Anales de la RANM
24 A N A L E S R A N M R E V I S T A F U N D A D A E N 1 8 7 9 An RANM. 2025;142(01).supl01: 24 -28 NECROLÓGICA EN MEMORIA DE MANUEL ESCUDERO FERNÁNDEZ Joaquín Poch Broto SESIÓN NECROLÓGICA EN MEMORIA DEL PROF. MANUEL ESCUDERO FERNÁNDEZ Joaquín Poch Broto 1 1. Académico de Número de la Real Academia Nacional de Medicina de España – Otorrinolaringología DOI: 10.32440/ar.2025.142.01.supl01. art05 Enviado*: 05.03.24 | Revisado: 13.03.24 | Aceptado: 22.04.24 *Fecha de lectura en la RANM A R T Í C U L O · Vida Académica 2024 Autor para la correspondencia Joaquín Poch Broto Real Academia Nacional de Medicina de España C/ Arrieta, 12 · 28013 Madrid Tlf.: +34 91 159 47 34 | E-Mail: secretaria@ranm.es Excmo. Sr. Presidente, Excelentísimos Sras. y Sres. Académicos, señoras y señores: La designación para hablar hoy de D. Manuel Escudero Fernández es un gran honor. Como tal lo percibo y como tal lo agradezco al Sr. Presidente, a su Junta Directiva y a la familia, que no le ha parecido mal. Aunque la sesión sea solemne, debo advertirles que no deben hacerse demasiadas ilusiones. Sin falsas modestias me explico: no soy ginecó- logo, por lo que podría haber valorado de forma inexacta sus méritos científicos; por otro lado, al no ser historiador, carezco de algunos instru- mentos intelectuales convenientes para armar un relato de la calidad que merece la memoria de Escudero. Se cuenta de un Cardenal, que había sido Secretario de Estado, que meses antes de su muerte se encerraba a escribir y reescribir cuarti- llas sin fin, cuando uno de sus ayudantes, que también habría de ser cardenal, le preguntó que a qué venía tanta redacción. Le contestó: “estoy escribiendo el sermón que debe pronunciarse durante mi funeral porque si estas cosas caen en manos de un presbítero novato pueden arruinar la ceremonia”. Escudero no tomó semejante precau- ción que ahora hubiera sido muy de agradecer y yo por mi parte no querría arruinar nada ni hacer de cura primerizo y si pasa, que es posible, estoy seguro que encontrarán entre todos la forma de disculparme. Hoy vengo aquí porque se me ha ordenado, pero también bajo el título del amigo que desea superar con el afecto todas sus otras carencias. Preparando estas notas me dijo su viuda que procurara hacer un retrato creíble de su esposo. Es un consejo casi filosófico y puede llegar a ser contradictorio, porque lo creíble no siempre es verdad y de hecho muchas mentiras son perfec- tamente verosímiles. Digresiones al margen, entiendo que es una sugerencia para no entrar en el terreno de la hagiografía o la tristeza hueca. Teresa tiene toda la razón, porque en el caso de Escudero no es necesario ningún artificio retórico. Ya verán que se trata de una figura muy sólida, aguanta bien en el escenario de la vida y no necesita ni un soplo de apoyo que vaya más allá de lo real. Tengo ahora muy presente la famosa antítesis de Huidobro: “El adjetivo cuando no da vida mata” y sería muy injusto someter la memoria de nuestro amigo a semejante sinrazón. No me apartaré sin embargo de un viejo proverbio que suele seguirse en la Academia: “De mortuis nihil nisi bonum…”. De los muertos nada que no sea bueno y yo añado nada que además no sea verdad. Escudero nació el 10 de Octubre de 1933 en la Maternidad de Santa Cristina por decisión de su padre, Don Bonifacio, médico entonces de Congos- trina, aunque pasaría enseguida a Atienza, que dicho entre paréntesis es una pequeña joya medieval que le recuerda con una calle, cuyo rótulo pone debajo de su nombre “médico de Atienza”. Como no recordar con simpatía a estos pueblos que recuerdan así a sus médicos más entregados. Escudero falleció hace unos meses y en su casa rozando los 90, vida larga y ahora veremos que también buena. Su madre, María de los Ángeles Fernández era maestra nacional. Le enseñó a leer y a escribir, los números elementales, le desbrozó la cabeza y le preparó hasta el ingreso en el Bachillerato, que comenzó en casa de sus abuelos, en Guadala- jara. Hizo allí los dos primeros años, siguió 3 con los claretianos de Aranda de Duero y terminó los últimos cursos en casa de sus abuelos otra vez. En 1951 comenzó la carrera de medicina en Madrid que terminaría en 1958. Vivió estos años “de pensión”, y la recordó siempre con nostalgia y con afecto. Aquello no era desde luego la casa de la Troya, convivió con Catedráticos, algunos académicos, gente en general de buen convivir y conversación instructiva. Allí estudió lo suficiente para sacar la carrera con muy buen expediente y sin agobios. Con 21 años y por oposición, entró como alumno interno en la Cátedra de Botella de cuyo magisterio integral, fecundo y generoso se sintió siempre deudor. Es posible que Botella fuera, junto con su padre, quien más influyó en el desarrollo de su personalidad. En la Escuela de Botella, de la que sería miembro destacado, aprendió gineco- logía, obstetricia y también anatomía patológica con Nogales Ortiz, introductor en nuestro país de la anatomía patológica ginecológica, persona
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