Anales de la RANM

27 A N A L E S R A N M R E V I S T A F U N D A D A E N 1 8 7 9 S U P L E M E N T O An RANM. 2025;142(01).supl01: 24 - 28 NECROLÓGICA EN MEMORIA DE MANUEL ESCUDERO FERNÁNDEZ Joaquín Poch Broto Repetía con frecuencia que había sido muy feliz en la Academia, y lo entiendo muy bien, porque el ambiente que hay aquí se adaptaba muy bien a su personalidad tan diferenciada, tan rica en matices. PERSONALIDAD Era muy simpático cuando estaba relajado, serio cuando el tema lo requería, muy buen conver- sador. Muy sociable, con muchos amigos y por todos lados. Cazador bueno, quizás no tanto como decía. Recordaba infinitas anécdotas médicas y académicas y era un archivo viviente del tiempo que le había tocado vivir. Además tenía una cualidad sorpren- dente y era su capacidad para establecer juicios rápidos y precisos sobre el prójimo y curiosamente, con bastante objetividad, también sobre sí mismo. En su discurso de ingreso en un párrafo largo que recuerda en tono y contenido a los primeros de Marco Aurelio, escribe “nunca agradeceré bastante a mis padres el esfuerzo por inculcarme una postura ante la vida en la que primara el amor al trabajo, el respeto a la jerarquía, la rectitud y el sacrificio todo ello dentro de una moral cristiana”. Tanta densidad creo que merece una paráfrasis, unos comentarios, en primer lugar dice: “haberme inculcado una postura ante la vida”, es decir, un sistema de principios y valores que en general no definen tanto lo que uno es como lo que se aspira a ser. Delimita también el terreno de juego en que uno está dispuesto a vivir. Habla del amor al trabajo y poco hay que añadir porque en esto fue modelo de perfección, ya que su vida fue un constante trabajar. Se confiesa cristiano y debió serlo, con sinceridad interior. No era de ninguna cofradía conocida y aunque casi nunca hablábamos de esto, porque nuestras teologías no debían superar al catecismo del Padre Astete, debió ser un cristiano liberal y secular tal y como confesaba de sí mismo nuestro querido y recordado D. Pedro Laín. En sus años jóvenes, que es cuando se forman las conciencias, eso no era poca cosa, pues eran tiempos más de vocerío y exclusión que de la amable comprensión post-conciliar. Habla también de respeto a la jerarquía y la palabra está muy bien escogida porque él entiende que hay una gran diferencia entre jerarquía y autoridad. La autoridad evocaría un poder externo y este podría ser arbitrario, y sobre todo impuesto; por el contrario, la jerarquía viene a ser para él una especie de taxonomía donde la autoridad depende y se legitima por el número de orden. Además, la jerarquía se puede asumir libremente, es manipu- lable y existe la posibilidad de configurarla según nuestro leal saber y entender. Lo jerarquiza casi todo: las instituciones, las personas y todos los que le hemos conocido con cierta proximidad, sabemos la importancia que concedía a estas cosas. Nos ordenaba y clasificaba a las personas y él mismo, en su escala particular, ocupaba un lugar del que no abjuraba nunca cuando se creía igual o superior a los demás. A veces, reflexionando sobre Escudero, he pensado que el suyo era un mundo lleno de prelaciones y postergaciones. En cierto sentido, un mundo concep- tualmente muy bien ordenado, también de alguna manera una forma muy científica de ver las cosas. Habla, en este párrafo que venimos comentando, de rectitud y sacrificio y aquí la exégesis es más compleja, porque la rectitud es un camino complicado no es necesariamente recto y exige casi siempre sacrificios. La educación de entonces, no sé si la de ahora, implicaba la asunción de muchísimos deberes y aunque sólo la madurez permite vislumbrar el deber genérico como tal entiendo que su motor podría ser un impulso que nace de nuestro propio natural. En Escudero hay siempre una asunción de deberes que también jerarquiza, faltaría más, deberes con la familia, con sus maestros, instituciones, pacientes, etc. etc. Entre todos acaban conformando un camino de rectitud y para seguirlo suele asumir los sacrifi- cios que hagan falta. La energía para todo creo que procede de sus buenos sentimientos. A veces pudo parecer frio, fue calculador cuando convino, inteligente casi siempre, pero en general se dejó llevar por sus buenos sentimientos. Si con los sentimientos en buena parte se nace, también es cierto que, en parte no menor, se modulan y no es lo mismo nacer con padre médico rural y madre maestra, impregnándose todos los días de bondad y trabajo que nacer en un medio más asilvestrado y mendaz Escudero es al final el resultado brillante de la suma de su inteligencia, del ambiente en que creció y de la educación recibida. LA VOCACIÓN Y EL MÉDICO Don Bonifacio Escudero me regaló, hace ya muchos años una foto suya enmarcada y dedicada que guardo en mi despacho. Apareció hace muchos años en la revista Destino para ilustrar la vida de los médicos rurales. Aparece Don Boni a lomos de una yegua mansa, atravesando la Puerta de Arreba- tacapas o Arco de San Juan, abierto todavía en la muralla antigua de Atienza. Viste pelliza gruesa y gorra de esas de rabito. Viene de pasar consulta por alguna pedanía o casa de labor. La imagen parece sencillamente anecdótica, es de fotógrafo bueno y para muchos puede no pasar de ahí; si acaso evoca cansancio y frío. Para el que ve más allá de la anécdota es una fotografía de fascinante humanidad, porque representa una de las más gloriosas creaciones del espíritu humano, que itinerante y a lomos de una yegua, no muy grande, se ofrece al paciente, esté donde esté y viva donde viva.

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