Anales de la RANM
283 A N A L E S R A N M R E V I S T A F U N D A D A E N 1 8 7 9 LEGADO TELLO. MUSEO ANATOMÍA PATOLÓGICA. HOSPITAL DEL REY Mariño Gutiérrez L, et al. An RANM. 2024;141(03): 282 - 289 1902, convirtiéndose en el más importante de sus discípulos (1, 2). Su actividad más conocida está relacionada con el campo la Histología, por la gran importancia de sus descubrimientos y sus publicaciones sobre la histología del sistema nervioso, fruto de su labor investigadora, que hicieron que sus trabajos se hayan citado por investigadores de todo el mundo (3, 4) y también por su vinculación a la Escuela Española de Histología, que creó Ramón y Cajal y que él mantuvo tras la muerte de su maestro y hasta su fallecimiento. No obstante, Jorge Francisco Tello fue un excelente sanitario e igualmente brillante en los campos de la Bacteriología y de la Anatomía Patológica alcanzando un enorme perfeccionamiento en estas materias que acabó convirtiéndole, a su vez, en “maestro”. Al finalizar sus estudios de medicina y de doctorado (1904), ingresó en el Instituto de Sueroterapia, Vacunación y Bacteriología Alfonso XIII, donde profundizó en el campo de la Bacteriología y en la “naciente serología”, siendo nombrado al poco tiempo Ayudante de la Sección de Serología, que dirigía Francisco Murillo. Este trabajo lo compagi- naba con sus actividades en la facultad de medicina (Auxiliar Interno de la Cátedra de Histología, Anatomía Patológica y Bacteriología desde 1905 por nombramiento de Cajal) y en el Laboratorio de Investigaciones Biológicas como Primer Ayudante a partir de 1907. Trabajando ya en el laboratorio de la Facultad de Medicina con Ramón y Cajal, vieron la necesidad de abordar el estudio de la Anatomía Patoló- gica con más profundidad. Por esa razón, en 1911, solicitó una beca para ampliar estudios en un centro extranjero y le fue concedida por la Junta de Ampliación de Estudios e Investigación para estudiar Anatomía Patológica en Alemania, estancia que aprovechó para ampliar sus conoci- mientos en Bacteriología (5, 6). Su estancia la realiza en Berlín; estudia Anatomía Patológica con los Profesores Benda, en la Prosec- tura del Hospital Moabit, y con Johannes Orth, sucesor de Virchow, en el hospital de la Charité. La Bacteriología la estudia en el Instituto para las Enfermedades Infecciosas Roberto Koch, especial- mente en la sección de epidemiología a cargo del Doctor Lentz (1). Cuando vuelve de su estancia, Cajal le nombra Director del Departamento de Autopsias y del Laboratorio de Histopatología del Hospital Clínico San Carlos de la Facultad de Medicina. Como Jefe de la Prosectura de Autopsias Clínicas y del Museo de Piezas Anatómicas, «comenzó entonces la difícil tarea de inculcar la importancia de la realización de las autopsias clínicas en este país, tradicio- nalmente adverso a su práctica, y a fomentar la disciplina de la anatomía patológica, implantando y difundiendo la realización de las autopsias clínicas siguiendo las directrices de Virchow» (1). Las autopsias las realizaba según la técnica aprendida en Alemania y descrita en el “Manual Técnico de Anatomía Patológica (autopsia-histología patoló- gica-bacteriología)” (7) que fue publicado por Santiago Ramón y Cajal y Jorge Francisco Tello y Muñoz en 1918. A comienzos del siglo XX, la práctica de la autopsia alcanzó importante relevancia, existiendo cierto consenso general sobre el hecho de que la autopsia constituía una herramienta indispensable para la investigación médica, pues representaba un ejercicio docente extraordinario y una prueba irrefutable para la comprobación del diagnóstico clínico. De este modo, la realización de autopsias en los hospitales se convirtió en una actividad importante y un indicador de calidad clínica de un hospital. Un hospital en el que se realizaba un número elevado de autopsias indicaba la existencia de investigación clínica y eso le proporcionaba mayor prestigio. (8, 9). Con el entusiasta apoyo de D. Julián Calleja, Profesor de Anatomía y Decano de la Facultad, se consiguió una disposición del gobierno (la R.O. de 29 de noviembre de 1918) que hizo obliga- toria la práctica de la autopsia clínica de todos los cadáveres de enfermos fallecidos en el Hospital Clínico de San Carlos de la Facultad de Medicina de Madrid. (10) Esa norma, que fue derogada en 1942, se siguió en otros hospitales y entre ellos el Hospital del Rey. A la vuelta de su viaje de estudios en Berlín, fue nombrado Jefe del recién creado Servicio de Epidemiología en el Instituto de Alfonso XIII y se hizo cargo, junto con sus colaboradores (Ruiz Falcó, Rodriguez Illera, Ramón y Fañanás y Arcaude) de los cursos de formación en bacteriología, serología y parasitología. A partir de 1920 asumió la Dirección del Instituto, puesto que mantuvo hasta 1932 partici- pando activamente en la docencia. El Hospital para Enfermos Infecciosos, Hospital del Rey, comenzó a funcionar en enero de 1925 siendo uno de los primeros pabellones que se construyeron en el que se instalaron los Labora- torios (Química, Bacteriología y Anatomía Patoló- gica). Desde su inauguración, las necropsias se realizaban en la planta sótano del edificio, según el protocolo descrito en el Manual Técnico de Anatomía Patológica publicado por Cajal y Tello en 1918, ya mencionado, y se inició el Museo de Piezas Anatómicas conservando las piezas intere- santes para la docencia y realizando fotografía de las mismas mediante la técnica de gelatino- bromuro de plata sobre soporte de vidrio. ( Fig 1 ) Cuando comenzó a funcionar el Hospital no se contaba con personal facultativo adscrito al “Laboratorio”. Entre 1925 y 1929, según Torres Gost (11) y, por indicación del Director del Hospital, Manuel Tapia, se hizo cargo del laboratorio “un mozo que había aprendido mucho en el Instituto Alfonso XIII”. En 1930, Jesús Jiménez Fernández (discípulo de Tello) fue nombrado Jefe del Labora- torio. El primer encargado del Laboratorio de Anatomía Patológica y prosector de autopsias fue
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