Anales de la RANM

33 A N A L E S R A N M R E V I S T A F U N D A D A E N 1 8 7 9 S U P L E M E N T O An RANM. 2025;142(01).supl01: 29 - 34 NECROLÓGICA EN MEMORIA DE ENRIQUE BLÁZQUEZ FERNÁNDEZ Antonio Campos aplicables todas las características que acabo de describir incluidas las postuladas por Gracián en el siglo de oro. Así ha sido su trayectoria vital, en el mundo universitario, en el mundo científico y en el mundo académico y así quiso él que fuese. La serenidad que alcanzó en su vivir Enrique Blázquez y de la que todos hemos sido testigos fue posible porque desde muy joven logro incardinar en su vivir los dos requisitos, imprescindibles, a los que con anterioridad he hecho referencia: el de reconocer la realidad en su más amplio espectro y el de aceptarla constructivamente. Unos requisitos que, incubados en sus años de vida sevillana y de formación científica, constituyeron los pilares fundamentales sobre los que sustentó la serenidad con la que afrontó los distintos avatares de su biografía. Una vida, una trayectoria y una imagen, la de Enrique Blázquez, que, gobernada por la serenidad, se manifestó siempre, tanto en su quehacer como, en lo que Laín llama, su quehablar, esto es, su forma de expresarse y de comunicarse con el mundo. Una vida, una trayectoria y una imagen que, gobernada por la serenidad, infundió siempre confianza a sus interlocutores y armonía a todos aquellos que se acercaban a él con cualquier tipo de excusa o de motivo. Y voy a concluir el discurso con un epílogo de cierre en el que intentaré sintetizar, concluir y proyectar, para el recuerdo, para el presente y para el futuro, todo lo que previamente he dicho y comentado. Si quisiera, en efecto, focalizar y compendiar en un solo instante, en un solo momento, todo lo dicho sobre Enrique Blázquez, todos los rasgos y valores que he descrito en los tres apartados anteriores, elegiría, sin duda para ello, la tarde que vivimos en este Salón de actos el día 16 de enero del presente año. Se inaugura el curso académico. Nuestro presidente da la palabra al Académico de Número Enrique Blázquez Fernández para que pronuncie el Discurso Inaugural correspondiente al año académico 2024 Por riguroso turno de antigüedad académica le hubiera correspondido impartirlo un año antes, en 2023. Su situación clínica le impidió hacerlo entonces, pero, con énfasis, solicitó meses más tarde y por escrito poder impartirlo en el presente curso. Y a comienzos de este año, sentado junto al atril, en el solemne acto de apertura fue lentamente desgranado su discurso desde su introducción hasta su excelente epílogo final. Muchos de los que aquel día asistimos al acto pensamos entonces que Enrique Blázquez estaba haciendo un esfuerzo sobrehumano, quizá innece- sario. A día de hoy, y con el paso del tiempo, me atrevo, sin embargo, a decir que ese 16 de enero fue, para nuestra Academia un día memorable. Y lo fue, porque, ese día y en ese acto, Enrique Blázquez, nos dio a todos una gran lección y no solo científica. Nos dio a todos una excelente lección de coherencia personal y de compromiso académico. Ese día, esa tarde, Enrique Blázquez fue, en todo, absolutamente fiel a la identidad que, para conformar su proyecto de vida, fue forjando en sus años de juventud, fiel a su determinación, fiel a su aceptación constructiva de la realidad (impartía un discurso), fiel a su valoración positiva de lo que se tiene, fiel, finalmente, a su compromiso con la biología molecular. Pero, además, su sola presencia esa tarde, sentado y hablando desde el atril, era la prueba más palpable de su tenaz tenacidad, valga la redundancia, de su voluntad mantenida en el tiempo, hasta el final, de intentar responder siempre a lo que su voz interior le demandaba Escucharlo y departir con él, antes y después del acto fue también, en ese día, como lo había sido siempre, una inmersión en la serenidad, en la paz de un hombre tranquilo, de un hombre sereno en su ser, en su estar y en su decir. Afirmaba hace un momento, que la intervención de Enrique Blázquez en la sesión inaugural fue, también, una lección de coherencia académica y efectivamente así fue. Y lo fue por su parte, pero lo fue, también, por parte de la Academia. En el primer caso, por la autoimposición de un compromiso que nadie, por su estado, le demandó como obligatorio. En el segundo, porque la Academia facilitó y aceptó su voluntad y el ejercicio de dicho compromiso. Si los rituales, como ha escrito el hoy muy popular filósofo coreano-alemán Byung-Chul-Han, contri- buyen a crear comunidad y a crear símbolos, el acto vivido, el ritual vivido, el pasado 16 de enero, creó academia y creó símbolos. Lo sucedido esa tarde constituye, en efecto, una invitación y una exhortación simbólica al compromiso de todos nosotros con nuestra institución. Es, sin duda, un inmenso honor ser miembro de la Academia, pero el verdadero honor es poder trabajar, desde nuestro compromiso con ella, al servicio de toda nuestra sociedad. El patente y notorio compromiso de Enrique Blázquez con la Academia ese día y la aceptación del mismo por parte de nuestra Corporación, en las circunstancias que en ese momento concurrían, constituyen, a mi juicio , el más importante símbolo de dedicación, entrega y generosidad que nuestra Academia puede mostrar, como imagen de disposi- ción y de servicio permanente, a la sociedad española a la que nos debemos. El historiador y pensador francés de origen búlgaro Tvezan Todorov ha escrito que, aunque la vida pierde siempre su batalla contra la muerte, la memoria gana siempre, por el contrario, el combate contra la nada. El recuerdo de la sesión, que vivirá siempre en todos aquellos que tuvimos el privilegio de asistir, y el continuo renacer de la misma en las vidas de todos aquellos que en el futuro accedan a contemplarla a través de los repositorios audiovi- suales de nuestra Academia, asegura y confirma la, a mi juicio, muy acertada reflexión de Tvezan Todorov: la del combate victorioso de la memoria sobre la nada y el olvido.

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