Anales de la RANM
251 A N A L E S R A N M R E V I S T A F U N D A D A E N 1 8 7 9 SERENDIPIA Y MEDICINA Maojo V, et al. An RANM. 2024;141(03): 248 - 258 de la ecuación de Dirac, donde además de encontrar la ecuación del electrón, lo buscado, se encontró: la explicación del spin y el momento magnético de la partícula, la antimateria y la explicación de la teoría de campos. Para probar lo aquí afirmado, forzoso es tener en cuenta el descubrimiento de la penicilina por Fleming. Ésta es, de forma resumida, su historia, tal y cómo la contó él mismo (16): “Se hicieron dos subcultivos de esos mohos (que habían aparecido fortuitamente sobre una placa que contenía bacterias), así como experimentos para descubrir las características de esa sustancia bactericida que se estaba formando claramente en el cultivo de los mohos y que se estaba difundiendo en el medio (nutritivo). Encontrándose que el caldo de cultivo en el que el moho había crecido adquirió sorpren- dentes características bacteriostáticas, bacteri- cidas y bacteriolíticas, para muchas de las bacterias patógenas más frecuentes. Sospechando que eso podía ser un antiséptico que sería eficaz para aplicar o inyectar en las regiones afectadas por microbios sensibles a la penicilina.” Posteriormente, en su Nobel Lecture del 11 de Diciembre de 1945, dijo: “El trabajo que había sido llevado a cabo tras largo tiempo acerca del antagonismo (entre mohos y antisépticos) no tuvo influencia alguna sobre la invención de la penicilina. Esto fue el resultado de un incidente dichoso que se produjo cuando yo trabajaba acerca de un problema puramente académico, que nada tenía que ver con el antago- nismo oponiendo los mohos a los antisépticos. En mi primera publicación yo habría podido decir que había llegado a mi conclusión de forma metódica, que suponía que había sustancias bactericidas producidas por los mohos, y que había comenzado a estudiar el problema. Eso hubiera sido falso y preferiría decir la verdad: que la penicilina había nacido de una observación accidental. Mi único mérito es que no desdeñé la observación y que abordé el problema como un bacteriólogo.” (17). El único testigo del “incidente” fortuito, Pryce, tiempo después (18) corroboró ese relato como sigue: “Él tomó el cultivo, lo observó y tras un rato dijo escuetamente: es curioso’. Lo que me sorprendió es que no se contentó solamente con mirar, sino que actuó inmediatamente. La mayor parte de nosotros observa algo, siente que puede ser importante, pero permanece instalado en el asombro.” Las palabras del propio Fleming muestran que él buscaba lo que ahora se denomina un antibió- tico. Más aún, pues realmente él previamente había ya encontrado también fortuitamente uno, la lisozima, pero dicho antibiótico sólo era eficaz contra microorganismos no patógenos. Más aún, el 4 de septiembre de 1945, en una conferencia ante la Academia de Medicina de Lyon, Fleming afirmó que el verdadero descubridor de su moho había sido el francés Duchesne cuyos experimentos con cultivos de penicillium” habían sido publicados a finales del siglo XlX y dado a la luz cincuenta años después por un bibliotecario. Fleming añadía: “Mientras yo he descubierto los efectos antibacte- rianos del Penicillium por casualidad, Duchesne había llegado a ellos mediante una investiga- ción metódica.” En efecto, en 1896, el estudiante de medicina francés Clement Duchesne, mostró nítidamente la acción antibacteriana del “Penici- llium”. Duchesne, había ingresado, con 20 años, en la Academia de Medicina Militar de Lyon. Había leído los escritos de Pasteur y estaba dedicado al estudio de los microorganismos. Sabía que si una sola espora del hongo caía en un pedazo de pan húmedo, fruta podrida, queso o jamón, en pocos días se multiplicaba. Y que en otros lugares en los que era de esperar que los hongos prosperasen solían hallarse ausentes. De este modo, aunque las células de este hongo eran muy frecuentes en el aire, casi nunca se las veía, con el microscopio, en agua que hubiese sido añadida a cultivos bacterianos. Duchesne se preguntaba si las bacterias mataban a los hongos. Alentado por Gabriel Roux, director del “Instituto de Salud Pública”, se entregó a su tesis de investigación sobre el tema del antagonismo entre bacteria y hongo. Como sujeto de investiga- ción eligió el hongo “Penicillium glaucum”. Al inicio, Duchesne descubrió que la presencia de la bacteria en un medio en el que estaba creciendo el hongo conducía, generalmente, a la rápida desapa- rición de éste. A pesar de lo cual, conjeturó que tal vez en la lucha por la existencia entre hongos y bacterias, podrían darse ciertas condiciones en las que el hongo prevaleciera, ganando la partida. Llevando dicha conjetura al terreno experimental, Duchesne, cultivó Penicillium en un pedazo de alimento húmedo al que transfirió bacterias de la especie “Escherichia Coli”. A las pocas horas, examinó el hongo y descubrió que la bacteria había sido aniquilada. A continuación, inoculó cultivos virulentos de microorganismos patógenos como la susodicha Escherichia Coli y bacterias tifoideas en conejillos de Indias, y luego inyectó a la mitad de los animales caldo nutritivo en el que había crecido el “Penicillium”. Sorprendentemente, al día siguiente, los animales a los que se les había suministrado el caldo estaban vivos, y los no inyectados muertos. Al parecer, el crecimiento de las bacterias en los animales había sido inhibido mediante el extracto crudo del hongo representado por el caldo. Un año después de iniciadas sus investigaciones, en 1897, Duchesne las describió en una tesis doctoral de 56 páginas (19). En ella señalaba que, desde sus tiempos de estudiante, apenas si había tenido ocasión de realizar unos pocos experimentos, y que, en cualquier caso, su trabajo debería repetirse y confirmarse. Y añadía que una investigación más profunda podría llevar a nuevos avances cuya aplicabilidad directa de higiene y terapia profilác- ticas quedaría de manifiesto. El 17 de diciembre de ese año, 1897, Duchesne obtuvo su doctorado y entró en la sanidad militar suspendiendo su actividad investigadora. Cinco años después, 1902, contrajo una enfermedad pulmonar, probable- mente tuberculosis, que con altibajos, el 30 de agosto de 1912, lo llevó a la tumba. Sin duda, sin esa muerte prematura, con probabilidad rayana en la certeza· el descubridor de la penicilina hubiera sido él. Ambos, Fleming y Duchesne, tuvieron un predecesor el inglés John Tyndall (1820-1893), quién, siguiendo los trabajos de refutación de la
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