vio salir de sus imprentas un número de libros de la especialidad que formaron una biblioteca de primer orden y así el “arte dental”, al menos en lo teórico, se podía aprender ahora en muchos textos bella y útilmente ilustrados y no ya de carácter ge- neral sino con alguna especialización, pero tam- bién acudiendo a las demostraciones anatómicas y las operaciones que afamados cirujanos como Pie- rre Dionis realizaban en el parisino “Jardin Royal”, plasmándose el saber de este último en su “Cours d’operations de chirurgie, demonstrées aun Jardin Royal” (Paris, Laurent d’Houry, 1707). Francia rei- na en la Odontología durante el llamado “Siglo de las Luces” y por los Pirineos va a entrar una trans- fusión de saber dentístico que resucitará, si bien todavía muy lentamente, esta parcela en España. Es más, en lo puramente teórico, los autores patrios ven más acertado traducir el libro de Fauchard a la lengua española que elaborar otros, sin duda de categoría inferior. Es el caso, cuando el siglo muere, de los cirujanos menores Francisco Antonio Peláez, con el “Tratado de las enfermedades de la boca” (Madrid, Benito Cano, 1795), y Félix Pérez Arroyo. “Tratado de las operaciones que pueden practicar- se en la dentadura” (Madrid, Franganillo, 1799), correspondiendo respectivamente a los apartados “médico” y “quirúrgico” del libro del célebre fran- cés, con escasas aportaciones personales. Así pues, estos dos últimos son los únicos puramente odon- tológicos de autoría española, sin olvidar el ya ci- tado de carácter divulgativo de Pierre Abadie o, en fin, el de muy alto nivel del dentista al servicio de la realeza española Jean-Baptiste Gariot, editado a co- mienzos del siglo siguiente con el título “Traité des maladies de la bouche” (París, L. Duprat-Duverger, 1805). El listado se cierra, en fin, con el divulga- dor “El conservador de la dentadura” (Madrid, Vi- llalpando, 1806) con tres ediciones posteriores, de Ventura de Bustos y Angulo, escasa literatura para todo un siglo. CONCLUSIÓN Cabe resumir, como colofón, lo siguiente: durante el periodo referido, el “arte dental” español estuvo ejercido principalmente por dentistas franceses en lo más elevado de la profesión, hecho íntimamente relacionado con la instauración de la Casa de Bor- bón en España. Asentados en la Corte, dispusieron asimismo de gabinetes en la capital para la asisten- cia privada, si bien no faltaron dentistas de nivel en ciudades importantes con instalación estable, y al- gunos afamados ejercieron temporalmente también como itinerantes en estos lugares. La trascendencia de sus actuaciones supuso al menos una toma de conciencia importante en el raso panorama nacional pues fueron tomados como referencia por los pobres sacamuelas españoles, quienes lentamente elevarían su crédito, no de forma mayoritaria, tras la creación de los Reales Colegios de Cirugía, si bien no se pro- dujo la deseada elevación de nivel generalizada de diplomados por estas instituciones implicados en la dentistería. La odontología del XVIII sí experi- mentó por la influencia gala al menos un estímulo, saliendo del letargo en que se sumió en el siglo an- terior, un siglo decadente en el que esta especialidad no creció, como era de esperar, sobre el excelente y pionero “Coloquio” (Valladolid, Sebastián Martínez, 1557) y su segunda edición, el “Tratado” (Madrid, Alonso Gómez, 1570) del clérigo Francisco Martí- nez de Castrillo, pero la mayoría de los actuantes repartidos por villas, aun mayores, y aldeas conti- nuaron siendo simples sacamuelas de escasa o nula titulación, por cuyas manos pasaron los sufrientes ciudadanos españoles, tal vez sin saber de la amplia oferta dentística que en los periódicos de las ciuda- des populosas se anunciaba. DECLARACIÓN DE TRANSPARENCIA Los autores de este artículo declaran no tener nin- gún tipo de conflicto de intereses respecto a lo ex- puesto en el presente trabajo. BIBLIOGRAFÍA 1. Terreros y Pando, E. Diccionario castellano con las voces de Ciencias y Artes. Madrid: Imprenta de la Viuda de Ibarra, Hijos y Compañía, 1786, p. 609. 2. Ídem., p. 412. 3. Abadie, P. “Tratado odontálgico…” Madrid: An- tonio Muñoz del Valle, 1764, p. 36. 4. Ídem., p. 36-37. 5. Ídem., p. 37-38. 6. Baron, P. L’Art Dentaire travers la Peinture. Pa- ris: ARC Édition-Vilo, 1986. 7. Villaverde, F. Operaciones de Cirugía según la más selecta doctrina de antiguos y modernos. Dispuesta para uso de los Reales Colegios, Ma- drid: Viuda de Ibarra, 1788, p. 100. 8. Beaumont, B. El bien del hombre buscado y ha- llado en el mismo. Madrid: Bartolomé Torrano, 1739, p. 121. 9. Peset Reig, M. Peset Reig, J.L. La Universidad Española (Siglos XVIII y XIX). Despotismo ilustrado y (revolución liberal. Madrid: Taurus Ediciones S.A., 1974, p. 277. 10. Usandizaga Soraluce, M. Historia del Real Co- legio de Cirugía de Barcelona (1760-1843). Bar- celona: Instituto Municipal de Historia de la Ciudad, 1964. 11. Usandizaga Soraluce, M. Historia del Real Cole- gio de Cirugía de San Carlos. Madrid: Consejo

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