Anales de la RANM

31 A N A L E S R A N M R E V I S T A F U N D A D A E N 1 8 7 9 S U P L E M E N T O An RANM. 2025;142(01).supl01: 29 - 34 NECROLÓGICA EN MEMORIA DE ENRIQUE BLÁZQUEZ FERNÁNDEZ Antonio Campos años sesenta en el Instituto Xavier Zubiri. En ellos, afirma Enrique Blázquez, “recibí las primeras y las mejores lecciones sobre dicha materia” La ciencia que Enrique Blázquez cultivo y desarrolló el resto de su fecunda vida no fue, ni más ni menos, que el resultado de encauzar primero y proyectar después en las distintas instituciones a las que sirvió, el compromiso identitario que incorporó a su vida durante sus años de formación en el CSIC y en los distintos centros americanos y europeos a los que con anterioridad he hecho referencia. Incorporó, en suma, la biología molecular al horizonte de su propia identidad, y luchó arduamente por conver- tirse, en la persona que, profesional y científica- mente, quería ser. TENACIDAD La tenacidad , es el segundo rasgo a abordar en el presente discurso. En una primera aproxima- ción podemos decir que la tenacidad es la firmeza, la perseverancia o la constancia con la que el ser humano aspira al logro de un propósito. No debemos confundirla con la voluntad. Esta última, vinculada estrechamente a la identidad, es la fuerza y el empuje impulsor que nos lleva y nos conduce a implementar, a hacer cuajar en realidad, como diría Cajal, las creencias y las convicciones que nos conforman. Y es por eso por lo que a mí me gusta definir la tenacidad como la voluntad mantenida en el tiempo al servicio de un fin. Tener tenacidad, mantener en el tiempo el logro de un propósito, no es, sin embargo, una tarea fácil. Lo cómodo es abdicar y para ello nunca faltan las excusas. Como solía decir mi querido maestro el profesor Gómez Sánchez abdicar de lo queremos, y de lo que quizá podríamos hacer bien, constituye la mayor traición que un ser humano puede cometer contra sí mismo. Toda está introducción sobre la tenacidad tiene como objetivo sustentar la afirmación, clara y contundente, que quiero hacer; la de que Enrique Blázquez, a quien hoy recordamos, era un hombre tenaz, un hombre que nunca abdico de los propósitos que dibujó en su horizonte, aquellos que incubó en su Sevilla natal y aquellos otros que en sus años de formación en Madrid y en América marcaron el norte de su brújula profesional. Un hombre tenaz que supo mantener en el tiempo la voluntad necesaria para lograr sus propósitos o para, al menos intentar conseguirlos. Veamos a continuación algunos ejemplos de esa tenacidad, de esa larga voluntad mantenida en el tiempo. El primero, al que voy a referirme, es la larga marcha que mantuvo hacia la culminación de su carrera universitaria, frente a lo que podría haber sido una acomodaticia espera en Madrid, para ir, “progresando adecuadamente” como se suele decir ahora en el mundo educativo. Desde su puesto, primero de Ayudante de clases prácticas y posteriormente de profesor agregado interino en la universidad complutense y colaborador cientí- fico del CSIC entre 1968 y 1979, da el salto a la Universidad de Oviedo como profesor agregado, en la que permanece entre 1979 y 1982 y en la tuvimos la oportunidad de conocernos y comenzar a ser amigos al haber ocupado también yo, en esos años la plaza de profesor agregado de Histología. Con posterioridad se traslada a la Universidad de Salamanca entre 1983 y 1987, donde primero ejerce como profesor agregado y luego como Catedrá- tico, desempeñando, ya en dicha ciudad, la jefatura del servicio correspondiente de Bioquímica en su hospital universitario. Su destino final fue, de nuevo, la Universidad complutense donde ejerció como catedrático y jefe de servicio desde 1987. Buscó, por tanto, tenazmente desarrollar y culminar su carrera universitaria cuando las circunstancias y oportunidades lo hicieron posible sin aprovechar, como he indicado con anterioridad, situaciones posiblemente más cómodas que le hubieran facili- tado permanecer en Madrid. No olvidemos a este respecto que en 1981 (cuando estaba en Oviedo) alcanzó por oposición la plaza de Investigador científico del CSIC, lo que le hubiera permitido un fácil retorno a la capital de España. La persistencia, la voluntad mantenida en el tiempo en lo que al impulso y desarrollo de su línea de investigación se refiere es otro ejemplo de tenacidad que merece especialmente destacarse. Podríamos decir que empieza cuando desde Sevilla insiste constantemente a su entonces novia Mercedes, residente en Madrid, para que busque en dicha ciudad una institución, un lugar, en el que poder formarse como un investigador con orientación clínica, para lo que en Sevilla no encuentra horizonte. Tras el peregrinar físico por distintas instituciones y realizar muchos contactos telefónicos, Mercedes, cómplice vital y también profesional de Enrique, le dice que su sitio está en el CSIC y que, aunque pudiera parecer un milagro, ha conseguido que lo acepten. La tenacidad en su línea de investigación constituye, por otra parte, un vector fundamental presente, de principio a fin, en todo su recorrido vital como investigador. El título de su último discurso en nuestra Academia sintetiza de forma muy clara el ámbito concreto de su investigación a la que, tenazmente, dedicó su inteligencia, su esfuerzo y su enorme capacidad de trabajo. Reza así: “Papel de las hormonas Insulina y Glucagón sobre el control de la actividad metabólica, las alteraciones en la Diabetes Mellitus y las acciones terapéuticas a través de sus receptores cerebrales”. Si pudiera resumir, del modo más sencillo posible, sus importantes contribuciones en este campo, publicadas en las más influyentes revistas de su área de investigación (Journal Endocrinology, American Journal Physiology, Molecular Cell Endocrinology, Journal Neurochemistry, Molecular Neurobiology, etc.) diría que sus aportaciones se han desarrollado e implementado fundamentalmente a tres niveles:

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